Un constructor de puentes
Cristianos de otras confesiones, musulmanes, judíos, personas no creyentes… El Papa Francisco ha ofrecido a todo el mundo la mano tendida de la Iglesia, con el fin de «construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos», marcando siempre una nítida continuidad con el pontificado de Benedicto XVI
La fase de presentaciones ha terminado. Se cerró la pasada semana, con el encuentro del miércoles con los representantes de otras religiones y confesiones cristianas, y la recepción, el jueves, al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
El Papa acreditó su condición de Pontífice, esto es, de alguien que «construye puentes, con Dios y entre los hombres». Ésta fue la idea de fondo en sus intervenciones, que –algo poco habitual en él– leyó sin salirse del guión. Aseguró su «firme voluntad» de continuar los pasos de sus predecesores en el camino del diálogo ecuménico, y, en particular, los de Benedicto XVI. De él hizo suya también la preocupación por los estragos de la dictadura del relativismo, la necesidad de un debate intercultural y la voluntad de un diálogo abierto y sincero con las personas no creyentes. El objetivo –dijo– es fortalecer «el deseo de construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos», que no es posible cuando se excluye a Dios.
Éstos son los hitos más significativos de los últimos días:
Abrazo al Patriarca Bartolomé I
La asistencia del Patriarca ecuménico de Constantinopla a la Misa de inicio de pontificado fue un hecho histórico, sin precedentes. Bartolomé I mostraba así su voluntad de avanzar hacia la comunión plena entre ortodoxos y católicos. En nombre de los representantes de las demás religiones y confesiones cristianas, el Patriarca saludó al Papa, a quien se refirió como «obispo de la venerable Iglesia de la antigua Roma, que preside en la caridad». Era evidente el eco de las palabras con las que el propio Pontífice se presentó en la Plaza de San Pedro, tras su elección, el 13 de marzo: obispo de «la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias». Por iniciativa de Benedicto XVI, la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa ha debatido intensamente, en los últimos años, sobre el primado de Roma durante el primer milenio, antes de la ruptura. El modo en que se ha presentado a sí mismo Francisco, que rara vez utiliza la palabra Papa, está en sintonía con esos esfuerzos de recomponer la unidad de la Iglesia, aunque a nadie se le oculta que persisten grandes diferencias sobre la comprensión del Primado de Pedro.
Expectativas con Moscú
Más difíciles se presentan las relaciones con la Iglesia ortodoxa con mayor número de fieles, la rusa, aunque el nuevo pontificado arranca en el momento de mayor sintonía histórica entre católicos y ortodoxos rusos, gracias, en gran medida, a los esfuerzos y los buenos oficios de Benedicto XVI. A través de un mensaje, el Patriarca Cirilo alabó la cooperación de los últimos años «en el espíritu de amor fraternal», y, como áreas de cooperación para el futuro, citó la defensa de «los cristianos perseguidos en varias partes del mundo», así como la protección de «los valores morales tradicionales en las sociedades modernas seculares». En representación del Patriarca Cirilo, viajó a Roma el responsable de Relaciones Externas del Patriarcado de Moscú, el Metropolitano Hilarión, a quien el Papa recibió en audiencia privada. Hilarión ha dejado abierta la posibilidad de un encuentro entre el Santo Padre y el Patriarca, aunque no de forma inmediata, y en todo caso, en algún lugar neutral.
También los anglicanos tienen nuevo Primado
No estuvo en Roma el arzobispo de Canterbury y nuevo Primado anglicano, Justin Welby, que hasta unos días después, el 21 de marzo, no tomó posesión de su cargo. La Santa Sede hizo público el mensaje de felicitación que había dejado escrito Benedicto XVI antes de su renuncia. El Papa Francisco transmitió, en un breve añadido, su deseo de un encuentro «en el futuro próximo» y de que haya continuidad en «las relaciones fraternas de las que nuestros predecesores han disfrutado».
Buena acogida entre los musulmanes
Los musulmanes han acogido muy positivamente la mano tendida que les ha ofrecido el Papa. La que es considerada máxima autoridad religiosa sunita, el imán de Al Azahr (El Cairo), no estuvo entre los diversos representantes musulmanes en el encuentro con el Papa, pero envió un caluroso mensaje, en el que ofrece cooperación «para defender los valores comunes y poner fin a la cultura del odio y de la desigualdad». No son palabras vacías. Al Azhar rompió relaciones con el Vaticano en 2011, tras acusar a Benedicto XVI de interferencia en los asuntos internos de Egipto. El ahora Romano Pontífice emérito se había limitado a pedir a los Gobiernos de la región protección para las minorías religiosas, tras el atentado que, el 1 de enero de ese año, provocó más de 20 muertos en una iglesia copta de Alejandría.
Excelentes relaciones con los judíos
En la misma noche de su elección, el Papa envió un telegrama al Rabino jefe de Roma. El Santo Padre está claramente decidido a mantener con él –y con el judaísmo, en general– la misma relación de fraternidad que caracterizó siempre su trato con la numerosa comunidad judía de Buenos Aires. En 1994, un atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) provocó 85 muertos en la capital argentina. Los judíos encontraron en la Iglesia los brazos abiertos, pero se han sentido desamparados por los sucesivos Gobiernos argentinos, en especial por el actual, que ha alcanzado un acuerdo con el Gobierno islamista de Irán para investigar lo sucedido.
La incógnita china
Cuando, en su discurso a los embajadores, el Papa expresó su deseo de «emprender un camino con los pocos países que todavía no tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede», todo el mundo pensó, automáticamente, en Arabia Saudí y en China. Con el país árabe, pese al notable acercamiento de los últimos años, se interpone el muro infranqueable de la negativa a reconocer el derecho a la libertad religiosa. Con China, el relevo en la cúpula del régimen permite albergar alguna esperanza, aunque, por el momento, los hechos no acompañan. El comunicado de Pekín, tras la elección del Papa Francisco, fue frío. Y el mismo día de la Misa de inauguración de pontificado, se celebró en Kunming una ordenación ilícita de sacerdotes. Según la organización de derechos humanos cristiana con sede en Estados Unidos China Aid, el Gobierno ha puesto en marcha una campaña contra la Iglesia subterránea, para forzar a los cristianos a inscribirse en la Asociación Patriótica, controlada por el régimen. Las autoridades mantienen a varios obispos y sacerdotes encarcelados, o en paradero desconocido, por su fidelidad a Roma, algunos desde hace varios años.
¿Nueva etapa con Argentina?
Muchos creen que es sólo una oportunista farsa, pero el arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, cree que Cristina Fernández de Kirchner es sincera al ofrecer una nueva etapa en las relaciones con la Iglesia. «Estuve con la Presidenta después del encuentro con el Papa y la vi, diría, hasta emocionada. Creo que hay algo nuevo…», dice el obispo, en palabras recogidas por la agencia Fides. No es un secreto que la elección del cardenal Bergoglio sentó muy mal en la Casa Rosada. El ahora Papa fue muy crítico contra la legalización del llamado matrimonio homosexual, o contra los planes de ampliar la despenalización del aborto. También denunció, con palabras muy duras, el olvido de los más pobres: «Buenos Aires es una fábrica de esclavos y una picadora de carne», dijo en 2010. A pesar de los desencuentros, el cardenal Bergoglio mostró una gran cercanía a la Presidenta cuando murió su marido Néstor, pese a que éste llegó a llamarle «líder espiritual de la oposición». Tras ser elegido Papa, Kirchner fue la primera dirigente a la que recibió.
Pérez Esquivel zanja la polémica
Salvando las distancias, el encuentro del Papa con Adolfo Pérez Esquivel recordó el de Benedicto XVI, en 2005, con su antiguo amigo y después gran detractor Hans Küng. El Premio Nobel de la Paz argentino es conocido por su proximidad a la teología de la liberación de corte marxista, aunque su vertiente más reconocida internacionalmente es la de luchador contra la dictadura argentina (1976 -1983) y otros regímenes militares en Iberoamérica. A nivel mediático, el encuentro sirvió para zanjar la polémica sobre la supuesta complicidad del cardenal Bergoglio con la dictadura, que Pérez Esquivel y múltiples testigos han desmentido categóricamente.