Benedicto XVI regresa al Vaticano
El regreso de Benedicto XVI al Vaticano plantea una situación inédita, pero la naturalidad y el afecto en el modo en que el Papa Francisco conduce las relaciones con su predecesor disipan toda duda sobre riesgos de confusión o de roce entre ambos. El Pontífice quiere, incluso, concluir la encíclica sobre la fe que dejó muy avanzada Joseph Ratzinger
¿Visitará el Papa a su predecesor en el monasterio Mater Ecclesiae? ¿Vendrán a verle otras personas? ¿Continuarán los paseos de Benedicto XVI por el jardín, tan importantes para su salud? La Santa Sede no tiene inconveniente en reconocer que quedan interrogantes abiertos, pero esto no supone un problema. El día a día irá dando las respuestas. Nada hay que ocultar.
Una de las muchas reformas iniciadas por Benedicto XVI fue la puesta al día de la política comunicativa del Vaticano, tras sonados episodios de descoordinación. Se han acabado los tiempos en los que el padre Lombardi tenía que apagar fuegos mediáticos sin información directa sobre los focos de los incendios. El director de la Oficina de la Santa Sede despacha ahora con asiduidad con el Santo Padre, para hablar sobre la redacción de algún comunicado oficial, y también para plantearle diversas cuestiones de interés para los informadores. Y, entre esos temas, está la relación entre el Papa y su predecesor, cuyo regreso de Castel Gandolfo al Vaticano se daba por inminente al cierre de esta edición. Benedicto XVI continuará hasta el final de sus días el ministerio de oración que han desarrollado en el monasterio, desde 1994, varias comunidades de contemplativas. Le acompañan las cuatro laicas consagradas de Comunión y Liberación que le asisten, la religiosa alemana de Schönstatt Birgit Wansing y un diácono flamenco que suple las ausencias de monseñor Gänswein durante el día, ya que el secretario de Benedicto XVI es prefecto de la Casa Pontificia con el Papa Francisco.
No es ningún secreto que el Pontífice profesa una gran estima a su predecesor, a quien asiduamente llama por teléfono. En no pocas ocasiones, el Papa ha resaltado la continuidad en el Magisterio; que pronto podría plasmarse de modo especialmente llamativo. El padre Lombardi avanzó, la semana pasada, la posibilidad de que Francisco culmine la encíclica que dejó ya muy avanzada Benedicto XVI sobre la primera de las virtudes teologales, para publicara en este Año de la fe.
No sería la primera vez que un Pontífice retoma una encíclica iniciada por su predecesor. Benedicto XVI se sirvió, para la segunda parte de Deus caritas est, de reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores (entre los que él mismo ocupaba un lugar destacado). También es habitual que los Papas recurran a colaboradores para preparar estos documentos. Muy conocido es el caso de la encíclica contra el nazismo, Mit brennender Sorge, que firmó Pío XI, pero trabajó en gran medida el futuro Pío XII, buen conocedor de la situación alemana. Lo excepcional del momento actual es que podría ver la luz una encíclica en cuya redacción habrían intervenido dos Papas vivos, ambos con acentos de fondo y forma muy característicos. En todo caso, lo que le da a una encíclica el rango de Magisterio es la firma del Papa, quien libremente puede asesorarse como estime oportuno.
Brasil, único viaje en 2013
El Papa estará ocupado en los próximos meses con los actos del Año de la fe, y asuntos como el estudio de la reforma de la Curia. Es improbable que vaya a ningún país en 2013, aparte de la JMJ de Brasil, cuyo programa definitivo se presentará el martes. «Les invito a no esperar otros viajes este año», dijo el padre Lombardi la pasada semana. «No creo que vaya a Argentina este año», afirmó, contradiciendo lo publicado por varios medios. Dentro de Italia, sí es «verosímil» un viaje a Asís. Pero la mayor parte del tiempo la pasará el Pontífice en Roma, tal vez incluso el ferragosto, el tiempo de mayor calor del año, a mediados del octavo mes. El padre Lombardi asegura que no le sorprendería que el Papa cediese a Benedicto XVI para el verano el uso de la residencia de Castel Gandolfo. El Papa emérito lleva mal los calores de Roma, mientras que Francisco estaba acostumbrado a no moverse de su apartamento ni siquiera en los días de calor más intenso y pegajoso del húmedo Buenos Aires.