El Papa reconoce avances, aunque insuficientes. La libertad religiosa, en el centro - Alfa y Omega

El Papa reconoce avances, aunque insuficientes. La libertad religiosa, en el centro

Cuando Benedicto XVI anunció su intención de viajar a México y Cuba, puso en el centro el gran reto para la Iglesia en el continente americano de «evangelizar con una fe recia», destaca Jaime Septién, director del periódico mexicano El Observador. «Una vez concluido el viaje —añade—, habría que agregar a esa intención la promoción de la libertad religiosa»

Ricardo Benjumea
Raúl Castro, presidente de Cuba, recibe al Santo Padre a su llegada al aeropuerto de La Habana.

La libertad religiosa ha sido un asunto central en las dos etapas del viaje de Benedicto XVI: México y Cuba. Pocos días después de la visita, el Senado de México refrendó la reforma constitucional que avanza en el reconocimiento de la libertad religiosa, aunque sea —subraya Septién— «de forma tímida». Comienza, eso sí, a resquebrajarse el sistema de férreo laicismo instaurado durante siete décadas de gobierno del Partido Revolucionario Institucional, que obliga a confinar la fe en el interior de las iglesias, toda una paradoja en un país con una marcada religiosidad popular.

En Cuba —reconoció el Papa a su llegada al aeropuerto de Santiago de Cuba—, el viaje de Juan Pablo II, en 1998, trajo consigo «una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor colaboración y confianza, si bien todavía quedan muchos aspectos en los que se puede y debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere al papel imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito público de la sociedad». En este país, el Gobierno hizo también algún gesto hacia el Papa. Si Juan Pablo II pidió y obtuvo que se declarara festivo el día de Navidad, Benedicto XVI ha conseguido que, este año, sea festivo el Viernes Santo. La televisión retransmitirá los oficios presididos por el cardenal Ortega, arzobispo de La Habana.

La verdad os hará libres

Donde con más fuerza lanzó el Papa su petición de que se reconozca la libertad religiosa fue en la plaza de la Revolución José Martí, de La Habana, un lugar donde los haya cargado de simbolismo socialista. Cuando la Iglesia reclama libertad religiosa, «no está reclamando privilegio alguno», sino un derecho. «Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador», de anunciar el Evangelio, y reclama la posibilidad de que los creyentes puedan ofrecer «una contribución a la edificación de la sociedad».

Pero lo realmente provocativo fueron las lecturas del día, proclamadas en pleno centro de la revolución. La Primera Lectura se refería a los tres jóvenes judíos perseguidos por el rey de Babilonia, que —como destacó el Papa— «prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe». En el Evangelio, resonaron las palabras: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres…». La verdad, no el empecinamiento y el falso orgullo patriótico de mantener, contra viento y marea —y contra el embargo norteamericano, denunciado por el Papa en La Habana—, una ideología que ha provocado terribles sufrimientos a la Humanidad en general, y a los cubanos en particular.

Benedicto XVI presentó dos figuras contrarias a la búsqueda de la verdad: la de quienes, «como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad» de conocerla, y, con su escepticismo, se convierten en personas frías, «vacilantes, distantes de los demás». Y la de quienes caen en la irracionalidad y el fanatismo…, encerrándose en su verdad e intentando imponerla a los demás». Sin nombrarla, Benedicto XVI aludía claramente a esa ideología marxista de la que dijo, en el avión rumbo a México, que no corresponde a la realidad y no puede «construir una sociedad». Eso sí, advirtió que, para superar el comunismo, no basta con temer una firme «decisión». También se va a necesitar «paciencia».

Recibido junto a la Cruz

El padre Félix y el diácono Juan nos visitaban en la cárcel, y compartíamos los escasos minutos que nuestros carceleros permitían. Nos traían su aliento espiritual y el de toda la Iglesia, se preocupaban por las condiciones en que nos mantenían nuestros captores, y hacían discretas pero incansables gestiones por intentar mejorar nuestra situación como reos políticos de conciencia.

Traían noticias de lo que sucedía en la calle, saludos de los familiares, sufrían con nuestras penas, y compartían con nosotros la Palabra, que nos alimentaba en medio de aquella larga noche. Traían la esperanza y la alegría.

No podré olvidar la oración emocionada que aquella mañana de febrero de 2010 hicimos juntos por nuestro hermano Orlando Zapata, dejado morir por la Junta Militar cubana, tras 86 días en huelga de hambre contra el cruel y despiadado trato inhumano que le dieron, durante casi siete años, sus carceleros.También oramos por sus verdugos, nuestros verdugos.

Es inevitable evocar aquellos días ahora que Su Santidad visitó Cuba. No puedo evitar los paralelismos. El Pastor visitó a su rebaño cautivo en la larga noche, como el buen Padre que nos visitaba tras los muros en que nos mantenían los impíos. Habló sobre la Verdad, nos infundió la Esperanza, nos señaló el Camino. Benedicto XVI dijo a los cubanos que se destierren las posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales. Llamó al diálogo paciente y sincero para lograr esas metas.

No pudo reunirse personalmente ni con sectores de la oposición pacífica, contra quienes el régimen desató la más violenta persecución en los últimos años, ni con grupos religiosos, por la apretada agenda que otros le programaron. Pero habló a la multitud que le fue a escuchar con amor entre los lobos, dispersos en las plazas para la ocasión, para amedrentar al rebaño. El pueblo de Dios escuchó el mensaje del que es portador el sucesor de Pedro. El pueblo cubano tiene, de una vez y por todas, que asumir ese Mensaje.

Regis Iglesias
Portavoz del Movimiento Cristiano de Liberación