A la búsqueda de un tesoro - Alfa y Omega

A la búsqueda de un tesoro

La Fundación Juan March se ha dejado invadir por cerca de 200 obras del mejor arte británico realizado entre los siglos XV y XX, firmadas por más de un centenar de artistas, entre los que destacan nombres tan célebres como Holbein, Turner, Bacon o Hockney. Bajo el sugerente título La Isla del Tesoro, esta muestra refleja la evolución artística de la isla mediante piezas magistrales cedidas por los mejores coleccionistas e instituciones de todo el mundo

Eva Fernández
'El príncipe de Orange, Guillermo III, embarca en Holanda y desembarca en Torbay', de J. M. W. Turner (1832). Museo Tate, Londres
El príncipe de Orange, Guillermo III, embarca en Holanda y desembarca en Torbay, de J. M. W. Turner (1832). Museo Tate, Londres.

No siempre se tiene la oportunidad de encontrar el atajo que te conduce a un tesoro, pero gracias a la Fundación Juan March podremos descubrirlo, hasta el próximo 20 de enero. Dentro de los cofres, encontramos pinturas, esculturas, grabados, revistas y fotografías seleccionados con el fin de que podamos conocer más de cerca el acervo artístico que encierra la británica isla del tesoro, y que según su comisario, Manuel Fontán, «permanece todavía medio oculto y está por descubrir».

La muestra se ha organizado en siete secciones, que discurren por orden cronológico y que abarcan desde los tempranos ejemplos de escultura religiosa mutilada por el odio anticatólico e iconoclasta durante la Reforma, hasta el conceptualismo de las piezas de arte pop de Hockney. Un relato por la apasionante historia de la isla desde que Enrique VIII rompió con Roma, pasando por la reina Victoria y su política imperialista, la decadencia posterior que arruinó el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial y el renacimiento postindustrial que catapultó a la isla hasta la llegada de Margaret Thacher como Primera Ministra en 1979.

La ruta de este mapa del tesoro parte de la primera sección, titulada Destrucción y Reforma (1520-1620), en la que el maestro Hans Holbein el Joven, afincado en Inglaterra desde 1626, nos sorprende con el extraordinario retrato de perfil de Sir Thomas Wyatt (c. 1540-42), el primero realizado all’antica en la pintura inglesa, con un acabado pulido casi como de esmalte, en el que parece sentirse el latir de las venas del soldado Wyatt, quien años después sería decapitado por orden de Enrique VIII.

Retratos de la monarquía

La Revolución y el Barroco (1620-1720) echa un vistazo a la monarquía de los Estuardo, a través de una fabulosa colección de retratos como el de La reina Enriqueta María (1632), en el que Anthony Van Dyck dibuja, casi al detalle, la textura del vestido de la hija de Enrique IV de Francia y María de Médicis, casada con el rey protestante Carlos I, gracias a una dispensa papal, con el fin de que quizás ella podría influir en la vuelta de Inglaterra a Roma. Las salas que siguen dan cabida al apartado Sociedad y sátira (1720-1800), donde nos encontramos con un John Hopper que se adelanta el romanticismo en el retrato de la niña Anne Isabella (c. 1800), niña superdotada que, posteriormente, se convertiría en la mujer de Lord Byron. Otro pintor inglés, Johan Zoffany, refleja, en su Pelea de gallos del coronel Mordaunt (c. 1784-88), una de las muchas escenas que pintó para la colonia británica asentada en la India. Entramos ahora de lleno en los impresionantes paisajes de John Constable, Thomas Gainsbourgh o Turner, encuadrados dentro de Paisajes de la mente (1760-1850), una época que profundiza en el acuarelismo inglés y la pintura fantástica. Destaca, en esta sección, el cuadro Los segadores (1783), de George Stubbs, un artista que siempre mostró gran interés por la gente del campo. No podía faltar Turner con el conocido óleo El Príncipe de Orange, Guillermo III embarca en Inglaterra y desembarca en Torbay tras una travesía tempestuosa (1832), que recrea uno de los episodios más críticos de la historia inglesa a finales del siglo XVII. Continuamos nuestro camino en la época llamada Realismo y reacción (1850-1900), con el Nocturno: azul y plata (1872), en el que Whistler se adelanta a la abstracción en esta composición brumosa, para cuya realización el pintor navegaba cada atardecer por el Támesis y pintaba de memoria durante toda la noche. Entramos ya en el siglo XX con Modernidad y tradición (1900-1940). Aquí, el pintor Stanley Spencer nos presenta Un grupo familiar (1937), en el que la tensión que respiran los rostros de su mujer e hija confirma que las cosas no iban bien en su matrimonio. Imponente también el retrato de Lytton Strachey (1914), con el que Henry Lamb homenajea al grupo de Bloomsbury.

El plano del tesoro concluye en Y un mundo feliz (1945-1980), que describe la gran expansión del arte británico tras la Segunda Guerra Mundial. Encontramos un ejemplo en Laurence Stephen Lowry, con Paisaje industrial (1950), una pintura de cierto aire naif y onírico de la ciudad de Manchester.

Existe un tópico que pone en boca de un inglés esta afirmación: «Si Dios hubiese querido que fuéramos parte del Continente, evidentemente no hubiera abierto el Canal». La isla, en verdad, tiene un tesoro, y esta vez no hace falta que atravesemos el Canal para disfrutarlo.