Un museo de la Biblia pegado al Capitolio
Seis plantas de museo, con jardín del Edén como restaurante incluido, acercan a los visitantes a la Biblia desde diversas experiencias interactivas
El Museo de la Biblia inaugurado en 2017 en Washington D. C. tiene cada vez más fama y reconocimiento. Este gran edificio de ocho plantas y 5.100 metros cuadrados, situado a nada menos que tres manzanas del Capitolio, tiene como objetivo no solamente educar al público en la ampliación de conocimientos bíblicos, sino ofrecer una verdadera experiencia atrayente a través de exposiciones y recorridos interactivos. En otras palabras, traer la Palabra de Dios a la sociedad actual para experimentarla de una manera más tangible y visual. Este proyecto está causando tal impacto que ya casi se podrían considerar amortizados los 500 millones de dólares que ha costado la construcción. «¡Esto es algo histórico!», declaraba un espectador local el día de la inauguración. Gracias a avanzados recursos tecnológicos, objetos históricos y estudiadas recreaciones, el visitante es capaz de contemplar las Escrituras con un nivel de detalle superior.
Las dos plantas inferiores son sótanos donde se almacena el archivo administrativo y de investigación, además de una zona reservada a exposiciones temporales de menor tamaño. La primera planta consta de la entrada, el salón de actos, la cafetería, la zona de niños, la sala de realidad virtual y una sección dedicada al conocimiento de los Museos Vaticanos. La segunda planta se dedica entera a la explicación del impacto de la Biblia en la historia y la cultura universal en los ámbitos de la ciencia, la política, la libertad o la justicia. La tercera planta entra de lleno en relatos concretos de las Escrituras, desde Abraham hasta el ministerio de Jesús y la Iglesia primitiva. Este piso también contiene una gran sección sobre la Torá. La cuarta planta presenta interesantes colecciones arqueológicas e instruye en la historia cronológica de la Biblia. La quinta planta se reserva para oficinas y un espacio para exposiciones temporales en colaboración con galerías y museos internacionales. Por último, llegamos al rooftop, ambientado como un gran jardín del Edén que hace las veces de restaurante.
A lo largo de los siglos, la humanidad ha acudido a este bestseller para encontrar inspiración, guía, consuelo, verdad… al fin y al cabo, es la obra literaria más influyente de la historia. Pero este libro tan antiguo a veces puede resultar pesado, largo y escrito en un lenguaje muy complejo. Este museo ofrece una nueva forma de adentrarse al entendimiento de la Biblia de una manera más dinámica, interactiva y divertida. Por eso nadie duda en llevarse a los niños a la visita, ya que disfrutan de esta actividad como los que más. Por ejemplo, una de las salas está invadida de colores armoniosos cambiantes; pretende adentrar al espectador en el arcoíris, símbolo de las alianzas de Dios con los hombres. Otro ejemplo muy aclamado es el recorrido por el mar Rojo, abierto para huir de los egipcios, o el paseo por las calles de Nazaret. Otras salas muestran cerámicas, artefactos de la época, rollos de pergaminos, reconstrucciones arquitectónicas y simuladores que ayudan a imaginar el escenario de estos relatos. Con un pequeño empeño imaginativo, la experiencia puede convertirse en una evasión para la meditación de las Escrituras.
Aunque parezca un lugar para empezar a aprender sobre la Biblia, o quizá dé la sensación de ser una actividad más infantil, el museo sorprende con colecciones para aquellos que son más entendidos en las Escrituras. Gracias a diversas donaciones y colaboraciones internacionales, se exponen distintos manuscritos iluminados, textos históricos, fragmentos de pergaminos con escritos bíblicos en hebreo de distintas épocas y zonas geográficas, rollos de la Torá y otros tesoros antiguos de la cultura judeocristiana.
No hay excusa para no visitar este proyecto; además, la entrada es gratis. «Nuestra misión es invitar a todas las personas a conectarse con la Biblia», expresa el presidente del museo, Cary Summers. «No se nos ocurre una manera más básica de facilitar el acceso a los tesoros y experiencias que guarda el museo que ofrecer admisión gratuita al público».