Hilaire Belloc (1870-1953) fue, junto a G. K. Chesterton (1874-1936), el mayor polemista de la Inglaterra del siglo XIX. Este como anglicano, aquel como católico. Ambos rivalizaban en sus críticas a los excesos de la modernidad. Cuando Chesterton se convirtió al catolicismo en 1922, el dúo se volvió imparable. De los dos, Belloc era, quizás, el más humanista en el sentido renacentista del término. Nacido en Francia de padre francés y madre inglesa, Belloc miraba el mundo desde la fe y desde la historia. Dotado de una vastísima cultura, Belloc empleaba las humanidades para iluminar, no para deslumbrar. No era tan ingenioso ni mordaz como su amigo Chesterton, pero, a mi juicio, resulta más agudo y más certero. Chesterton lanzaba salvas de ingenio y cañonazos de sarcasmo. Belloc era un tirador de élite o un coronel de operaciones especiales. Se complementaban bien.
Es famoso su libro Las cruzadas, que en España publicó, allá por 2010, la editorial Homo Legens; pero hoy les traigo Europa y la fe, una obra que ha publicado El buey mudo, editorial cuyo nombre nos evoca el apodo de santo Tomás de Aquino (1225-1274). En sus 251 páginas, notas incluidas, Belloc nos toma de la mano para llevarnos de viaje por la historia de Europa, es decir, por la historia de la Iglesia, a la que identifica con nuestro continente. Aquí no hay ni exaltación de los bárbaros como sangre nueva para el decadente Imperio romano ni tópicos multiculturales, ni referencias extemporáneas a la cristiandad. Belloc empieza el combate —porque de esto trata, en el fondo, este libro— con frases y párrafos contundentes: «Europa es la Iglesia y la Iglesia es Europa». «La fe es lo que Roma aceptó en su madurez, y la fe no fue la causa de su decadencia, sino factor conservador de todo lo que en ella podía conservarse». «La civilización de Europa —la civilización, esto es, de Roma y del Imperio— corrió una suerte distinta de la muerte y la esterilidad: sobrevivió para la resurrección. Sus simientes esenciales fueron preservadas para una segunda primavera». Ya verá el lector que nuestro Belloc no se esconde.
En sus nueve capítulos más una introducción, una conclusión y unas notas breves y eruditas, este libro recorre la historia de Europa desde la Antigüedad tardía y la caída del Imperio romano hasta la Reforma y lo que el autor llama la apostasía de Gran Bretaña. Es inevitable que un católico inglés hable de su país cuando se tratan estos temas. En realidad, esa mirada que Belloc arroja sobre el pasado enriquece su análisis del presente.
La descripción que nuestro escritor hace de la civilización del Occidente medieval, cuyo punto álgido fueron, a su juicio, las cruzadas, rebosa belleza y cierta añoranza. Cuando lo leía me acordaba de aquella expresión luminosa con la que Huizinga describe el espíritu del final de ese periodo, el llamado otoño de la Edad Media, «la nostalgia de una vida más bella». La generación inmediatamente posterior al año 1000 brilla con figuras colosales, como el Papa Gregorio VII. Cita como prototipos de dirigentes a Eduardo I de Inglaterra (1239-1307), san Luis de Francia (1214-1270) e Inocencio III (1161-1216). Sitúa en este tiempo, en fin, el momento más luminoso de nuestra civilización.
No les oculto que hay párrafos muy tristes. Alguno incluso me resulta algo inquietante. Cuando imagina a los judíos en Lyon, allá por el siglo II, describe la sinagoga como «el símbolo de una raza reducida, reservada y antipática, aunque poderosa y diseminada por todo el Imperio».
Se trata, en suma, de un libro que alimentará el debate y desatará la polémica. Belloc no quiso dejar indiferentes a los lectores. Esta lectura es garantía de diálogo, conversación y controversia.
Hilaire Belloc
El buey mudo
2019
256
16,50 €