Stella Maris: más que un Amazon para los marinos
Bruno Ciceri, su director internacional, anima a las diócesis españolas a que «estén presentes en todos los puertos» y especifica que no tiene por qué ser a través de capellanes. También hay laicos
Stella Maris, históricamente Apostolado del Mar, hace muchas cosas por los marinos que llegan a los puertos. Como dice Ricardo Rodríguez-Martos, director nacional de esta pastoral, actividades que no le son exclusivas o que ni siquiera tendría por qué asumir, pero es importante que haga. «Suministramos tarjetas SIM para que los marinos puedan comunicarse, pero no somos una compañía telefónica; facilitamos que se puedan mover por el puerto y la ciudad, pero no somos una empresa de transporte. Entonces, ¿cuál es nuestro objetivo, nuestra identidad? Llevar la buena del Evangelio, no con palabras, sino con ese testimonio de amor. Eres mi hermano y te voy a ayudar», explica en entrevista con Alfa y Omega.
La identidad de Stella Maris ha sido uno de los temas de la XXX Asamblea Nacional de Apostolado del Mar que se celebró entre el domingo y el miércoles en Cádiz, donde, además, se hizo una radiografía de esta pastoral a nivel local e internacional y se reivindicó dentro y fuera de la Iglesia. De hecho, el encuentro contó con la participación de representantes de las instituciones que forman parte del puerto, en este caso de Cádiz: Autoridad Portuaria, Capitanía Marítima, la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF) y empresas. En este sentido, Rodríguez-Martos señala que es vital que Stella Maris esté en mitad del puerto. «No puede ser una realidad que va al puerto pero que no participa. Debe ser una parte más y el puerto debe considerarla como propia», añade. Hay buenos ejemplos, como en Castellón, que en pocos años ha crecido mucho, precisamente, por la buena relación con la Autoridad Portuaria. «Cuando ven lo que hacemos, ayudan», continúa. En este sentido, estima que en los comités de bienestar que se prevén crear en cada puerto deberían estar las entidades que trabajan en él y, por tanto, también la pastoral.
Según los últimos datos, de 2021, Stella Maris alcanzó en España a 40.000 marinos, con 5.410 barcos visitados y más de 6.000 trabajadores recibidos en sus centros. Esto fue posible gracias a las 14 delegaciones repartidas por puertos de todo el país y a los 125 agentes de pastoral dedicados a esta tarea: nueve sacerdotes, tres diáconos y 114 laicos.
Además del reto hacia fuera, hay otro hacia dentro de la Iglesia. «La pastoral del mar no puede ser vista como una cosa exótica. Alcanza a miles de personas y encaja con la llamada del Papa en Evangelii gaudium. Debemos ir a las periferias y para eso necesitamos medios humanos y materiales», subraya el director nacional de Stella Maris. Una petición que recibe el apoyo de la Santa Sede, pues Bruno Ciceri, scalabriniano y director internacional de Stella Maris, anima a la Iglesia en España «a estar presente en los puertos». «Creo que hay muchos en los que faltan capellanes. Me gustaría invitar a las diócesis a que se ocupen de este ministerio y que asignen personas, no necesariamente clérigos. La Iglesia tiene que estar en los puertos», añade en conversación con este semanario. Él no ha podido estar en Cádiz, pero sí su adjunta, la hermana Kathleen Redido.
Tanto Rodríguez-Martos como el religioso coinciden en que la situación de los marinos se ha visto afectada en los últimos años por la pandemia y ahora por la guerra en Ucrania. «Nuestros capellanes se convirtieron en el Amazon de los marinos. Como no podían salir de los buques, les pedían los bienes que necesitaban y estos los compraban y entregaban en la escalerilla. La situación ha mejorado un poco, pero sigue siendo difícil», constata Ciceri.
Por sacar algo positivo, Rodríguez-Martos señala que la COVID-19 ha permitido descubrir una nueva manera de relacionarse con los trabajadores del mar. Ahora reciben correos electrónicos o mensajes de WhatsApp, Facebook o Twitter con las necesidades básicas antes de que lleguen a puerto y esto les permite prepararse mejor: «Nos piden la dirección del centro para que les puedan entregar los pedidos de Amazon o nos envían la lista de la compra. Así, cuando llegan, la tenemos preparada».
La guerra también ha tenido un gran impacto en la gente del mar. Ciceri refiere bombardeos a embarcaciones en Ucrania con víctimas mortales, la imposibilidad de muchos marinos de volver al trabajo o de tripulaciones atrapadas en puertos ucranianos. En este contexto también ha estado cerca la Iglesia a través del capellán de Odesa y su asistente, que permanecieron en el país para coordinar la ayuda humanitaria, y con un centro de acogida para familiares de marinos en Polonia —dan cobijo desde marzo a 55 personas, 18 de ellas niños—, que se sostiene con un fondo de emergencia de Stella Maris.
Además, la crisis derivada de la pandemia y el conflicto han provocado que en el último año haya aumentado el número de barcos abandonados —sobre todo los de pequeños armadores y en puertos no europeos— con la tripulación en su interior. «Los marinos se quedan sin nada, sin salario ni comida. Desde Stella Maris les proporcionamos asistencia y les ayudamos en la repatriación», recoge el director. Pero hay más necesidades. Una de ellas es la defensa de los derechos de estos trabajadores, pues todavía existe «explotación laboral, trabajo forzado, abusos verbales y físicos, e incluso tráfico de personas». «Es importante que la reforcemos a todos los niveles», añade. También la protección del medio ambiente: «El mar es el entorno donde trabaja nuestra gente. Debe estar libre de plástico y limpio».