Hay que visitar el Museo del Prado. ¡Siempre! Aún más en fiesta nacional y gratuito. Turistas, jubilados, jóvenes o familias con niños (mi caso). Lleno hasta la bandera y un trasiego sin parar. Imposible ver bien Las meninas o El jardín de las delicias.
Sin esperarlo me topo con La extracción de la piedra de la locura, de el Bosco, y recuerdo las palabras de Ricardo Piñero: «¿Estoy loco si intento conocer el sentido de una obra de arte, sea un poema o una tabla? ¿Estoy loco si creo en Dios? ¿Si creo, debería ir a que me extrajeran la piedra de la locura?».
En El arte de mirar: la trascendencia de la belleza (Palabra), Ricardo Piñero nos enseña a «mirar desde otra perspectivas obras de arte». Hace una invitación a contemplar: «La vida es siempre un misterio imponente, pero ante nuestros ojos, a veces, pasan cosas tan decisivas que nos cambian la vida».
Como la importancia de la luz en El Cristo crucificado de Velázquez, también en el Prado: «Siempre estaremos luchando entre la luz y las tinieblas, pero conviene recordar que hay una luz que no cesa […]. Tenemos dos opciones: aceptarla o rechazarla». O cuando nos invita a «hacer las cosas por amor; vivir a lo grande las cosas pequeñas», un pequeño secreto que esconde La lechera de J. Vermeer (Rijksmuseum).
Mención especial en el libro para La creación de Adán, de Miguel Ángel. Piñero nos recuerda, con todo lujo de detalles, que en el principio venimos del polvo del suelo, aunque ahora queramos descifrar el genoma humano. El sermón de la montaña y la curación del leproso, también en la capilla Sixtina, es una obra pictórica para escuchar —nos sugiere— las bienaventuranzas. Y ante esto, «lo más adecuado es guardar silencio».
En este momento de crisis, guerra y preocupaciones, el pequeño libro (apenas 110 páginas) de Piñero es necesario para recuperar el arte de mirar y de vivir: «Hemos dejado de mirar las cosas buenas que nos rodean, porque hay algunas muy malas que nos hacen cerrar los ojos a todo». No cerremos los ojos a la belleza, que es lo que nos salvará: «El espacio en el que se hace presente lo sagrado».
Pensándolo bien, entre tantos turistas, allí también estaba Él: «La misericordia es hermosa, aún más, la belleza es misericordia». Dios, presente, en la belleza del Museo del Prado.