En una de sus últimas intervenciones antes de su renuncia, Benedicto XVI alentaba a los seminaristas de Roma a permanecer firmes en la fe, aceptando incluso «el aspecto martirial del cristianismo, que puede tomar formas muy diferentes», porque «no se puede ser cristiano sin seguir al Crucificado, sin aceptar el martirio». Semanas después, el nuevo Papa, el Santo Padre Francisco, volvía a incidir en la misma idea durante su primera homilía al frente de la barca de la Iglesia: «Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor», decía a los cardenales el pasado 14 de marzo. No habían pasado ni dos semanas cuando, el pasado 27 de marzo, el Papa recibió en Audiencia al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, para autorizar la promulgación de sus primeros Decretos de beatificación, entre los que se incluyen 62 nuevos mártires de España, Hungría, Italia, Rumanía y Alemania. Además, ha reconocido el milagro que supondrá la beatificación de la fundadora del Instituto de las Hermanas Pobres Franciscanas de la Adoración Perpetua, la Sierva de Dios María Teresa Bonzel, natural de Olpe (Alemania), a quien Benedicto XVI había declarado Venerable hace 3 años. El milagro se produjo en 2001, cuando un grupo de religiosas de este Instituto se encomendaron a su fundadora para pedir por la sanación de un joven de la localidad estadounidense de Colorado Springs y el chico se curó sin explicación científica.
58 mártires de la persecución religiosa durante nuestra Guerra Civil
Además, el Santo Padre aprobó el martirio de 58 españoles, asesinados por odio a la fe en España, en los años de la guerra civil, entre 1936 y 1938: los Siervos de Dios Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén, y 5 compañeros mártires, muertos en 1936; los Siervos de Dios José Máximo Moro Briz y otros 4 sacerdotes de la diócesis de Ávila, muertos en 1936; los Siervos de Dios Joaquín Jovani Marín y otros 14 compañeros de la Sociedad de los Sacerdotes Operarios Diocesanos, muertos entre 1936 y 1938: y los Siervos de Dios Andrés de Palazuelo, sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y 31 compañeros, asesinados entre 1936 y 1937. A estos Decretos de martirio hay que añadir el del Siervo de Dios Vladimir Ghika, sacerdote diocesano, nacido en Estambul (Turquía), el 25 de diciembre de 1873, y asesinado por odio a la fe en Bucarest, en la Rumania comunista, el 16 de mayo de 1954; el del Siervo de Dios José Girotti, sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Predicadores, nacido en Alba (Italia), en 1905, y muerto por odio a la fe en el campo de concentración de Dachau, Alemania, en 1945; el del Siervo de Dios Esteban Sándor, laico profeso de la Sociedad de San Francisco de Sales, nacido en Szolnok, Hungría, en 1914, y asesinado en Budapest, en 1953; y el martirio del Siervo de Dios Rolando Rivi, joven alumno del Seminario, nacido en San Valentino de Castellarano (Italia), el 7 de enero de 1931, y asesinado en Piane de Monchio, en 1945.
Asimismo, el Papa ha aprobado las virtudes heroicas del Siervo de Dios Eladio Mozas Santamera, sacerdote español y fundador de las Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad; las del Siervo de Dios Manuel Aparici Navarro, sacerdote diocesano de Madrid; las del Siervo de Dios Moisés Lira Serafín, sacerdote mexicano de los Misioneros del Espíritu Santo, y fundador de la Congregación de los Misioneros de la Caridad de María Inmaculada; las del Siervo de Dios Generoso del Santísimo Crucifijo, sacerdote italiano de la Congregación de la Pasión de Jesucristo; las del Siervo de Dios Olinto Marella, sacerdote diocesano, nacido en Pellestrina, Italia; y las del Siervo de Dios Antonio Kowalczyk, Hermano Laico de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, nacido en Silesia, Polonia, el 4 de junio de 1866, y fallecido en Edmonton, Canadá, el 10 de julio de 1947; así como las de la Sierva de Dios Silvia Cardoso Ferreira da Silva, laica, nacida en Paços de Ferreira, Portugal, el 26 de julio de 1882, y fallecida en Oporto, Portugal, el 2 de noviembre de 1950.