A riesgo de ser tachado de aguafiestas –nada más lejos de mis deseos–, me parece oportuno recordar en este momento, en el que parece surgir un clima de recuperación económica, que la triste y dura realidad sigue siendo la que es y que hacerse ilusiones, antes de tiempo y más de lo justo, puede ser altamente perjudicial. Sí, es verdad que baja la prima de riesgo; sí, es verdad que la Bolsa y las exportaciones comienzan a dar síntomas positivos; sí, es verdad todo lo que ustedes quieran, señores del Gobierno, en el terreno del resurgimiento económico; pero las impresionantes colas del paro siguen siendo las que son: cada uno de los seres humanos de esos 6 millones de españoles sin trabajo es una profundísima tragedia, una herida moral y psicológica…, y no es tolerable, no es soportable que 56 de cada 100 de nuestros jóvenes estén en el paro. Es una cifra tan espeluznante, tan aterradora, que toda cautela ante la euforia es poca. En Italia, son 37 de cada 100 los jóvenes sin trabajo, y en otros países de nuestro entorno para qué les voy a contar a ustedes. Un país con esa cifra de jóvenes en paro no tiene futuro, o lo tiene muy oscuro y sigue siendo de primera necesidad poner remedio a semejante desastre. Sí, el Gobierno actual ha hecho muchas cosas, pero no sé si ha hecho las principales y no sé si ha empezado por donde tenía que haber empezado. Se anuncia un plan drástico de reducción del gasto público, pero todavía no se ha empezado a reducir, o lo que se ha hecho es poco menos que simbólico. Habrá que cambiar lo que haya que cambiar, sea la Constitución o sea el Estado de las Autonomías, pero habrá que hacerlo, y habrá que saberlo comunicar porque, si no, el estallido social es inevitable. Se podrá ir trampeando durante algún tiempo por lo de la economía sumergida, pero, a la larga, tantos millones de parados, tantos jóvenes sin trabajo, tantas familias imposibles y en las que nadie cobra un euro son una bomba retardada. De modo que, insisto, bienvenidos sean los brotes verdes, si es que los hay, pero que nadie se engañe y se haga ilusiones de que esto ya ha pasado; esto no ha pasado y esto va a tardar en pasar. Caín, el humorista de La Razón, ha pintado una viñeta en negro total, en medio de la que surge una voz en off que dice: «Estamos ahorrando en luz y taquígrafos». Toda luz es poca en esta situación, la gente necesita saber lo que pasa y tiene derecho a saberlo.
Dicen que la Sanidad sigue siendo universal y gratuita para todos: ¿qué pasa, que los miles de enfermos que iban a ser operados y se han quedado sin operación no pertenecen al universo? Esta mañana, en la farmacia, una señora anciana se quejaba de que la gripe de este año le ha dejado sin comer un par de días, porque, o comía, o dejaba a deber en la farmacia, que dicen que es gratuita. Hay políticos que andan aconsejando a los Bancos que no den intereses de más del 2 %. Eso supone perder dinero y desincentivar el ahorro, o meter los ahorros en Bancos extranjeros que den más del 2 %. Le he escuchado al señor Feijóo, señor presidente de la Junta de Galicia, que, como ciudadano, está en contra de lo del etarra terminal Bolinaga que anda por Mondragón de tapas y diciendo que no se arrepiente de su barbarie; pero dice Feijóo que, como político, tiene que cumplir con el Estado de Derecho. ¿El Estado de qué? Como político, ¿no tendrá que hacer que cambie un Estado de Derecho que permite eso que como ciudadano le repugna? ¿Para qué están los políticos, sino para cambiar lo moralmente intolerable e ilícito, aunque sea legal? ¿Y qué me dicen ustedes de toda esa ralea de tarados que se ha manifestado en Vascongadas a favor de los presos etarras incluidos mayores zaragoza y bardemes diversos? Y, encima, el tal Tardá declara que siempre está con quienes defienden los derechos humanos, igual que el andaluz robasupermercados. Está muy bien que empiecen a ser publicados los macrosueldos y el infumable organigrama de Telemadrid. Ya era hora. Ahora sólo falta que conozcamos también los macrosueldos y organigramas de todas las demás televisiones públicas. No está mal conocer estas cosas, ahora que, como dice algún experto, «España ha empezado a dejar de vivir por encima de sus posibilidades». Ya iba siendo hora, pero todavía hay mucho déficit de sentido común.