Hermana María de Guadalupe: «En las escuelas de Alepo viven muchos refugiados... de Alepo»
La hermana María de Guadalupe presenta la campaña de AIN para ayudar a los refugiados en origen
Después de cuatro años de guerra, ¿cómo se vive en Alepo?
Desde el principio de la guerra, los rebeldes intentan tomar esta ciudad, que es la más importante del país. Han ocupado varios barrios de la periferia, y desde allí disparan al centro, sobre todo a los barrios cristianos. Algunos son una pira de escombros. Hay luz dos horas por día, y agua unas pocas horas a la semana. Casi no llegan mercancías. La gente se ha acostumbrado a los bombardeos permanentes, a los tiros. Salen solo lo necesario, con mucho cuidado y prestando atención a los ruidos para saber a qué distancia se está atacando. Se despiden, porque son conscientes de que este puede ser su último día. Por eso perciben el valor real de la vida, que no hay que perder tiempo en cosas superficiales, y que lo más importante viene después.
¿Qué ha ocurrido con la gente de esos barrios tomados o destruidos?
Muchos son refugiados en su misma ciudad. Están en las iglesias, en la universidad, en las escuelas… En cada aula duermen varias familias, y por la mañana tienen que recoger todo porque vienen los niños a clase. Pasan el día en otra parte del colegio. En el de los maristas, han organizado actividades para ellos. No se dan por vencidos, y los hombres salen cada día a buscar trabajo. Es impresionante la generosidad y la hospitalidad de la gente. Donde vivía una familia ahora viven tres o cuatro.
¿No se marchan de la ciudad?
También. La gente huye hacia sitios más tranquilos como Latakia o Tartús. En la parroquia se nota: de tener 200 personas en Misa, tenemos 40 o 50. ¡Y eso que vienen más que antes! Pero donde van, tienen los mismos problemas de falta de agua y electricidad. Hay familias que desaparecen por el camino. Luego, si llegan a Jordania o al Líbano, tienen que empezar de cero. Algunos han vuelto a Siria porque en el Líbano estaban en condiciones infrahumanas. Otros huyeron a Irak y se encontraron con la guerra allí; también varios de ellos han vuelto. La decisión de irse no es fácil, y solo lo hacen cuando tienen alguna opción de salir adelante; por ejemplo, si tienen familia allí. Otra gente no quiere irse. «Si toman la ciudad –dicen–, que me maten en mi casa. Soy cristiano y esta es nuestra tierra».
¿Cómo viven los cristianos este dilema?
Su conciencia general es quedarse, porque entienden que su presencia es necesaria. Se van obligados por la situación. No están aprovechando para decir: «Nos vamos a Europa para tener una vida mejor». Por eso, la afluencia de refugiados a Europa en su mayoría es de musulmanes, y no solo de Siria. Gente de nuestra parroquia, en campos de refugiados en Alemania, están sufriendo el maltrato de refugiados musulmanes, que ni siquiera son sirios.
¿Cómo ayuda la Iglesia local a los refugiados?
Es la voz de la verdad. Solo la Iglesia está hablando de lo que pasa con los cristianos, y de lo que realmente quiere el pueblo sirio: seguir con su modo de gobierno aunque no sea el ideal. La Iglesia ha denunciado el apoyo que se da a los rebeldes y cómo se alienta la guerra, vendiendo armas y comprando el petróleo del Estado Islámico. Uno de los dolores más grandes de la gente es el abandono de Occidente, que dice una cosa y hace otra.
Por lo demás, hacemos todo lo que podemos. Una cocina de los jesuitas reparte cada día 10.000 platos de comida. Nosotras, con la ayuda económica que nos llega, pagamos alquileres o intentamos comprar lo que encontramos –por ejemplo combustible–, y repartirlo. También hemos presentado varios proyectos a Ayuda a la Iglesia Necesitada para Irak y Siria. Es de las organizaciones que ayudan de forma más seria.
Ayudamos a los musulmanes, pero nuestra prioridad son los cristianos porque son los que más están sufriendo y los que menos ayuda tienen. Es lamentable, pero al pedir la entrada en Europa, a veces se da prioridad a los musulmanes.
¿La guerra ha afectado a la relación con los musulmanes?
No. Siempre ha habido muy buena convivencia, y el sufrimiento común la ha reforzado. Los mismos musulmanes lamentan realmente que el cristianismo vaya desapareciendo. Reconocen que los cristianos son los que mantienen el nivel cultural de la ciudad y transmiten valores.
¿Realmente es posible que desaparezca el cristianismo en Siria?
Dios no lo permita, pero vamos por ese camino si esto no se detiene. Significaría un suicidio tanto para esta región como para Occidente. Las raíces cristianas están aquí. Estos cristianos son el modelo, las columnas que están sosteniendo al cristianismo. Si desaparecen, Occidente se va a diluir.
¿Ha cambiado la situación en las últimas semanas?
Se ha notado sobre todo la entrada de Rusia en combate, porque van a la par con el ejército nacional. En algunos puntos han hecho retroceder al Estado Islámico, algo nuevo; y en Alepo están entrando más alimentos. Los bombardeos de Francia son ineficaces porque son unilaterales. Mientras los países estén divididos y no quieran hacer una coalición con el Gobierno nacional no creo que se pueda hacer nada.
«Ayuda a la Iglesia Necesitada nació para atender a 13 millones de refugiados alemanes repartidos por la Europa del Este tras la II Guerra Mundial», explica Javier Menéndez Ros, su director en España. Ahora, ante una nueva crisis mundial de refugiados, la fundación pontificia ha vuelto a sus raíces. AIN lanza hoy Una Iglesia de campaña con los refugiados en origen, una campaña para atender tanto a los desplazados internos como a los refugiados de cualquier país obligados a buscar asilo en países limítrofes al suyo (sirios e iraquíes en Turquía, el Líbano y Jordania, nigerianos en Camerún…) «Son la mayoría, cien por cada uno que llega a Europa. Queremos que se sepa que la Iglesia se está volcando en prestar esta atención de emergencia no solo en Siria o Irak, sino también en muchos otros países».
«Nos llegan infinidad de peticiones de los obispos —explica Menéndez Ros—. A nivel internacional, hemos pasado de enviar 600.000 euros para este fin en 2005, a once millones en 2015». La excepcionalidad de la situación ha hecho que AIN cambie sus prioridades: «Aunque normalmente no lo hacemos, ahora estamos enviando ayuda material para alimentación y para que tengan un lugar donde vivir. Participamos con 250.000 euros en un proyecto en Siria que se llama Construir para quedarse. Y en Nigeria atendemos a más de 80.000 cristianos que han huido de Boko Haram y viven en las montañas». A esto se suma la aportación habitual de AIN para la atención pastoral a los católicos, como capillas provisionales.
60 millones de desplazados forzosos había en el mundo en 2014 según ACNUR. En 2005, eran 20 millones. De ellos, 38,2 millones son desplazados internos; 14,4 millones, refugiados; y 1,8 millones, solicitantes de asilo.
El primer puesto del ranking lo ocupa Siria, con 3,9 millones de refugiados (el 95 % en países vecinos) y 7,6 millones de desplazados internos.
Cuatro millones de iraquíes son refugiados dentro de su propio país; también 11,7 millones de africanos.
El 86 % de los desplazados forzosos están en países pobres (normalmente de su región).