Arzobispo de Bangui: «La religión aquí no es un problema, sino la solución»
En 2013, mientras el cardenal Nzapalainga acababa de ser nombrado arzobispo de Bangui, la guerra civil arrasaba con todo. Un libro cuenta su compromiso por la paz en República Centroafricana, donde promueve la reconciliación entre los vecinos
El relato de los que han sobrevivido a un asalto de los rebeldes —que con cadencia cíclica se hacen por la fuerza con el poder en la República Centroafricana— es estremecedor. Son máquinas de matar y, en la mayoría de las ocasiones, operan cegados por las drogas y el alcohol. En marzo de 2013, una de esas facciones de insurgentes llamada Seleka, de mayoría musulmana, lanzó una ofensiva brutal en la capital del país para derrocar al entonces presidente, François Bozizé. Dieudonné Nzapalainga acababa de ser nombrado arzobispo de Bangui, y no tenía ninguna intención de huir. «Si he elegido ser obispo, no es para abandonar a mis fieles en tiempos de dificultad. Estoy dispuesto a morir aquí», respondió sin vacilar a los que le propusieron refugiarse en el Congo. Era el comienzo de una atroz guerra civil que dejó miles de muertos y una de las peores y más olvidadas crisis humanitarias del continente.
Cuando aporrearon la puerta del humilde edificio que acoge el arzobispado, él mismo les abrió la puerta. Eran un grupo de 25 jóvenes, amontonados en un todoterreno, que mostraban con orgullo sus machetes y fusiles. Llevaban todo tipo de uniformes robados a los militares de las ciudades que ya habían ocupado antes de llegar a Bangui. Con una calma pasmosa, los invitó a pasar dentro y se presentó: «Mi trabajo es hablar de Dios y predicar la paz. Eso es lo que hago en este país». Entonces vio que uno de ellos llevaba colgado al cuello un amuleto que suelen llevar los musulmanes. Metió lentamente su mano en el bolsillo y sacó el rosario del que nunca se separa: «Lo agité delante de su cara y le espeté: “Nadie puede decir cuál es más fuerte de los dos, ¿eh?”». Los rebeldes se quedaron boquiabiertos. «Aquí está la casa de Dios. No quiero que corra la sangre. Váyanse de aquí». Y milagrosamente le obedecieron.
Este es el primer capítulo del libro que el periodista francés Laurence Desjoyaux ha dedicado a su valentía y compromiso por la paz en un país asolado por la sed de venganza. Je suis venu vous apporter la paix (He venido a traeros la paz) fue publicado en Francia en 2021. Ahora ha sido traducido al italiano por la Libreria Editrice Vaticana y presentado en Roma por el propio Nzapalainga, que en 2016 —sin haber cumplido los 50— se convirtió en el cardenal más joven de la Iglesia católica. También es al que más veces le han apuntado con una pistola en la sien. Un hombre de Dios que se ha enfrentado a los señores de la guerra.
Tras el derrocamiento de Bozizé en 2013, otro grupo de insurgentes, los Antibalaka, de mayoría cristiana, arrasó decenas de ciudades para masacrar a todos los musulmanes que encontraban a su paso, considerados sin excepción cómplices de los Seleka. Desde entonces, casi todas las infraestructuras del país han sido reducidas a la nada. Pero lo más preocupante es que las relaciones humanas «se han roto por la desconfianza y la división, de manera que el amigo se ha convertido en enemigo», asegura Nzapalainga.
El cardenal centroafricano sabe que la pobreza y la falta de oportunidades son el mejor caldo de cultivo para que las milicias radicales sigan creciendo a costa del resentimiento. Por eso, junto al imán Omar Kobine Layama —fallecido en 2020— y al pastor protestante Nicolas Gbangou, lanzó la Plataforma Interreligiosa por la Paz, con la que recorrieron todo el país sembrando la reconciliación donde antes estaba plantada la semilla del odio.
Los tres santos de Bangui —como se les conoce en el país— llegaban de la mano hasta los pueblos más recónditos hablando de perdón. Después ponían frente a frente a vecinos musulmanes y cristianos que llevaban meses sin hablarse, paralizados por el odio, para que reconstruyeran juntos la memoria de lo que había sucedido. La escucha recíproca sacudió la tensión. Al final todos eran igualmente víctimas de los grupos armados.
En 2015, el Papa Francisco visitó Bangui para apoyar estas iniciativas y desde allí inauguró el Año de la Misericordia. Si bien en el país africano han convivido en relativa armonía las tres religiones predominantes, se suele caer en el simplismo de identificar a los bandos beligerantes con sus respectivas religiones. Nzapalainga representa el antídoto para este reduccionismo. «He denunciado que es la prensa internacional la que calificó nuestra crisis de interreligiosa. La religión aquí no es un problema, sino la solución. Todos somos hijos de Abraham», constata.
Tras ocho años de violencia fratricida, la castigada República Centroafricana celebró elecciones a finales de 2020 con la esperanza de lograr la paz y la estabilidad. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario: los comicios engendraron una nueva espiral de violencia. En la actualidad hay más de 14 grupos armados. «Lo que queremos es que
desarmen a esta gente y que dejen tranquila a la población. Son estos grupos los que saquean y explotan las riquezas minerales. En algunos sitios hay autoridades, pero son simbólicas, porque los que tienen el poder son los rebeldes», incide. No obstante, no pierde la esperanza: «Ahora es un momento propicio para mirar hacia adelante. Debemos remangarnos y trabajar para construir la paz en nuestros corazones y con los demás. No debemos generalizar y considerar al otro indiscriminadamente como el diablo. Hay que volver al dialogar».
Cardenal Nzapalainga y Laurence Desjoyaux
Libreria Editrice Vaticana
2022
176
15 €