Los cubanos tejen redes de apoyo en Madrid
En la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre se presentó el Proyecto Cobijo, impulsado por un sacerdote expatriado para ayudar a quienes llegan a Madrid
A pesar de llevar 60 años de comunismo, la situación en Cuba sigue siendo muy complicada. Según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), «las autoridades han recrudecido la violencia contra los ciudadanos ante el deterioro de la situación socioeconómica del país». Solo en agosto, el OCDH ha registrado al menos 327 acciones represivas, incluidos hostigamientos, citaciones policiales, amenazas, multas, agresiones físicas o exilios forzados, contra los ciudadanos que protestaban por la falta de luz o alimentos. «El régimen carece de respuestas para todos estos escenarios, y su única propuesta es arremeter contra la población civil», advirtió el observatorio el 6 de septiembre.
En este contexto, «hay una fuga masiva de personas». «La gente está huyendo de esta dictadura, que ha hecho un daño antropológico tremendo y que está desangrando al país», asegura el padre Bladimir Navarro, sacerdote cubano que hace tres años llegó a Madrid para estudiar un máster en Teología Moral en la Universidad San Dámaso.
Lo habitual es que la gente salga en avión hacia Nicaragua, Serbia o Rusia, que son los tres únicos países que tienen visado libre para los cubanos, y que de ahí vaya cruzando fronteras a pie hasta llegar a cualquier destino donde poder rehacer la vida. «Es un viaje muy peligroso. Hay gente que desaparece e incluso algunos terminan muriendo», subraya el presbítero, que actualmente ejerce de vicario parroquial en la iglesia de Santa María de la Esperanza, situada en Alcobendas.
Los obispos de Cuba han criticado el nuevo Código de Familia que se someterá a referéndum el 25 de septiembre. Aunque tiene aspectos positivos, «no beneficia a la familia cubana —entre otras cosas— la introducción en nuestra legislación de los contenidos de la llamada ideología de género, que sustenta muchas de las propuestas», subrayan.
En el caso de Erisdel, Yoelis y su hija de 1 año, que encarnan ese éxodo que huye de la represión y de la miseria, volaron a Serbia y luego caminaron dos meses hasta llegar a Madrid. «Llegamos los primeros días de agosto. Hemos atravesado seis países para llegar hasta acá. Ha sido muy duro. Sobre todo porque íbamos con la niña y a mitad de viaje se nos acabó el dinero y tuvimos que pedir más para poder continuar», rememora Erisdel. Su voz, sin embargo, suena jovial. «La verdad es que la acogida aquí ha sido maravillosa. Estamos muy felices y agradecidos», asegura el joven cubano, que ha estrenado, junto con su mujer y su hija, el Proyecto Cobijo.
Desde hace ya tres años, el padre Bladimir sentía el anhelo de ayudar a sus compatriotas que llegaban a la capital y, «de hecho, durante ese tiempo hemos podido acoger a algunas personas de manera informal», confiesa.
El anhelo se convirtió en el Proyecto Cobijo después de una cena solidaria en su parroquia durante el mes de junio. «Se me acercaron unos esposos, a los que no conocía, y me dijeron: “¿Usted es el padre Bladimir, no? Tiene que echar para adelante ese sueño que tiene”. La verdad es que fueron como unos profetas para mí». Un mes después —en julio—, llegó una señora de la parroquia «y me ofreció todo lo que había dentro de una casa de su propiedad para que lo pudiera mandar a Cuba». Pero el sacerdote no quería las cosas que había en la casa, sino la casa misma: «¿Le pregunté si nos alquilaría el apartamento?». Su respuesta afirmativa le permitió poner en marcha la iniciativa, que empezó a funcionar casi de forma inmediata. En agosto llegaron Erisdel, Yoelis y su hija, a los que poco después se sumó una madre con su hijo —la casa tiene capacidad para diez personas.
El último paso ha sido la presentación oficial de la iniciativa el pasado jueves, 8 de septiembre, en la basílica Hispanoamericana de la Merced. «Ese día celebramos la fiesta de la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, y durante los avisos al final de la Misa se hizo el lanzamiento oficial del proyecto».
El proyecto tiene tres verbos clave, acoger, transformar y enviar, y busca una inserción social y afectiva de las personas a las que ayuda. «Lo primero es la acogida. Las recibimos, empatizamos con su historia y hacemos un primer expediente inicial», detalla el sacerdote, que cuenta con la ayuda de otros cinco cubanos. El segundo punto es la transformación, «porque llegan con ese daño antropológico del que te hablaba antes». Entonces, «les brindamos apoyo psicológico» —una de las personas del equipo coordinador es psicóloga y «contamos también con una voluntaria psicóloga»—, espiritual «en colaboración de la parroquia, que está muy cerquita», y asistencial, «con los trámites del empadronamiento, la solicitud del asilo político, la escolarización de los niños…». Lo último es el envío, que es literal y figurado. «La idea es que la gente pueda estar tres meses y luego tratar de continuar por su cuenta, aunque existe la posibilidad de ampliar la estancia. Y se les envía también para que hagan ellos lo mismo. Que ese acto de bondad —la acogida—, que es emular a ese buen samaritano del Evangelio que tanto nos inspira, puedan replicarlo con otras personas», concluye.