El Papa saluda el acuerdo de paz en Etiopía y pide que sea duradero
En su último discurso en Baréin, invita a la comunidad católica a ser signo de alegría y unidad, y a no quedarse de brazos cruzados ante las obras del mal
El Papa Francisco se ha congratulado este domingo por el acuerdo de paz firmado recientemente en Etiopía, que cerró dos años de hostilidades en el país. Lo ha hecho en el último acto público de su visita apostólica a Baréin, en la iglesia del Sagrado Corazón de Manama, donde se ha encontrado con obispos, sacerdotes, consagradas, seminaristas y agentes de pastoral.
«En estos meses estamos rezando mucho por la paz. En este contexto, constituye una esperanza el acuerdo que ha sido firmado en Etiopía. Animo a todos a sostener este empeño por una paz duradera», ha afirmado justo antes de pedir oraciones por la «martirizada Ucrania».
Fue el pasado miércoles cuando el Gobierno de Etiopía y los rebeldes del Tigray acordaron el fin de las hostilidades, tal y como anunció ese día el alto representante de la Unión Africana para el Cuerno de África, el expresidente nigeriano Olasegun Obasanjo.
Al margen de esta declaración, Francisco dedicó el grueso de su intervención a católicos del país, representados por los pastores, ministros, religiosas y laicos comprometidos. «Sois una comunidad cristiana que manifiesta su rostro católico y universal, una Iglesia formada por personas de todas partes del mundo», ha dicho, al tiempo que ha recordado las palabras del vicario Paul Hinder, que la define como «un pequeño rebaño constituido por migrantes».
Dicho esto, ha aprovechado para saludar a los países de origen de los presentes: citó Líbano —entre aplausos— y los países de Oriente Medio que sufren. «Es hermoso pertenecer a una Iglesia con rostros e historias diversas», ha añadido.
Por otra parte, ha comentado que, aunque en el país domina el desierto, también hay fuentes de agua dulce que corren silenciosamente por el subsuelo. Una metáfora, ha continuado, del pueblo católico de Baréin, que emerge a la superficie para hacer frente a miedos, desafíos y males personales y sociales.
Así, el Papa ha reflexionado sobre tres grandes dones del Espíritu Santo: la alegría, la unidad y la profecía. «El Espíritu es fuente de alegría, hace que no estemos solos en el camino de la vida. Esta alegría nace de la relación con Dios, de saber que incluso en las dificultades y en las noches oscuras no estamos solos, perdidos o derrotados. Él está con nosotros y con Él lo podemos superar todo», ha subrayado. Sabiendo esto, ha pedido que conserven la alegría y la multipliquen, y les ha recordado que el mejor método para hacerlo es donarla. «La alegría cristiana es contagiosa», ha agregado.
La unidad no es uniformidad, sino armonía
Al hablar sobre la unidad, el Pontífice ha dicho que en la comunidad cristiana no puede haber lugar para las obras de la carne, el egoísmo, las divisiones, peleas, calumnias y murmuraciones —«la murmuración destruye la comunidad»—. También ha advertido de que «las diferencias étnicas no pueden dañar la unidad del Espíritu», que es «unidad» y «rompe las barreras de desconfianza y odio, libera del miedo e infunde la valentía de salir al encuentro de los demás con la fuerza de la misericordia».
Según ha recordado, la unidad «no es uniformidad, sino armonía, porque el Espíritu Santo es armonía». «Tratemos de ser custodios y constructores de unidad. Para ser creíbles en el diálogo con los demás vivamos la fraternidad entre nosotros. Esta es la fuerza de la comunidad cristiana, el primer testimonio que podemos dar al mundo», ha sentenciado.
Finalmente, se ha referido al don de la profecía para señalar que «no podemos fingir que no vemos las obras del mal y quedarnos en una vida tranquila sin hacer nada». «Desead los dones del Espíritu, sobre todo el de la profecía», ha manifestado, citando a san Pablo. «En la profecía se pueden poner en práctica cada día las bienaventuranzas», ha concluido.
En sus últimas palabras públicas en Baréin, ha agradecido a las autoridades del país —ha citado al rey al ministro de Justicia— por la «exquisita hospitalidad» y ha invitado a los católicos a mantenerse en el camino espiritual y eclesial. Y como siempre concluye sus intervenciones, ha pedido que recen por él.