Carta del Papa a los obispos, sobre la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: Si os devoráis unos a otros...
Ha sido un gesto insólito. En una Carta a los obispos sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre, el Papa no sólo vuelve a explicar las razones de su decisión, sino que muestra abiertamente su tristeza por la hostilidad con la que algunos católicos lo han recibido. Pero ésta no es la reprimenda de un superior jerárquico, sino la de un padre que conoce bien las debilidades de sus hijos, y les pide unidad y confianza en el Señor
Ya en las primeras líneas, el Papa deja claro que el objetivo de su carta es «contribuir a la paz de la Iglesia», después de que la remisión de la excomunión a los cuatro obispos lefebvrianos haya suscitado «una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo». Explica el Santo Padre que fue «una contrariedad» que irrumpiera en escena el escándalo sobre la negación por parte de uno de esos obispos del holocausto judío, y reconoce que, tal vez, «seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema», e incluso afirma que la Santa Sede podría haber informado mejor sobre el alcance y límites de su gesto.
Pero ésta no es su mayor preocupación: «Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque», admite con franqueza. «Justamente por esto, doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido», agradecimiento que, en otro momento, hace extensivo a tantos fieles y obispos que han rezado por él, y le han dado pruebas de afecto y fidelidad.
De la carta se deduce que el Papa es consciente de que algunos han actuado de mala fe. Sin embargo, no tiene reparo en volver a explicarles las razones y límites de su «gesto discreto de misericordia» hacia los lefebvrianos. El acercamiento de los 4 obispos de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X hizo posible el levantamiento de la excomunión, con lo cual el Papa les quiere «invitar una vez más al retorno». No es el fin del camino, pero sí un paso importante. Benedicto XVI explica que, «hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia». Superado el escollo de la excomunión de sus obispos, el Papa anuncia que va a asociar la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (creada en 1988 para buscar la unidad con la Fraternidad) a la Congregación para la Doctrina de la Fe. «Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas». A renglón seguido, añade esta frase: «Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio, se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive».
De nuevo, el Papa deja al descubierto algunas miserias de su grey, pero no responde con enfado ni con dureza, sino con la paciencia de un padre que conoce las imperfecciones de sus hijos. «¿Era necesaria tal iniciativa?», se pregunta. «¿Constituía realmente una prioridad?».
Unidad para que el mundo crea
La respuesta del Papa es que «la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo», porque «el auténtico problema en este momento actual de la Historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres, y con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la Humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto». Justo en ese contexto, «debemos tener muy presente la unidad de los creyentes», condición para la «credibilidad de su hablar de Dios».
Añade el Papa: «¿Puede dejarnos indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles?». Y continúa: «Pienso, por ejemplo, en los 491 sacerdotes… No se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo… ¿Podemos simplemente excluirlos como representantes de un grupo marginal, radical?» Entre los lefebvrianos, el Papa ha encontrado actitudes de «soberbia y presunción», pero también «impresionantes testimonios de gratitud». No debe entonces interponerse en el camino hacia la reconciliación el dogma de lo políticamente correcto, que —se intuye fácilmente— el Papa estima como el verdadero motivo del escándalo de muchos: «A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga la necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio».
No aparece la palabra fariseo, pero Benedicto XVI apunta en esa dirección cuando, citando la Carta de san Pablo a los Gálatas, afirma que los cristianos de hoy no somos mejores que los de entonces. «Una y otra vez», debemos aprender «la prioridad suprema: el amor». También pide hacer buen uso de la libertad dentro de la Iglesia, y subraya la actualidad de una dura frase del apóstol de Tarso: Si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente. Por lo demás, el Santo Padre insiste en la importancia de confiar en el Hijo, «del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará incluso en tiempos turbulentos».