Jorge Hernández y Mario Iceta: «Hay muchos niños en el mundo sufriendo por las guerras»
Jorge Hernández fue elegido por sus compañeros de la Escolanía Pueri Cantores de la catedral de Burgos como el obispillo de 2022. Como tal, tuvo que visitar a las autoridades el día de los Santos Inocentes y hacerles llegar la peticiones de los niños burgaleses. Hernández se acordó de los pequeños que sufren alrededor del mundo, pidió más parques y marquesinas, y que arreglen las aceras de su ciudad.
¿Qué es esto del obispillo?
Jorge Hernández: Es una celebración tradicional de los Pueri Cantores de la catedral de Burgos. Uno de entre los que hayan hecho la Primera Comunión este año es elegido como obispillo, y tiene que ir a hablar con el arzobispo, con el alcalde, saludar a los niños desde el Ayuntamiento y montar a caballo por el paseo del Espolón.
Para ser obispo hay que ser cura, ¿a ti qué te gustaría ser de mayor? ¿Has pensado en ser sacerdote?
J. H.: La verdad es que no. Quiero ser historiador, militar o farero.
¿Farero?
J. H.: Me gusta mucho. Nosotros veraneamos en Suances y ahí hay un faro, que nosotros llamamos el faro grande. Mi abuela me dijo que en él vivía el farero, que tenía que encenderlo cuando hay niebla, o por la noche, para que los barcos no se choquen y naufraguen. Es el encargado de salvar a los que van en los barcos.
¿Qué te pareció el paseo a caballo por la ciudad?
J. H.: Pues me gustó mucho, pero me dio vergüenza porque salió mucha gente a verme.
¿Cómo fue tu encuentro con el obispo?
J. H.: Me acogió muy bien. Le dije que, cuando rece ante el portal de belén, le pida al Niño Jesús lo mismo que le pido yo cuando rezo todas las noches: que todos los niños podamos seguir disfrutando del amor, protección y educación de nuestros mayores, y con el esfuerzo de todos, creyentes o no, conseguir que no haya niño en el mundo que sufra las injusticias a las que, por desgracia, muchos se ven sometidos. También hablé de la guerra de Ucrania y de los problemas en la economía, que tienen preocupados a nuestros padres y abuelos.
También le pudiste trasladar al alcalde tus preocupaciones.
J. H.: Sí. Le solicité que pusiera más parques infantiles, especialmente para los niños de más de 9 años. También que se arreglen las aceras que están rotas, que se talen los árboles enfermos y que pongan más marquesinas en las paradas de autobús.
¿Y cuál fue tu mensaje para los niños desde el balcón del Ayuntamiento?
J. H.: Primero le dije a los mayores que hay muchos niños en el mundo sufriendo por desastres naturales o las guerras, y les pregunté si no creían que todo eso se podría evitar si tuvieran presente la mirada inocente de un niño. Pero los niños también necesitamos hacernos aún más niños. A ellos les lancé otra pregunta: «¿No veis cómo algunos, por hacerse mayores antes de tiempo, dicen palabrotas, desobedecen a los padres y maestros, no cumplen sus obligaciones y se pelean dando mal ejemplo? La frase del Evangelio “si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos” también es para nosotros».
La tradición dice que «cuando el niño se hace obispillo, el obispo se hace un poco niño». ¿Cómo hacernos un poco niños en la Iglesia para entrar en el cielo? ¿Qué deberíamos cambiar?
Mario Iceta: Para ello, primero hay que ver cómo son los niños. Ellos mismos se reconocen pequeños, se dejan ayudar, se dejan iluminar, acogen la realidad con gran estupor y son capaces de penetrar en ella. Son agradecidos y humildes. Caminan sin prejuicios o ideas preconcebidas. Creo que todas estas cosas nos pueden ayudar en la Iglesia. Por nuestra parte, deberíamos cambiar la mentalidad y estar abiertos al Espíritu, abiertos a la gracias que nos transforma. Me acuerdo de las palabras de santa Teresa de Calcuta cuando le preguntaron qué cambiaría en la Iglesia. Contestó: «Primero yo y luego tú».