Sube a los altares Maria Carola Cecchin, «madre y hermana de los pobres» de Kenia
La resurrección de un bebé nacido muerto ha hecho posible la beatificación de la religiosa del Cottolengo, que murió en el barco que la llevaba de vuelta a Italia en 1925
El 14 de abril de 2013, Joyce Kaniamu tuvo que pasar por un parto muy difícil, en un Land Rover atascado en una carretera embarrada en Meru (Kenia), en medio de la noche y con una tormenta sobre sus cabezas. Su hijo nació muerto. En esas circunstancias, no había mucho que hacer por el pequeño. Sin embargo, la religiosa Catherine Kathomi, de las Hermanas de San José Benito Cottolengo, y una enfermera que las acompañaba intentaron reanimarle, sin éxito, durante media hora.
Cuando al final decidieron concentrar toda su atención en Joyce, que estaba grave, la religiosa siguió rezando a Maria Carola Cecchin, una de las primeras misioneras de la congregación en el país. De repente, el bebé se movió. Hoy Hilary Msafiri Kiama es un niño sano de 9 años que estudia 5º curso en Tharaka.
En noviembre de 2020, el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a reconocer este milagro por intercesión de Cecchin. Así hizo posible su beatificación, que se celebrará este sábado en Kinoru, en el mismo condado de Meru. La ceremonia estará presidida por el cardenal Antoine Kambanda, arzobispo de Kigali (Ruanda), y será la segunda que se celebra en el país después de la de Irene Stefani Nyaatha en 2015.
De la cocina a Kenia
Considerada «madre y hermana de los pobres», Maria Carola nació en 1877 en Italia. De talante reservado y servicial, a los 19 años ingresó en el Cottolengo. En enero de 1899 hizo sus votos. Desde entonces trabajó sobre todo en la cocina. Pero cuando sus superiores se plantearon extender su labor a África, el celo misionero la empujó a ofrecerse como voluntaria.
Llegó a Kenia en 1905 con otras cinco hermanas, y allí entregó los últimos 20 años de su vida. Vivió el lema de la congregación, La caridad de Cristo nos apremia, en medio de las tareas diarias, vividas en circunstancias muy difíciles, como cuando en Iciagakithe tuvieron que vivir en una choza casi inhabitable. También el impacto que tuvo en la zona la Primera Guerra Mundial entre 1915 y 1918. Ante las dificultades, solía exclamar que «una buena muerte lo paga todo». Trabajó en Limuru, Mugoiri, Wambogo, Nyeri, Tuthi, Icagaki, Igoji y Meru.
Cuando en 1925 cayó enferma, se debatió entre la debilidad que sentía y la inutilizaba y el deseo de seguir sirviendo en la misión. De hecho, fue la última de sus hermanas en aceptar dejar el país, junto con otra religiosa. Murió en el barco de vapor mientras navegaban por el mar Rojo. Su cuerpo fue arrojado al mar, por lo que «no hay ninguna reliquia de primer grado», ha explicado a la publicación keniata Nation Africa Peter Githinji, postulador de la archidiócesis de Nyeri.