Canción al hijo de la emperatriz Rigoberta
La felicidad escribe en blanco, y quizá por eso la gente va por los comentarios del vídeo de Rigoberta llorando a moco tendido. Echan de menos, en una cultura de la tristeza, que una artista les ponga frente a la alegría honda
A Rigoberta Bandini la mayoría la descubrimos por el tongo del Benidorm Fest. Fue insólito que le salieran fans por todo el espectro ideológico, y eso que su tema estrella, Ay mamá, se pregunta en voz alta «por qué dan tanto miedo nuestras tetas», habla sin tapujos de la menstruación e invita a tomar la ciudad «con un pecho fuera, al puro estilo Delacroix». En el concierto del pasado viernes en Madrid, Paula Ribó volvió a reivindicar la maternidad con su voz y con sus gestos. Sacó a bailar a su prima Belén y su entrañable vientre de embarazada. En el WiZink presentó La emperatriz, un disco en el que la misma que compuso un panegírico a la filiación canta a la maternidad. Sus temas son tan antiguos como el mundo —«dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron»—, y puede que por eso los obsesos con las identidades colectivas la hayan mirado con suspicacia.
Canciones de amor a ti es una de las piezas más celebradas del disco y Rigoberta se la dedica a su hijo, Nico, de 2 años. Entre otras rarezas, el videoclip está compuesto de tomas caseras que muestran esa alegría a pequeña escala que vive escondida en las familias: la de los bailes idiotas en la cocina, el montaje del árbol de Navidad o los macarrones que te comes un domingo sin camiseta porque mira, ya no damos para más. Laura Ferrero anota en los agradecimientos de Qué vas a hacer con el resto de tu vida que la felicidad escribe en blanco, y quizá por eso la gente va por los comentarios del vídeo de Rigoberta llorando a moco tendido. Echan de menos, en una cultura de la tristeza, que una artista les ponga frente a la alegría honda.
Una vez fui a tomar el aperitivo con mi amigo Pablo, que es un madrileño erudito, un excelente anfitrión y un filósofo de postín. Ana, mi mujer, estaba embarazada de tres meses y empezábamos a contarlo a los círculos más cercanos. El vermú se entreveraba de sol de septiembre cuando Pablo me dijo: «Me da la impresión de que la paternidad te concede una mayor densidad existencial». Es justo eso. En la canción de Rigoberta a su retoño, ella interrumpe la letra para insertar una nota de voz: «Es muy fuerte porque yo, antes de ser madre, todo era como en plan “a ver, la peña es una exagerada, no puede ser tan heavy”. Bueno, se te multiplica como todo. Es como estar vivo pero con dos mil tentáculos más. Pa’ lo bueno y pa’ lo malo también. Hay veces que es como ahh… dolor, miedos. Pero, joder, es bestia». Las formulaciones son distintas, pero apuntan a lo mismo: traer un hijo al mundo es vivir más denso, más profundo, más lejos de ti mismo y hasta de tu propia muerte.
Ese anhelo late en todos los corazones, y una cierta cultura se ha esforzado en mostrar solamente lo que tiene de renuncia y de falta de libertad. Lo que no saben es que no es falta, sino concreción de la libertad. Y una libertad usada, entregada, produce esa porción de felicidad que da sentido a nuestro paso por aquí. La otra es solo una promesa, como un juguete sin estrenar. Rigoberta Bandini le ha puesto música y palabras a esa felicidad y, el viernes, congregó a más de 10.000 personas en su concierto en la capital. Oh, sorpresa, la gente la adora.