20 años de trabajo... y sigue desperdiciándose comida
Los Bancos de Alimentos llevan 20 años trabajando en España para «que ningún alimento se pierda». Gracias a su trabajo de recogida de excedentes de empresas y grandes superficies, pueden funcionar numerosas organizaciones sociales. Este año, su labor ha sido reconocida públicamente con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, entregado el pasado viernes. Ya de entrada, el Premio le ha servido al Banco de Alimentos para darse a conocer mejor ante la opinión pública. Gracias a esto, ha aumentado el número de voluntarios y empresas que quieren colaborar
Acaba de amanecer y el almacén que el Banco de Alimentos de Madrid tiene en la Carretera de Colmenar Viejo ya está lleno de movimiento. Sus más de 200 voluntarios —la mayoría jubilados— están preparados, desde primera hora para atender a los cientos de entidades que llegan a por los palés de comida para sus centros, por un lado, y para clasificar los alimentos que llegan de las empresas colaboradoras, por otro. Son la maquinaria del reloj, escondida pero precisa, para que ningún alimento se pierda en la ciudad.
En España, hay tantos Bancos de Alimentos como comunidades autónomas —sumando Ceuta y Melilla–, y se aglutinan en la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL), entidad receptora del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2012. Su existencia no es patrimonio exclusivo de la crisis, que agudiza el ingenio para el justo reparto de los bienes. Los Bancos de Alimentos nacieron en los años 90 del último siglo, «en una época en la que ya había pobres en España, pero donde era muy duro contar a los españoles, en medio de una sociedad en alza, que había gente que pasaba necesidad», recuerda don Javier Espinosa, Presidente del Banco de Alimentos de Madrid. Pero es evidente que, «en las circunstancias actuales de crisis, se ha puesto más de manifiesto cuál es el trabajo que realizamos», añade.
Este trabajo no tiene parangón: ellos se encargan de hacer encaje de bolillos para que los excedentes de producción de empresas y grandes superficies —que, aunque parezca paradójico, siguen existiendo en época de crisis— no acaben en el contenedor de la basura y puedan alimentar a aquellos que más necesidad pasan. Por ejemplo, hasta el Banco de Alimentos de Madrid, llegan cada día entidades como el Hogar Basida, Proyecto Hombre o las carmelitas descalzas del Cerro de los Ángeles a recoger lentejas, patatas, arroz o aceite; aunque «hay lista de espera de entidades a las que no podemos atender», afirma don Javier.
Más infraestructura para llegar a todos
De cara al nuevo curso, el Banco de Alimentos de Madrid se ha planteado un reto: llegar a los caterings y a los restaurantes de la capital, donde se desperdicia un alto porcentaje de comida preparada. «La idea es crear una red de contactos para que, si en un catering de un evento sobra comida, haya un enlace de una entidad próxima a dicho lugar que recoja esta comida y la distribuya», señala Espinosa. Pero, para eso, «necesitamos una logística muy distinta a la que estamos acostumbrados, y un número mucho mayor de voluntarios que trabajen por zonas y barrios y establezcan estas micro-operaciones», reconoce el presidente.
Querer es poder. Por eso, el Banco de Alimentos de Madrid, además, se ha propuesto otro objetivo para el curso: «Ampliar las frecuencias de distribución de alimentos, para poder trabajar mejor con los productos perecederos». Esto se traduce en más almacenes, más camiones de transporte y más mano de obra. ¿Alguien se ofrece?
Un asturiano de Mieres que recoge el premio Príncipe de Asturias de la Concordia; ése es don José Antonio Busto, Presidente de la Federación Española del Banco de Alimentos (FESBAL), un directivo de una compañía petrolera jubilado que, desde hace 10 años, trabaja como voluntario para el Banco de Alimentos: «Recoger este galardón es muy importante para nosotros por dos razones; primero, por los miles de voluntarios que trabajan sin recibir ninguna remuneración. El Príncipe de Asturias es como una señal de calidad, que reconoce que su trabajo está bien hecho. La segunda razón es que somos más conocidos, y cuanto más nos conozcan, más empresas y voluntarios querrán trabajar con nosotros y recogeremos más alimentos». Esta última razón ya se ha notado en la Federación: «Normalmente, venimos firmando alrededor de 6 ó 7 convenios mensuales con empresas, y, en este último mes, hemos firmado 10. Y han aumentado los voluntarios que nos quieren ayudar», señala don José Antonio Busto.
El presidente de FESBAL reconoce que «hay todo un engranaje social que debe modificarse de cara al consumo de alimentos, porque se desechan toneladas de comida que podrían alimentar a miles de personas». Pero esto requiere «un cambio de mentalidad, a nivel particular, y a nivel de sociedad», añade. «Haría falta que las familias afinen a la hora de comprar, pero también que las empresas revisen sus sistemas de envasado y se cambie la legislación sobre qué es el consumo preferente y la fecha de caducidad», concluye.