El reto de los recursos humanos y económicos. «Yo soy fruto de la ayuda de OMP» - Alfa y Omega

El reto de los recursos humanos y económicos. «Yo soy fruto de la ayuda de OMP»

Uno de cada tres seminaristas en el mundo estudian gracias a la colecta anual de la Jornada de Vocaciones Nativas, que promueven las Obras Misionales Pontificias. Para ayudar a poner rostro a esos futuros sacerdotes, OMP ha presentado algunos testimonios, como el de Thomas Zhang, diácono chino en la clandestinidad

Cristina Sánchez Aguilar
Seminaristas chinos rezan en una capilla de la Iglesia clandestina.

Tomás Zhang es un diácono chino, de la Iglesia clandestina –fiel a Roma–. Llegar a ordenarse en este país, caracterizado por una fuerte persecución a los católicos, es una fuerte prueba para la fe. Ni siquiera hay Seminarios; los seminaristas viven escondidos en pisos de feligreses que se juegan la vida ofreciendo sus casas. Los seminaristas, cada seis meses, cambian de residencia, y se marchan, sin saber muy bien a dónde, para poder continuar con su vocación sacerdotal. Pero perseveran, como perseveraron sus antepasados, para transmitir la fe de generación en generación.

Esta transmisión, en países como China, y tantos otros territorios de misión –y, gracias a la cual, hoy hay 902 obispos, 62.133 sacerdotes y 198.701 religiosos y religiosas–, no habría sido posible sin ayuda. Fue el obispo francés de Nagasaki, monseñor Jules-Alphonse Cousin, de la Sociedad de Misiones Extranjeras, quien lo vaticinó, a finales del siglo XIX, tras encontrar, en su diócesis japonesa, a cristianos que, por miedo a las persecuciones, evitaban los auxilios espirituales de los misioneros extranjeros. Sin embargo, aceptaban ser atendidos por los sacerdotes de su país. Una laica francesa, Juana Bigard, junto con su madre, Estefanía, en contacto epistolar con el obispo de Nagasaki, se movilizó desde Europa, poniendo en marcha, en 1889, la Obra de San Pedro Apóstol, de Obras Misionales Pontificias (OMP), de apoyo económico a las vocaciones nativas. «Yo soy fruto de esta ayuda», explicaba recientemente en Madrid Theodore Kanyiki, sacerdote congoleño, que explicó que esta ayuda es esencial para los Seminarios, que funcionan con el apoyo de OMP «al 90 %».

Tomás, Theodore, y tantos otros, como Kenneth o John, que estudian para ser sacerdotes en lugares tan peregrinos como las Islas Salomón o Papúa Nueva Guinea, son Señales de esperanza. «La contemplación de tantas vocaciones en los territorios de misión es argumento para fortalecer la esperanza de que Dios continúa llamando en los lugares más insospechados –afirma don Anastasio Gil, director nacional de OMP, en su mensaje para esta Jornada de Vocaciones Nativas–; importa menos que las vocaciones broten de un sitio o de otro; lo que realmente vale es que Dios no ha abandonado a su Iglesia y mantiene las promesas de su alianza».

En estos lugares de la tierra, donde es más visible que la misión está en sus comienzos, hay muchas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Pero «el proceso de discernimiento y formación de estas posibles vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada es largo y muy laborioso. Los obispos han de contar con personas preparadas y capacitadas para el acompañamiento de estos jóvenes», afirma don Anastasio Gil. Éste es el mayor reto de la Iglesia en tierra de misión: tener los recursos humanos necesarios para la formación de estos jóvenes, y los recursos económicos suficientes para su sostenimiento.

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