Los movimientos eclesiales, en torno al Sucesor de Pedro - Alfa y Omega

Los movimientos eclesiales, en torno al Sucesor de Pedro

Más de 400.000 miembros de todo el mundo pertenecientes a nuevos movimientos y comunidades eclesiales participaron, el pasado sábado por la tarde, Vigilia de Pentecostés, en un encuentro junto al Papa Benedicto XVI. Eran conscientes de asistir a un acontecimiento histórico para la vida de la Iglesia

Jesús Colina. Roma

Era la Vigilia de Pentecostés. En la plaza de San Pedro del Vaticano, convertida en un nuevo Cenáculo, el Papa trazó el camino que debería marcar la madurez de estos carismas surgidos inesperadamente, en la mayoría de los casos, en la segunda mitad del siglo pasado: unidad en la diversidad.

«La multiformidad y la unidad son inseparables», aseguró el Papa al ver la multitud que, al no caber en el espacio abrazado por la columnata de Bernini, siguió el encuentro en la Vía de la Conciliación y en calles adyacentes. El Espíritu Santo -aseguró- «quiere vuestra multiformidad, y os quiere para el único cuerpo, en la unión con los órdenes duraderos -las junturas- de la Iglesia, con los sucesores de los apóstoles, y con el sucesor de san Pedro».

Unidad y diversidad

Más de cien movimientos y comunidades eclesiales estaban representados. Sus rostros representaban también a los cinco continentes y a los diferentes niveles sociales. Era la segunda vez que tenía lugar una cita de estas características, después del encuentro convocado por Juan Pablo II en Pentecostés de 1998. En aquella ocasión, las comunidades representadas fueron la mitad.

La Protección Civil Italiana tuvo que lanzar una operación especial, al apercibirse de la imponente afluencia de peregrinos. Se instalaron seis hospitales de campaña para atender a los peregrinos, que desfallecían a causa del cansancio de noches sin dormir y de un sol que, por suerte, fue clemente.

Se trataba de una de las primeras citas programadas por Benedicto XVI nada más ser elegido Papa, coordinada por el Consejo Pontificio para los Laicos, cuyo Presidente es el arzobispo polaco Stanislaw Rylko. «Si vemos esta asamblea, aquí, en la plaza de San Pedro», reconoció el Papa en su densa homilía, dedicada a explicar la obra del Espíritu Santo en la historia de la Humanidad, «nos damos cuenta de que Él suscita siempre nuevos dones, vemos cómo son diversos los órganos que crea, y cómo actúa siempre de nuevo corporalmente».

«Pero en Él la multiplicidad y la unidad van juntas. Él sopla donde quiere. Lo hace de manera inesperada, en lugares inesperados, y de formas que antes no se habían imaginado», aclaró.

«¡Participad en la edificación del único cuerpo!», exhortó a los movimientos. «Los pastores prestarán atención para no apagar al Espíritu, y vosotros no dejaréis de llevar vuestros dones a toda la comunidad». El empuje misionero que debe ser propio de éstos, según el Papa, contribuirá a promover esta unidad. «Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida -¡el único tesoro, la perla preciosa!-, corre para compartirlo por doquier, en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes de su propia existencia». Por eso, el Papa pidió a los movimientos y comunidades «ser aún más, mucho más, colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo».

«Éste es el mejor servicio de la Iglesia a los hombres, y de manera totalmente particular a los pobres, para que la vida de la persona, un orden más justo en la sociedad y la convivencia pacífica entre las naciones encuentren en Cristo la piedra angular sobre la cual construir la auténtica civilización, la civilización del amor».

Un nuevo Pentecostés

Antes de que llegara el Papa, Salvatore Martínez, coordinador nacional de la Renovación en el Espíritu Santo en Italia, y Maria Luigia Corona, cofundadora de la Comunidad Misionera de Villaregia, presentaron las conclusiones del II Congreso de Movimientos Eclesiales y Nuevas Comunidades, celebrado del 31 de mayo al 2 de junio en Rocca di Papa, cerca de Roma, sobre La belleza de ser cristianos y la alegría de comunicarlo, con la participación de 300 representantes de 100 movimientos.

Más tarde, un matrimonio del Regnum Christi dirigió el tercer misterio glorioso del Rosario: La venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y su Iglesia.

Poco después aparecía el Papa, quien en papamóvil se acercó hasta el Tíber para saludar a los miles de peregrinos que no encontraron un lugar más cercano. Comenzó entonces el rezo litúrgico de las vísperas.

Una representante de Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, leyó un mensaje dirigido al Papa por los movimientos, en el que aseguró «que continuará la colaboración y la comunión entre los movimientos y las nuevas comunidades, para que, en la más completa comunión y obediencia a usted y a los pastores de la Iglesia, trabajemos para la realización de los mismos fines que perseguía Jesús, el primero de todos, la unidad».

A continuación, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, tomó la palabra para constatar: «Nosotros, comunidades y movimientos, somos gente estéril que, gracias al amor de Dios que se inclina, hemos recibido un carisma fecundo. Ahora habitamos gozosos como hijos en la Iglesia».

El sacerdote español don Julián Carrón, Presidente de la fraternidad de Comunión y Liberación, reconoció que, «como en el primer Pentecostés, también nosotros hemos sido elegidos, llamados a convertirnos en testigos de la belleza de Cristo ante todas las naciones. ¡Qué sencillez de corazón hace falta para dejarse plasmar por Cristo, de manera que toda nuestra vida cotidiana resplandezca de novedad, desde el trabajo a la familia, desde las relaciones a las iniciativas! Lo único que podrá suscitar, en aquellos que encontraremos, el deseo de venir con nosotros a postrarse ante el Señor es que vean realizada en nosotros la promesa de Cristo de que, quien le siga, recibirá el ciento por uno aquí y ahora».

A continuación, Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, constató la dificultad que, en ocasiones, se ha dado en ambientes de Iglesia para aceptar a estas realidades eclesiales y la importancia de vivir la eclesiología de comunión surgida del Concilio Vaticano II. «Ante los enormes desafíos de nuestros tiempos -afirmó-, los cristianos tienen necesidad de los carismas, tienen necesidad de una fe adulta, de la iniciación cristiana: ésta es la misión del Camino Neocatecumenal».

Tras la memoria litúrgica del sacramento de la Confirmación, caracterizada por el rito del fuego, por la invocación del Espíritu Santo y por la profesión de fe, la Vigilia concluyó con el agradecimiento de los presentes al Papa por ese encuentro, del que se hicieron portavoces dos representantes de estas comunidades.

Luis Fernando Figari, fundador del Movimiento de Vida Cristiana, surgido en Lima en 1985, explicó que los movimientos «contribuyen, desde la comunión con Pedro y bajo Pedro, a la gran misión de la Iglesia: anunciar al Señor Jesús al mundo, invitando a la transformación del hombre y de las realidades terrenas según el divino Plan».

Patti Gallagher Mansfield, testigo de la Renovación Carismática Católica en un retiro que tuvo lugar en 1967 para estudiantes de la estadounidense Universidad de Duquesne, se dirigió al Papa como lo hacía santa Catalina de Siena, llamándole el dulce Cristo en la tierra, y afirmó: «Usted ha gritado a la Iglesia y al mundo: Deus caritas est! Que nosotros nos unamos a usted en la proclamación de que Jesús es esa perla de inestimable valor y el tesoro escondido en el campo por el que vale la pena dar todo lo que se posee».

Monseñor Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos: ¡Estamos listos para la misión!

Junto a Vuestra Santidad, este pueblo desea dar gracias al Espíritu por el don de la esperanza que los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades representan para la Iglesia. Gracias a estos carismas, una muchedumbre de hombres y mujeres de nuestro tiempo, a pesar de los vientos contrarios, han descubierto la belleza de ser cristiano y han encontrado la alegría de comunicarlo a los otros. Como prueba de ello, su presencia festiva en la plaza de San Pedro testimonia al mundo que ser discípulos de Cristo es bello, que encontrar a Cristo es la más grande y fascinante aventura que se pueda vivir.

Beatísimo Padre, usted nos ha enseñado que siempre donde irrumpe el Espíritu Santo suscita sorpresa, desconcierto, estupor, porque transforma las personas, cambia el curso de la Historia, genera frutos que no habrían podido nacer de la planificación humana. «Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconocéis?», dice Dios en la profecía de Isaías. ¡El momento histórico que estamos viviendo es un extraordinario reflejo de las palabras del profeta! Esta plaza pone ante los ojos de todos una maravillosa epifanía de la multiplicidad de los dones con los cuales el Espíritu de Dios continúa a enriquecer y a adornar la Iglesia. Si bien muy diversos entre ellos, están profundamente unidos en el misterio de la comunión eclesial y unánimemente volcados hacia la misión.

Los movimientos y las nuevas comunidades se han reunido aquí para expresarle, una vez más, al Sucesor de Pedro: ¡Estamos listos para la misión! ¡La Iglesia puede contar con nosotros! ¡El Papa y los obispos pueden contar con nosotros!