El Papa inaugura el Año Santo Paulino
«¡San Pablo quiere hablar con nosotros hoy!». Con estas palabras inauguró Benedicto XVI, en la tarde del sábado, al presidir las Vísperas de la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, el Año de san Pablo, que conmemora los dos mil años del nacimiento del Apóstol de las gentes
Entre los presentes en la inauguración del Año Santo Paulino, se encontraba el Patriarca ecuménico Bartolomé I de Constantinopla, primus inter pares de las Iglesias ortodoxas, para testimoniar que esta iniciativa es también asumida por los ortodoxos. El Papa tiene un objetivo para este año: quiere que los cristianos vuelvan a escuchar a Pablo de Tarso y «aprender ahora de él, como maestro nuestro, la fe y la verdad, en la cual se arraigan las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo». Benedicto XVI encendió la Llama paulina, que permanecerá encendida durante todo el año en un brasero especial colocado en el pórtico de la basílica e inauguró también allí la Puerta paulina. «Es para mí motivo de íntima alegría que la apertura del Año Paulino asuma una especial característica ecuménica por la presencia de numerosos delegados y representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, que acojo con corazón abierto», confesó al saludar al Patriarca ecuménico. En la basílica había, además, delegados ecuménicos de otras Iglesias cristianas, protestantes, anglicanos, y de otras Iglesias ortodoxas, en especial, aquellas que tienen un vínculo particular con el apóstol Pablo: Jerusalén, Antioquía, Chipre y Grecia.
Entrega del palio a los arzobispos
Al día siguiente, solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles, el Papa entregó en la concelebración eucarística el palio a 40 arzobispos metropolitanos nombrados en este último año, entre ellos se encontraba el español monseñor Francisco Pérez González, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, así como el nuevo arzobispo de Moscú, monseñor Paolo Pezzi, de quien publica una entrevista Alfa y Omega en este número. Asimismo, participó el Patriarca Bartolomé I, acogido por el Papa antes de empezar la liturgia eucarística, a la entrada de la misma basílica de San Pedro. Ambos, Bartolomé I y Benedicto XVI, pronunciaron sendas homilías, y recitaron juntos el Credo, en griego, impartiendo al final la bendición. Dirigiéndose a los arzobispos metropolitanos a los que ha impuesto el palio, les habló de sus nuevas responsabilidades y les recordó que «el palio, tejido con la lana de los corderos que el Obispo de Roma cada año bendice en la fiesta de la Cátedra de Pedro, es el símbolo del rebaño de Cristo, que ellos presiden». Y añadió el Papa: «Cuando nos ponemos el palio sobre los hombros, ese gesto nos recuerda el Pastor que toma sobre sus hombros a la oveja perdida».
Benedicto XVI recordó a los arzobispos que «los Padres de la Iglesia han visto en aquella oveja la imagen de toda la Humanidad que se ha perdido y que no encuentra el camino de casa. El palio se convierte así en el símbolo de nuestro amor por el Pastor de Cristo, y nuestro amar junto a Él se convierte en símbolo de la llamada a amar a los hombres como los ama Cristo». El Papa señaló un segundo significado del palio, inseparable del primero: la colegialidad. «Nadie es único Pastor. Todos somos sucesión de los Apóstoles», les dijo. «La comunión entre nosotros forma parte del ser pastores y lleva a la comunión con Pedro y con su sucesor como garantía de la unidad».
Por su parte, Bartolomé I constató cómo el diálogo entre católicos y ortodoxos, gracias a la ayuda divina, sigue avanzando a pesar de las notables dificultades y problemáticas que todavía subsisten, y aseguró sus oraciones para que estas dificultades sean superadas y que los problemas disminuyan lo más rápido posible para alcanzar el objeto del deseo final para gloria de Dios.