Pastores valientes: perfil de la presencia pública de la Iglesia que quiere el Papa. Salgan a la calle
«Que toda la pastoral sea en clave misionera». Eran palabras del Papa a los obispos argentinos, pero se leyeron como si las hubiera dirigido a cualquiera de los Episcopados de todas las partes del mundo, que estos días han celebrado asambleas plenarias, las primeras que tienen lugar en el nuevo pontificado. El Papa quiere una Iglesia valiente que salga a la calle, sin miedo a «tener un accidente»; una Iglesia que anuncie el Evangelio entre los pobres, y denuncie las injusticias ante los poderosos, aunque a los Gobiernos les escueza, o moleste al pensamiento dominante
El cardenal Bergoglio tenía previsto participar en la plenaria que se celebró la pasada semana en una Casa de Ejercicios de la provincia de Buenos Aires, pero causas de fuerza mayor lo impidieron… «Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a compromisos asumidos hace poco», arranca la carta del Papa a los obispos de Argentina, con un tono de gran familiaridad, pero con un mensaje de fondo apremiante: «Que toda la pastoral sea en clave misionera», les dice. «Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales», porque «una Iglesia que no sale, se enferma». Hay que asumir riesgos: «Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma».
El mensaje es claro. Desde el mismo inicio de pontificado, con sus palabras y sus gestos, el Santo Padre «está mostrando lo que quiere de todos los pastores en América Latina y en el mundo entero. Espera de todos nosotros esa cercanía misericordiosa, muy compenetrada con las necesidades, sufrimientos y esperanzas de los pueblos, especialmente de los pobres y de los que sufren, para comunicarles la salvación que viene de Jesucristo», escribe el cardenal Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, en un mensaje a todos los episcopados de la región.
Pero, en su carta a los obispos argentinos, el Papa también advierte de que «la alegría de evangelizar», a menudo, «va unida a la cruz». Los obispos argentinos saben que su misión no es sólo acompañar a los pobres, labor que suele gozar de reconocimiento público. A veces es necesaria la denuncia, y eso levanta ampollas. En Argentina, en los últimos tiempos, las relaciones con el Gobierno no han sido fáciles. Las tentativas de liberalizar el aborto o la equiparación al matrimonio de las uniones homosexuales han originado serios encontronazos, a menudo con el cardenal Bergoglio como antagonista. La pasada semana, las críticas del episcopado se dirigieron contra la reforma del poder legislativo, con la que se «corre el riesgo de debilitar la democracia republicana consagrada en nuestra Constitución, precisamente en una de sus dimensiones esenciales, como es la autonomía de sus tres poderes», según el breve y duro comunicado de los obispos.
Así y todo, el momento de las relaciones con la presidenta Fernández de Kirchner es mejor que nunca. El Papa está tendiendo puentes, y el oficialismo va respondiendo a esos gestos, como se vio el sábado, con varios ministros en la toma de posesión del nuevo arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Poli. Queda la duda sobre qué sucedió con una reciente carta del Pontífice a la Presidenta, que, en tono conciliador, le agradecía su visita a Roma. En contra de lo habitual, el Gobierno no hizo público el texto, que, días más tarde, fue filtrado a La Nación. El padre Lombardi confirmó la autenticidad del mensaje.
La elección de su sucesor en la capital argentina era también un interesante indicador sobre el estilo episcopal que quiere impulsar el Papa, aunque sus preferencias quedaron ya claras cuando, el Jueves Santo, en la Misa Crismal, pidió «pastores con olor a oveja». Ése es el perfil del nuevo obispo bonaerense, que, tomando como modelo a santo Toribio de Mogrovejo, afirma que caminará la ciudad «hasta que me duelan las piernas». En un breve y afectuoso mensaje, el Papa le ha deseado «un ministerio paternal y fecundo», y le ha dado este consejo: «El pueblo fiel de Dios porteño (obispos, presbíteros, consagrados, consagradas, laicos) es querible…, no te costará trabajo llevarlo en tu corazón. Este pueblo fiel es lo que más extraño desde esta nueva diócesis».
Renovación en Francia
Francia era otro de los países donde los obispos celebraban, la pasada semana, asamblea plenaria, con el interés añadido de que el arzobispo de París, cardenal Vingt-Trois, debía dejar el cargo, al impedir los estatutos un segunda reelección. A partir del 1 de julio, tomará el relevo el arzobispo de Marsella, monseñor Georges Pontier, conocido por su marcada sensibilidad social, en un momento en que Francia atraviesa una dura crisis económica, y que muchos franceses viven con una «profunda angustia sobre su futuro», según destacaba el cardenal Vingt-Trois, en el discurso inaugural de la Asamblea.
Restituir el reconocimiento legal del matrimonio es otra de las prioridades avanzadas por monseñor Pontier. Además, los obispos quieren darle un impulso a la nueva evangelización. Uno de los ámbitos prioritarios de actuación será la enseñanza católica. Después de tres años de trabajos, los obispos han aprobado un nuevo estatuto para los centros católicos, que subraya que la primera misión de estas instituciones debe ser la transmisión de la fe, y no sólo conquistar el prestigio académico, como, a menudo, ha venido sucediendo hasta ahora.
Acentuar el perfil social, en definitiva, no supone dejar de librar las llamadas batallas culturales. Al contrario. En Estados Unidos, el National Catholic Reporter pregunta a monseñor Lori, presidente del Comité ad hoc de Libertad Religiosa del Episcopado, si el cambio de pontificado traerá un perfil más bajo en la lucha por el matrimonio, o contra el aborto. El obispo responde que ése es un «falso dilema». Lo que el Papa quiere son obispos «con estilo de vida evangélico» e implicados en la realidad social, a favor de los inmigrantes o de la familia. Pero, en todo caso, pastores valientes. «Porque, si no nos involucramos [en la sociedad], no podemos evangelizar».