Tamara Falcó: «Quiero utilizar mi figura mediática para dar a conocer el Domund»
«Cuando me pasa algo malo me ayuda pensar que Jesús desde la cruz está sufriendo conmigo», afirma la marquesa de Griñón, cuyo compromiso con Íñigo Onieva se rompió recientemente
Este miércoles por la tarde pronunciará el pregón del Domund en la real colegiata de San Isidro. ¿Qué espera que suponga para darlo a conocer más allá de los muros de las iglesias?
Mi intención es justo esa, utilizar mi figura mediática para darlo a conocer. Lo del Domund es alucinante. No estoy al nivel de los misioneros y me da muchísimo respeto, pudor y hasta vergüenza tener que hablar de ellos. Es gente que deja sus familias, sus países, se van a sitios totalmente recónditos para ayudar al prójimo y a difundir la palabra de Dios. Pero creo que si me lo han pedido es porque creen que puedo ofrecer mi cobertura de medios, que es parte de lo que me ha dado Dios.
Entre muchos famosos no faltan alabanzas a la labor social de los misioneros, que muchos ven como «lo mejor de la Iglesia». Pero, ¿se entienden bien sus motivaciones y su fundamental labor espiritual?
Yo creo que es difícil de explicar porque la fe es muy difícil de entender si no la tienes. Yo he estado en el otro lado, y la verdad es que cuando me hablaba gente de fe me ponía nerviosa o no lo entendía. Eso dificulta bastante la labor.
¿Cómo intentaría explicarlo?
Lo más importante de Dios es el amor con el que nos trata. Nuestros padres no dejan de ser humanos y han tenido sus fallos, aunque en algunos casos hayan sido perfectos. Pero descubrir la figura de Dios Padre, de Emmanuel, Dios con nosotros, y del Espíritu Santo es una forma de aliviar tu dolor. Cuando me pasa algo malo me ayuda pensar que no es que Dios esté alejado como desde una nube mandándomelo, sino que Jesús desde la cruz está sufriendo conmigo. En muchas situaciones te puedes identificar con el Evangelio, y te das cuenta de que realmente Él está cargando también esa cruz cuando la gente te hace daño, te critica, te infravalora… También recientemente, que me ha cambiado la vida.
Desde hace cinco años, Inés es participante asidua del Tren Misionero que organiza Cristianos Sin Fronteras. El día 15, con otros 537 niños, puso rumbo al cerro de los Ángeles, en Getafe. Allí escucharon el testimonio de una chica ucraniana, y después de reflexionar fueron enviados como misioneros «para enseñar a todo el mundo quién es Jesús». Cree que, «conociendo a los misioneros», es más fácil.
Tuvo una experiencia en zonas de misión en 2013, cuando pasó una semana en la Casa do Gaiato, en Mozambique. ¿Cómo surgió esta oportunidad?
Fui acompañada de una entidad que había hecho una donación, una ONG superchiquitita. Casa do Gaioto me impresionó muchísimo porque frente a todas las adversidades, estos niños tenían una sonrisa brutal en la cara. La verdad es que fue una experiencia única.
¿Cuál fue su labor allí siendo una estancia tan breve?
La verdad es que fuimos a conocer el proyecto. Pudimos rezar con los niños y fuimos a ver los poblados de donde habían salido para conocer la situación de las familias. También visitamos otro orfanato, ya en la ciudad, donde había niños albinos. La gente consideraba que tenían al diablo y los querían apedrear. Fue impresionante.
¿Qué fue lo que más le impactó?
La diferencia con los países del primer mundo. Es alucinante porque, pese a tener muchísimas más dificultades de las que podemos llegar a tener nosotros, ellos lo afrontan de forma distinta. Cuando dicen «problemas del primer mundo», es que es verdad. Allí vi que el Evangelio realmente se cumplía, de que de verdad Dios está cerca de los que sufren.
¿En este sentido, se considera usted también beneficiaria del trabajo de los misioneros?
Al cien por cien. Piensas que vas allí a dar juguetes, a ayudar, a jugar con ellos, pero lo que recibes cada vez que haces voluntariado es mayor de lo que vas a dar. Das tu tiempo, sí, que es un tesoro y con la vida que llevamos es difícil de encajar. Pero realmente estar con gente que lo necesita y aprender de ellos es un regalo mucho mayor.
¿Ha habido algún otro misionero que le haya influido?
La madre Teresa de Calcuta. Tengo frases de ella míticas que me ayudan en el día a día, como que «Calcuta está en todas partes». Me ayuda a geolocalizarme en el sitio donde estoy y a darme cuenta de que no solo existe la pobreza material sino también la pobreza espiritual.
A usted misma se la considera muchas veces misionera en el mundo del corazón. ¿Por qué es importante dar testimonio también en este ámbito, incluso en los momentos malos?
¿Misionera? La verdad es que muy al principio de mi conversión he discutido con mi madre. Me decía: «Por favor, deja de hablar de Dios». Y yo decía: «No, porque soy apóstol». Eso es lo que es ser misionero: ir hasta los confines de la tierra hablando de Dios. Es lo que procuro. Pero muchas veces la gente tampoco está receptiva. Hay veces que es mejor dar a cada uno su tiempo y rezar.
Entonces, ¿no es bien acogido su testimonio?
Hay bastantes periodistas del corazón que tienen un acercamiento profundo al Señor. Es verdad que dentro del gremio del periodismo no es lo más valorado y puede llegar a parecer más frívolo. Pero no creo que la gente que habla sobre sentimientos esté alejada de Dios. Sí es verdad que hay mucha parte que puede ser muy dañina, porque es difícil saber qué hay realmente en el corazón de cada persona y muchas veces se habla de cosas que se desconocen, o desde prejuicios o rumores malinterpretados.
Este miércoles, 19 de octubre, Tamara Falcó pronunció el pregón en la real colegiata de San Isidro, que este año está acogiendo las celebraciones del Año Santo del patrón de Madrid. En su intervención, que consideraba una ocasión para dar a conocer algo tan «alucinante» como la labor de los misioneros, la marquesa de Griñón dio las gracias porque «han gastado su vida por ir más allá».
«Los misioneros… me imagino que todos sabemos quiénes son los misioneros. Es gente buenísima, que abandona a sus familias —no las abandona, las deja—, pero que se va a sitios recónditos para ayudar, para llevar la Palabra», aseveró, aludiendo a la patrona de estos, santa Teresita de Lisieux, una monja de clausura que nunca salió de su convento, pero tenía gran celo por la evangelización.
Al explicar que los misioneros dan testimonio con obras y palabras, Falcó relató su propio camino de fe. Ella se consideraba cristiana no practicante y una amiga le dijo: «Eso es como ser vegetariana y comer carne». Una vez que conoció a la Virgen y la fe hace 13 años, su vida cambió. «Fue a través de ese amor de Jesús que descubrí que podía ser feliz, que me había faltado algo toda la vida. Y que de repente ese algo estaba llenado por Jesús», añadió, recalcando que, desde ese momento, sintió la necesidad de compartirlo con otros.
Consciente de que, como decía madre Teresa, «se puede encontrar Calcuta en todas partes si tienes ojos para ver, y no solo para ver, sino para mirar», incidió en que «en todos los lugares del mundo hay personas no amadas, no deseadas, rechazadas; personas a las que nadie ayuda, personas marginadas y olvidadas», al tiempo que reafirmó su convicción de que tenía que seguir dando testimonio allí donde Dios le había puesto: «Entendí mi misión, que era llevar a Cristo a todos los lugares, incluidos esos sitios que parecían más frívolos. Porque la gente tiene alma, también son hijos de Dios».
El director nacional de OMP, José María Calderón, recordó que invitaron a Falcó a ser pregonera un año atrás y que ella aceptó sin dudar «por amor a las misiones y a los misioneros y como un servicio a la Iglesia». «Te nombro misionera en los ámbitos donde muchos no podemos llegar; no estás en las periferias geográficas, pero sí en las existenciales», agregó.