El «después» es nuestro reto
Sursum corda («arriba los corazones») es el lema episcopal de monseñor Emilio Aranguren Echevarría, obispo de Cienfuegos y secretario de la Conferencia Episcopal desde 1991. Vasco de pura cepa, nació en Cuba en 1950. Es el primer obispo de la nueva generación, aunque ya hay otros tres más, pero él es el más joven de los formados después de la Revolución. Nunca estudió fuera. Dinámico —no en vano fue deportista y profesional del baloncesto—, optimista como su lema confirma, y verdadero pastor, se ha batido con firmeza como representante de la Iglesia en la Comisión Estado-Iglesia para la visita de Juan Pablo II, de la que ha sido presidente
¿Cómo será el después, cuando el Papa regrese a Roma?
Soy optimista. Nuestro reto es sostener la acción misionera realizada tan eficazmente en el año de preparación. Aunque puede haber otros subproductos, lo principal es que se nos ha confirmado en la fe.
¿Es verdad, o no, que esta sociedad está dando pequeños pasos?
Estoy seguro. En los primeros años de la Revolución, yo tenía 9. Mi padre tenía tierras que fueron expropiadas, pero decidió quedarse. Sufrimos limitaciones. Fueron momentos de muchas dificultades para la experiencia de la fe, pero mi familia la mantuvo. En 1968, terminados los estudios secundarios, decidí entrar en el seminario de La Habana.
¿Cuál fue la motivación de su vocación, dado el contexto?
Me había vinculado mucho al párroco, sacerdote húngaro, salesiano, que realizaba una obra estupenda con los enfermos, las familias de los presos, los jóvenes. Me planteé qué iba a pasar cuando muriera, y pensé que debía coger el relevo.
¿Qué opinaba aquel adolescente de la Revolución?
En lo profundo, las raíces cristianas de mi familia rechazaron siempre la discriminación racial, y las tierras eran cooperativa, teníamos sentimientos de justicia social. Aunque perjudicados, veíamos bien el compartir. Mi padre nos inculcó tres principios: familia, Iglesia, deporte. No tuvimos un rechazo, aunque ya se había definido la revolución como atea, y se definió como marxista leninista en el 61. Los cinco hermanos seguimos estudiando. Mis dos hermanas salieron más adelante. Los demás nos quedamos. Yo, ni rechacé ni me sentí rechazado. Siempre he practicado un principio: respeta para que te respeten. Tuve dificultades porque, durante la enseñanza media, me veían como líder religioso proselitista.
¿Qué es lo que más valora de aquellos años?
La generación de laicos y de sacerdotes que fueron fieles a la Iglesia.
¿Por qué ha escogido a 60 personas para que asistan sentados a los actos del Papa en lugar preferente?
Porque es justo que ahora esten sentados quienes entonces estuvieron de pie. Yo soy lo que soy gracias a Dios y gracias a esa generación.
¿Cuál es su labor como secretario del episcopado?
No es como en otros sitios. Es sólo de coordinación. En este tiempo se han creado tres nuevas diócesis y está en estudio otra, Guantánamo.
¿Cómo han sido las relaciones con los fidelistas en la Comisión para la visita papal?
Esencialmente pragmáticas. Comenzaron en febrero del 97. No hemos logrado todo, pero estamos contentos. Nunca hemos pedido concesiones, sino que se reconozca el espacio de la Iglesia. Fidel decía que quería que la visita del Papa fuera un éxito. Nosotros definimos los parámetros que la Iglesia necesitaba para ese éxito, que no eran otros que hablar abiertamente de Jesucristo, que a la Iglesia se le reconozca el lugar positivo en el ámbito de la sociedad, que nosotros expresemos que este pueblo necesita un proceso de reconciliación. Es fundamental que la gente sepa bien que la Iglesia no puede ser confundida con una ONG, y que necesita espacios en los medios, en la educación.
¿No se ha logrado?
Por ejemplo, yo he pedido cinco minutos en la radio para hablar a los enfermos que no pueden ir a misa los domingos, y no se me han dado aún; pero espero lograrlo después de la visita papal.
Corre por las calles el runrún de que la convocatoria que Fidel Castro ha hecho para que se vaya a la misa de mañana en la plaza de la Revolución tiene segunda intención. Sin duda se polemiza sobre quién llenará la plaza, si los católicos o los comunistas.
En las tareas de la Comisión, dejamos claro que eran tres los momentos protocolares: la llegada, la despedida y la visita a Fidel Castro. Lo demás era eclesial… Ahora se teme cierta confusión.