Los futuros pobres de España
Algunos jóvenes han cogido las maletas y emigrado fuera del país, en busca de empleo, pero el verdadero problema es que hay cerca de un millón de chicos que continúan esperando una oportunidad en España. Éstos «están en una situación difícil de solucionar, que va a crear un problema social a medio plazo», dice don Juan Carlos Jiménez, sociólogo de la Universidad CEU San Pablo. La Iglesia, a través de innumerables proyectos de inserción laboral, busca remediarlo
Domingo tiene 20 años. Se está formando en un centro de Cáritas Barcelona para ser camarero, porque hace dos años tuvo que abandonar los estudios, tras caer enfermo del hígado. Dejó segundo de Bachillerato a la mitad, lo que derivó en dos años perdidos de curso escolar, hasta que pudieron operarle. Ahora ya se encuentra bien, pero volver al instituto, de momento, no es una opción, porque en su familia necesitan su aportación económica para salir adelante. Y no encuentra empleo. «Nunca he trabajado, y como ahora es muy difícil encontrar un puesto, en Cáritas me dieron la oportunidad de formarme para salir al mercado laboral», cuenta Domingo, guineano de nacimiento, pero que lleva ya 10 años viviendo en España. Primero, hizo un curso de orientación laboral, en el que le enseñaron «a hacer un currículum, a cómo comportarme en una entrevista de trabajo y a manejar Internet para buscar empleo», explica el joven. Ahora, Domingo lleva tres meses en el curso de formación para ser camarero. «Primero, tuvimos clases teóricas, en las que aprendimos los aspectos básicos de esta profesión: la higiene, el trato al público… y, en unos días, empezamos con las clases prácticas en un restaurante», explica. «Tengo mucha ilusión y espero poder encontrar trabajo, es lo que más necesito en estos momentos», añade el joven.
Domingo es uno de los chicos que forma parte del proyecto Jóvenes en paro, que se inició, en 2011, en Barcelona, tras la petición del arzobispo, el cardenal Martínez Sistach, de no recibir ningún regalo por las Bodas de Oro de su ordenación sacerdotal, y que el dinero a gastar fuese a parar a una cuenta para hacer actividades de inserción sociolaboral con jóvenes sin empleo. «En nuestro país, la mitad de los jóvenes en edad laboral no encuentran trabajo, con todo lo que representa para ellos y sus familias. Los jóvenes sin trabajo no ven futuro a su vida. Muchos padres sufren porque sus hijos no encuentran su primer trabajo, y todo esto, tiene consecuencias muy negativas para los mismos jóvenes», decía el arzobispo de la Ciudad Condal cuando comenzó el proyecto.
Fuga de cerebros
Algunos jóvenes han puesto remedio a esta situación: «En España, hay una minoría que es la mejor preparada de nuestra historia: idiomas, másteres en el extranjero, currículos impecables…», afirma don Alejandro Navas, profesor de Sociología, de la Universidad de Navarra. Parte de esta minoría ha emigrado fuera de nuestras fronteras –la tan reiterada fuga de cerebros que experimenta España–, porque aquí entienden que no hay futuro para ellos. «En Francia, profesiones como la de fisioterapeuta están copadas por españoles, porque en el país galo hay una gran diferencia retributiva, no hay temporalidad, y hay trabajo seguro, porque en los centros públicos los servicios de fisioterapia son obligatorios», afirma don Leopoldo Gonzalo, catedrático de Hacienda Pública en la UNED y Vicepresidente del Foro de la Sociedad Civil.
Ahora bien, de momento, «no hay ninguna estadística que confirme» la tan publicitada salida masiva de nuestro país de jóvenes talentos, asegura doña Carmen González, investigadora de Demografía, Población y Movimientos Migratorios del Real Instituto Elcano. «Los datos del Padrón no muestran ninguna disminución de la población joven española. De hecho, la publicitada oferta alemana para la contratación de profesionales españoles se ha saldado hasta ahora con cifras modestas».
Lo que sí se sabe es que, según la última Encuesta de Población Activa, hay alrededor de 930.000 jóvenes en España a la caza de un hueco en el mercado laboral. «Es un grupo social amplio, que está en una situación extraordinariamente difícil de encajar. Y van a crear un problema social a medio y largo plazo», afirma don Juan Carlos Jiménez, profesor de Pensamiento e Historia de los Movimientos Sociales, de la Universidad CEU San Pablo. Y añade: «Un joven, con 30 años, que no ha trabajado nunca, o que sobrevive con contratos intermitentes y rentas reducidas… ¿Qué hará cuando tenga 60 años? Esto ya supone un problema real de empobrecimiento social en España».
La Iglesia pone remedio
«La Iglesia no puede ni debe sustituir al Estado, pero tampoco puede ni debe quedarse al margen de la lucha por la justicia», decía Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est. Por eso, proyectos como Jóvenes en paro, de Cáritas Barcelona, buscan poner remedio a este «problema real a medio y largo plazo», que señalaba don Juan Carlos Jiménez. El proyecto se dirige a «jóvenes que no tienen trayectoria, ni a nivel de formación ni a nivel de empleo, y suelen proceder de un fracaso escolar previo», explica Angels Valls, responsable de ocupación de la entidad. Jóvenes en paro hace un trabajo previo durante 3 meses con los chavales, como Domingo, «para que aprendan a gestionar sus emociones y a trabajar en equipo», y después, los forman en un oficio con prácticas en empresas, porque «una de las mejores maneras de insertar laboralmente a las personas es cuando pueden estar en contacto con un entorno laboral real», afirma Valls. La experiencia, desde que se inició en 2011, «está resultando muy positiva, porque eran personas que sólo estaban esperando que alguien les dedicase un poco de tiempo y un poco de respeto», añade.
En Madrid, Cáritas también trabaja con jóvenes, en este caso de 16 a 18 años, que proceden del fracaso escolar. «Ofrecemos cursos de formación profesional de nivel 1, el más básico», explica don José Ramón Arévalo, uno de los profesores del centro Eduardo Rivas. Los chicos que acuden han abandonado los estudios y, si no hicieran este curso, «su única solución sería esperar a cumplir la mayoría de edad, hacer el acceso a la escuela de adultos, sacarse el certificado escolar -todo esto puede llevar varios años- y, a partir de ahí, prepararse para un acceso a grado medio», añade el profesor. La ventaja de estos cursos es que, si aprueban, pasan directamente a grado medio. Además, son cursos con prácticas en empresas que, en algunos casos, han contratado a los alumnos, «aunque ahora esa posibilidad ha disminuido notablemente».
La motivación, lo más importante
Pero el objetivo no es sólo proporcionar a estos jóvenes una formación que les capacite para encontrar trabajo: «Nuestro fin, más que el título, es que los chicos aprendan hábitos de responsabilidad, de puntualidad, de compromiso, de satisfacción del deber cumplido…», señala Arévalo. María Daniela, de 18 años, que está en el curso de Administración y gestión –también hay de electricidad y de peluquería–, reconoce que está «muy animada porque es más fácil aprender que en el instituto». Aunque para acceder a estos cursos los jóvenes sólo tienen como requisito la edad y haber fracasado en los estudios, «si empiezas a rascar un poco, siempre encuentras un contexto poco favorable en sus familias», afirma el profesor.
Trabajar la motivación es el primer objetivo de la Escuela Ocupacional que la Fundación Proyecto Don Bosco gestiona en Badajoz. Son chicos de 14 a 16 años, ya matriculados en el instituto, pero con «problemas para estudiar», explica don Antonio Mengual, encargado del proyecto. «No buscamos tanto que salgan trabajando como que descubran una vocación, para que así acaben los estudios con ganas. Son chavales con una autoestima baja, que siempre son los expulsados de clase» En la Escuela se les motiva, «empiezan a hacer montajes, se encienden las bombillas y se ponen contentos», afirma Mengual. Muchos tienen en la cabeza dejar las clases al cumplir los 16 años, pero, «tras pasar por aquí, la transformación es abismal».
La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC), en su comunicado ante el Primero de Mayo, han puesto la mirada sobre el escenario «sangrante» que afecta a España, «con más de 6 millones de desempleados y una tasa de paro juvenil en torno al 55%». En este punto se detienen ambas organizaciones, afirmando que «la juventud se siente sin futuro y está emigrando fuera del país, afectada por el desempleo de larga duración y por la incapacidad de lograr independencia económica, debido a la inestabilidad laboral y a los bajos salarios». Eso sin contar con los 1,8 millones de hogares con todos los miembros en paro, la prolongación de la edad de jubilación y el promedio de 115 desahucios al día.
Ante esta foto, el texto denuncia que «la mercantilización del trabajo y las políticas que se vienen practicando están quebrando el Estado del Bienestar, devaluando el Sector Público» y debilitando
«las relaciones laborales sin garantizar la seguridad de una vida digna para las personas». Además, el comunicado recuerda que «nos enfrentamos a una crisis de humanidad, que afecta a la personas y a las relaciones sociales e institucionales, y que se materializa en las respuestas mercantilistas, y no humanas».
Monseñor Antonio Algora, obispo de Ciudad Real, en su última Carta pastoral, con motivo del Día del Trabajador, ha señalado que, si esto sigue así, «la consecuencia es que, en nuestra sociedad, habrá quienes sólo podrán vivir de las ayudas y servicios sociales gratuitos, con lo que conlleva de desesperación, adicciones al alcohol o las drogas, marginación y delincuencia». El obispo, ante el Primero de Mayo, pide a sus fieles «tomar conciencia de esta terrible tragedia social», y comprometerse «a hacer lo que esté en nuestra mano para que esto acabe pronto». No es momento, recalca, «de echarnos la culpa los unos a los otros, sino de hacer confluir nuestras mejores iniciativas para resolver el problema».
A esta solución se suman la HOAC y la JOC. Para ellos, salir del atolladero pasa por vivir «la comunión, que exige una transformación radical de nuestros modos de sentir, pensar y actuar».