Justicia, perdón y esperanza
Consternado por los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia y dispuesto a afrontar las causas últimas de estos horrores, el Papa ha escrito una sobrecogedora Carta a los católicos irlandeses, «con palabras» —confiesa— escritas desde «el corazón»
Lo primero es «reconocer ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos». Han fallado los procedimientos «para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa», advierte el Papa; ha habido una «insuficiente formación en los seminarios y noviciados»; ha existido «una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y por evitar escándalos…»; todo ello, con «consecuencias trágicas para las víctimas y sus familias», y con el resultado de que se haya «oscurecido tanto la luz del Evangelio, como no lo habían hecho siglos de persecución» en Irlanda. Así comienza la Carta de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, a quienes quiere ofrecer su guía paternal en los inicios del «largo proceso de recuperación y renovación eclesial». Escribe, entre otras cosas:
A las víctimas y a sus familias:
«Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra mucho. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Muchos de vosotros han experimentado que, cuando tuvieron el valor suficiente para hablar de lo que les había pasado, nadie quería escucharlos. Es comprensible que os sea difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos… Sé que a algunos de vosotros les resulta difícil incluso entrar en una iglesia. Sin embargo, os pido humildemente que reflexionéis sobre lo que he dicho. Ruego que, acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia —una Iglesia purificada por la penitencia y renovada en la caridad pastoral—, podáis descubrir de nuevo el amor infinito de Cristo por cada uno de vosotros. Estoy seguro de que, de esta manera, seréis capaces de encontrar reconciliación, curación interior y paz».
A los sacerdotes y religiosos culpables:
«Debéis responder ante Dios y ante los tribunales. Junto con el inmenso daño causado a las víctimas, un daño enorme se ha hecho a la Iglesia. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y extraer el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios».
A los sacerdotes y religiosos:
«Todos nosotros estamos sufriendo las consecuencias de los pecados de nuestros hermanos. Sé que muchos estáis decepcionados y encolerizados por la manera en que algunos de vuestros superiores abordaron esas cuestiones. Sin embargo, es esencial que cooperéis estrechamente con los que ostentan la autoridad y colaboréis en garantizar que las medidas adoptadas para responder a la crisis sean verdaderamente evangélicas, justas y eficaces. Por encima de todo, os pido que seáis cada vez más claramente hombres y mujeres de oración, que siguen con valentía el camino de la conversión, la purificación y la reconciliación. De esta manera, la Iglesia en Irlanda cobrará nueva vida y vitalidad gracias a vuestro testimonio del poder redentor de Dios».
A mis hermanos, los obispos:
«No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas del Derecho Canónico sobre los delitos de abusos de niños. Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia.
Aprecio los esfuerzos llevados a cabo para remediar los errores del pasado. Además de aplicar plenamente las normas del Derecho Canónico concernientes a los casos de abusos de niños, seguid cooperando con las autoridades civiles. Sólo una acción decisiva llevada a cabo con total honestidad y transparencia restablecerá el respeto y el afecto del pueblo irlandés por la Iglesia a la que hemos consagrado nuestras vidas. El pueblo de Irlanda, con razón, espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez».
Algunas medidas concretas
«Os invito a todos a ofrecer durante un año, hasta la Pascua de 2011, la penitencia de los viernes para este fin. Os pido que ofrezcáis el ayuno, las oraciones, la lectura de la Sagrada Escritura y las obras de misericordia por la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia en Irlanda. Os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación.
Hay que prestar especial atención a la adoración eucarística. Mediante la oración ante la presencia real del Señor, podéis cumplir la reparación por los pecados de abusos que han causado tanto daño y, al mismo tiempo, implorar la gracia de una fuerza renovada.
Además, tengo la intención de convocar una visita apostólica en algunas diócesis, así como en los seminarios y congregaciones religiosas. La visita tiene por objeto ayudar a la Iglesia local en su camino de renovación. También propongo una misión a nivel nacional para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. Espero que lleguéis a una valoración más profunda de vuestras vocaciones respectivas, a fin de redescubrir las raíces de vuestra fe en Jesucristo y de beber a fondo en las fuentes de agua viva que os ofrece a través de su Iglesia».