Un cardenal para la Nigeria ensangrentada por el fundamentalismo islámico. «Hay que oponer al mal la fuerza del amor y la razón»
La alegría por la creación del cuarto cardenal nigeriano de la Historia, John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuya, quedó ensombrecida, 24 horas después, en Roma por las dramáticas noticias procedentes del país africano: en un atentado contra la iglesia de un cuartel perdieron la vida once personas y otras muchas quedaban heridas
Se trata de un nuevo domingo de sangre derramada por Boko Haram, que en el idioma hausa local significa la educación occidental es pecado, un grupo religioso de carácter fundamentalista islámico activo en Nigeria que quiere introducir la ley islámica sharia en los 36 Estados del país africano más poblado. En Nigeria, país con unos 170 millones de habitantes, la mitad de la población es musulmana, mientras que algo menos del resto de la población es cristiana, católica y de otras confesiones.
Dinamita entre musulmanes y cristianos
Boko Haram, fundado en 2001, ha dinamitado la convivencia entre los seguidores de ambas religiones, lanzando una campaña de ataques contra cristianos y contra musulmanes que se oponen a su visión fundamentalista y violenta. Se calcula que, en los primeros seis meses de 2012, el grupo terrorista ha acabado con la vida de 620 personas. A pesar de que sus miembros no son numerosos, alcanzó fama mundial en 2009, cuando mató a más de mil personas.
Si el odio de Boko Haram no ha logrado hacer estallar la violencia entre musulmanes y cristianos en Nigeria, parte del mérito debe ser reconocido precisamente al cardenal Onaiyekan, biblista de 68 años, quien en estos cuatro años ha dejado cuerpo y alma para dar a entender al país que Boko Haram es, ante todo, un enemigo de los musulmanes nigerianos. A él se debe en buena parte el que la población cristiana no haya caído en una espiral de respuesta a la provocación terrorista, a pesar del terror que encadena a varios Estados. Por este motivo, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz, de Estocolmo, confirmaba, a inicios de octubre, que entre los candidatos a recibir el Premio Nobel de la Paz, en 2012, se encontraba precisamente el cardenal Onaiyekan, acompañado por el sultán de Sokoto, Alhaji Muhammed Sa’ad Abubakar III, líder islámico más representativo de Nigeria. El 31 de octubre, Onaiyekan recibió el reconocido premio Pax Christi International por sus esfuerzos para promover el entendimiento entre pueblos de diferentes creencias, a través del diálogo en África.
Mandato evangélico
Este sábado por la tarde, cuando, en el Palacio apostólico vaticano, el cardenal John Olorufemi Onaiyekan recibía la felicitación de fieles y peregrinos, con frecuencia la conversación se orientaba a la difícil situación que vive Nigeria en estos momentos.
«Mis esfuerzos no se dirigen sobre todo a resolver el problema de Boko Haram, sino más bien a tratar de conservar entre los nigerianos el sentido de la familia y de la unidad para que no permitan que Boko Haram destruya este valor», nos explicó en este acto personal, que antiguamente se llamaba saludo de calor.
Según el purpurado, la prioridad en estos momentos consiste en aislar a los terroristas de Boko Haram, pues asegura que constituyen una auténtica anomalía. «Los musulmanes nigerianos no son Boko Haram. Boko Haram se compone de pocas personas, mientras que la gran mayoría de los musulmanes con los que tratamos no comparte sus ideas», afirmó.
«Nosotros, como cristianos, seguimos anunciando el Evangelio a los demás, reconociendo que hay personas que tienen otra creencia y que desean que sea respetada. Con estas personas podemos colaborar, pues tenemos mucho en común. Además de los valores que compartimos musulmanes y cristianos, somos ciudadanos de un mismo país y tenemos que afrontar los mismos problemas y desafíos». Por este motivo, añadía el cardenal, en los saludos personales, que no «somos adversarios, sino aliados. Estoy seguro de que, si trabajamos así, daremos un impulso al Evangelio».
Realismo cristiano
Y a quienes le decían que, en ocasiones, sobre todo entre clases populares, los cristianos se cansan de ofrecer siempre la otra mejilla, el cardenal afirmaba: «No podemos cambiar el texto del Evangelio, pero al mismo tiempo tenemos que leerlo con realismo y recordar siempre a nuestra gente que Jesús nos ha pedido que presentemos la otra mejilla. Ahora bien, cuando fue abofeteado por uno de los guardias, Él mismo preguntó: Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?».
«De este episodio he aprendido una lección –reconoce el cardenal–: si alguien te agrede, la respuesta adecuada no es la de responder de la misma manera, sino preguntar: ¿Por qué lo haces? Hay que oponer al mal la fuerza del amor y de la razón. Esto es lo que exactamente hizo Jesús».
Además, recuerda el cardenal, Boko Haram no sólo ataca a los cristianos. «Insisto: Boko Haram no es la verdadera cara del Islam nigeriano. También atacan a musulmanes que no piensan como ellos. Sus atentados no sólo los organizan los domingos, sino también los viernes, contra mezquitas».
Desde hace ya casi diez años, se hablaba de la posibilidad de que Onaiyekan fuera creado cardenal por Juan Pablo II o Benedicto XVI. El interesado responde: «Ser cardenal no es algo que uno pueda programar. Por tanto, sólo puedo decir que fue una sorpresa cuando me informaron pocas horas antes del anuncio por parte del Papa», reconoce el nuevo purpurado.
Este lunes, cuando el Papa se despidió de Onaiyekan tras las celebraciones con motivo de su creación como cardenal, le invitó a regresar a Nigeria «confiando y fortificado en su misión espiritual y apostólica, manteniendo fija la mira en Cristo». Sólo Cristo es capaz de explicar la vida y el mensaje de este hombre.
Se trataba de una reunión atípica, en varios sentidos. El quinto Consistorio de Benedicto XVI era, en realidad, según ha explicado el Papa, continuación del de febrero, y en él no se ha creado cardenal a ningún italiano ni a ningún europeo. Tampoco había miembros de la Curia. El Santo Padre ha explicado que estos nombramientos han tenido lugar «precisamente en el contexto de la nueva evangelización», y que son «un gesto de universalidad de la Iglesia». Además del arzbispo de Abuya (Nigeria), los nuevos cardenales son Béchara Boutros Rai, Patriarca de los Maronitas; Baselios Cleemis Thottunkal, arzobispo mayor de Trivandrum de los siro-malankares (India); Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá (Colombia); Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas); y James Michael Harvey (EE. UU.), Arcipreste de la Basílica de San Pablo.
Ante los nuevos cardenales, el Papa señaló que «el Colegio cardenalicio se sitúa en el surco y en la perspectiva de la unidad y la universalidad de la Iglesia: muestra una variedad de rostros, en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este Consistorio -añadió-, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo».
Benedicto XVI se centró en el significado del término católica, explicando que «indica un rasgo esencial de la Iglesia y su misión: la Iglesia es católica porque Cristo abraza en su misión de salvación a toda la Humanidad». De este modo, «Jesús no envía su Iglesia a un grupo, sino a la totalidad del género humano para reunirlo, en la fe, en un único pueblo con el fin de salvarlo. Así, pues, la universalidad de la Iglesia proviene de la universalidad del único plan divino de salvación del mundo». En el contexto actual de la nueva evangelización, el Papa resaltó que «Jesús envía a los apóstoles a todas las criaturas, para que llegue por doquier la acción salvífica de Dios, y les confiere el encargo de dar testimonio de Él en el mundo, superando los confines culturales y religiosos». En los comienzos de la Iglesia, los apóstoles se ponen en marcha sin ninguna seguridad humana, sino con la sola fuerza del Espíritu Santo, del Evangelio y de la fe. Es el fermento que se esparce por el mundo, pero que sigue siendo una única Iglesia, la Iglesia que, tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma, es siempre la misma, una y universal».
El Colegio cardenalicio pasa a estar compuesto por 211 purpurados, de los cuales 120 son electores.