In hoc signo, vinces: Congreso en el Vaticano sobre el emperador Constantino. Mil setecientos años después
In hoc signo, vinces: Con este signo vencerás. El signo era una cruz. La voz o inspiración fue percibida por el emperador pagano Constantino. Era la noche anterior a la batalla por el control de Roma contra el emperador romano de Occidente, Majencio, en el Puente Milvio, librada el 28 de octubre del 312
Según narra la Historia, las legiones de Constantino se lanzaron al combate enarbolando en sus estandartes el símbolo cristiano. La batalla acabó con una aplastante victoria, con la conversión al cristianismo del emperador victorioso (aunque sólo se bautizaría poco antes de morir, en 337), y con una configuración de Europa que mil setecientos años después sigue ejerciendo un peso decisivo. Meses más tarde, ya en el año 313, Constantino —o san Constantino, como es llamado por las Iglesias de Oriente (tanto católicas como ortodoxas)— publicaba el Edicto de Milán, que, a diferencia de lo que suele escribirse, no significó la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio, sino que estableció la libertad de culto. Terminaban así las largas y sangrientas persecuciones de los cristianos y de otras confesiones religiosas.
Mil setecientos años después, Constantino vuelve a convertirse en la figura capaz de unir los dos pulmones de Europa, el oriental y el occidental. Tanto la Iglesia católica como las Iglesias ortodoxas están recordando esta figura, a la luz de los nuevos estudios históricos. De este modo, su figura se convierte en nexo histórico de la unidad perdida con el cisma de Oriente, que separó a católicos y ortodoxos en 1054.
El primer gran congreso sobre su figura ha tenido lugar en el Vaticano, los pasados días del 18 al 21 de abril. El organizador, el sacerdote premonstratense Bernard Ardura, presidente del Comité Pontificio de Ciencias Históricas, explicó en el encuentro que aquella batalla «dibujó el perfil de Europa occidental y balcánica». Añadió: «Una Europa en la que brotaron los valores de la dignidad humana, de la distinción y cooperación entre religión y Estado, de la libertad de conciencia, de religión y de culto. Ciertamente estas realidades, que formarán parte integrante del patrimonio humanístico y cultural de Europa, necesitarían muchos siglos para madurar, pero ya se encontraban de manera embrionaria en la batalla de Ponte Milvio».
Ahora bien, la otra gran herencia dejada por Constantino, la unidad de las dos almas europeas, la oriental y la occidental, sería poco después desgajada. El emperador que convocó el Primer Concilio de Nicea, en 325, había nacido en Niš, que hoy es la tercera ciudad más grande de Serbia. Por este motivo, el Patriarcado ortodoxo de ese país, muy cercano al de Moscú, está organizando un gran congreso para el año 2013. En este congreso, se ha planteado una pregunta cuya respuesta podría ser también histórica: ¿invitará la Iglesia ortodoxa serbia a Benedicto XVI? El presidente serbio quiere que el Papa viaje a su país, aunque para los ortodoxos la cuestión es más complicada de lo que parece. Si el Patriarca cursa su invitación, lo lógico sería que invitara también al Patriarca de Moscú. Y de este modo, por primera vez en la Historia, tendría lugar un encuentro entre el Papa y el pastor de la Iglesia ortodoxa con el mayor número de fieles en el mundo.
El Metropolita Hilarión, presidente del Departamento para las Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, ha reconocido, sin embargo, que entre los obispos ortodoxos serbios «no hay una posición común sobre la cuestión de la invitación al Papa, ni mucho menos sobre el significado del aniversario», que puede contemplarse como un momento de importancia histórica «para los representantes de las diferentes denominaciones cristianas», o simplemente, lo que no es poco, como «una oportunidad para expresar la unidad fraterna de las Iglesias ortodoxas locales».
Mil setecientos años después, san Constantino sigue asistiendo a la división de sus hijos. Habrá que esperar al año 2013 para ver si éstos aprovechan la oportunidad que la Historia les ofrece.