La discapacidad pide más protagonismo en el Sínodo
En la síntesis de la fase diocesana del Sínodo no aparecía ninguna referencia a las personas con discapacidad y hubo que añadirla al final, a pesar de que ellos sí participaron en el camino sinodal
En el logo oficial del Sínodo sobre la Sinodalidad se pueden observar un montón de figuras que tratan de representar a todos los perfiles de la sociedad. Hombres, mujeres, ancianos, niños. Entre ellos aparece también una persona en silla de ruedas, que estaría visibilizando a quienes tienen una discapacidad. A pesar de ello, la Iglesia española no hizo referencia explícita ellos en la síntesis que elaboró con las propuestas de todas las diócesis y que fue presentada durante una asamblea final celebrada el pasado 11 de junio en la Fundación Pablo VI.
«No salía para nada el tema de las personas con discapacidad y solo se incluyó una referencia después de que abrieran el día 11 la posibilidad de incluir enmiendas al texto», explica Xavier Pagés, director del Secretariado de Pastoral para las Personas con Discapacidad de Barcelona. Al final, las personas con discapacidad aparecieron referenciadas como una de las «lagunas» del documento final.
La omisión sorprende no solo porque el 9,25 % de la población española —4,35 millones de personas— padece algún tipo de discapacidad, sino porque además estas se han implicado activamente en el camino sinodal. «Nosotros, por ejemplo, hemos tenido un grupo de unas 35 personas sordas con el que hemos hecho una sesión al mes, y otro grupo de unos 30 jóvenes con diferentes discapacidades», subraya Pagés, que impartió una conferencia sobre Sinodalidad: Caminar juntos durante el XXX Encuentro de la Pastoral del Sordo y Sordociego, organizado por la Conferencia Episcopal Española (CEE), que se celebró en Compostela entre el 23 y el 27 de junio.
De aquellas reuniones, la propuesta principal fue la de «que se tenga en cuenta, como uno más, a las personas con discapacidad y que haya una acogida real por parte de las comunidades parroquiales», recuerda el responsable catalán. Lo que implica, entre otras muchas cosas, que se traten de eliminar las barreras arquitectónicas, que esté previsto un acompañamiento para las personas con discapacidad visual o que haya sacerdotes, voluntarios o catequistas que se formen en lenguaje de signos. En el caso de Xavier Pagés, lo aprendió hace 30 años. «El sacerdote que se encargaba de la Pastoral del Sordo en Barcelona ya era mayor y estaba preocupado por encontrar un relevo». Por aquel entonces, «yo estaba en el seminario y me pidieron este servicio, a pesar de que nada tenía que ver con este mundo».
Aun así aceptó, y más tarde se dio cuenta de que el Señor le había preparado de alguna manera. «Tenía una gran capacidad gestual, de vocalización y, curiosamente, me fue muy fácil aprender la lengua de signos, cuando siempre me había costado el tema de los idiomas», concluye el sacerdote.
La asunción de esta tarea por parte de Pagés coincidió en el tiempo con el inicio de los encuentros de la Pastoral del Sordo y Sordociego de la CEE, que ahora han cumplido tres décadas. Jesús Lahoya, sacerdote responsable de la Pastoral del Sordo de Granada, fue el encargado de cerrar el de este año con una ponencia que buceó en la historia. Una historia de la que él, que tiene 89 años, forma parte, pues es uno de los primeros sacerdotes que se involucraron en esta pastoral. Todo empezó, sin embargo, con «Agustín Yanes, que era sordo y tuvo muchas dificultades para ordenarse», porque por aquel entonces la sordera era un impedimento para ser sacerdote, resume Lahoya. De hecho, Yanes «tuvo que pedir una dispensa a Roma y, tras serle concedida, se convirtió en 1967 en el primer sacerdote español con sordera».
A partir de entonces, «Agustín se encargó de reunir un grupo pequeño de curas para tratar de involucrarles en la atención religiosa a los sordos», recuerda Jesús Lahoya, que formó parte de aquellos pioneros. «Nos reuníamos a nivel privado en el colegio para sordos de Madrid Sagrada Familia y poníamos en común nuestras experiencias y dificultades». Esto, sumado a los numerosos viajes que Yanes realizó por toda España para alentar esta pastoral, puso las bases de los encuentros que, a partir de 1992, comenzó a organizar la Conferencia Episcopal de forma oficial.