Aparecida lanza la Teología de la comunión
Hoy se clausura en Brasil, en el santuario de Nuestra Señora de Aparecida, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que ha supuesto la superación de una época de divisiones internas en la Iglesia, marcadas por el enfrentamiento ideológico típico de las décadas precedentes
La palabra clave es comunión. Así aparece en el breve mensaje que hoy dirigirán a los pueblos de Iberoamérica los 266 participantes en la cumbre eclesial, a la que, por primera vez, han asistido también obispos de España, Portugal, Estados Unidos y Canadá. Comunión será el gran principio inspirador del Documento final, que se ha elaborado en los trabajos de la Asamblea, inaugurada por el Papa Benedicto XVI el 13 de mayo. Este texto, llamado a tener una importancia pastoral decisiva para el continente de la esperanza en la próxima década, será publicado dentro de unos dos meses, después de haber recibido la aprobación del Santo Padre.
Ésta es, por tanto, la primera y más evidente conclusión de esta Conferencia. Atrás han quedado las tensiones vividas dentro o fuera de las Conferencias de Puebla (1979) y de Santo Domingo (1992), tiempos en los que ciertas corrientes radicales de la teología de la liberación trataron de politizar y monopolizar sus propuestas y su recepción. El profesor Guzmán Carriquiry, uruguayo, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, perito en la conferencia, ha calificado el ambiente que se respira en Aparecida de serena comunión. «Y no es una visión ilusa, sino muy real», confiesa.
En contra de numerosas previsiones, esta conferencia no ha sido plañidera. En las vísperas, parecía que el agresivo proselitismo de las sectas se convertiría en el chivo expiatorio al que podría culparse del aparente receso en algunos países del continente en el número de fieles católicos. En realidad, Aparecida ha constatado que, si la Iglesia ha perdido terreno en Iberoamérica, hay que responsabilizar de ello a una vida cristiana anémica, y por lo tanto irrelevante, de sus bautizados. La respuesta que da Aparecida es misión.
Gran misión continental
Obispos y cardenales han coincidido en que ha pasado la época en la que la profunda piedad popular de los iberoamericanos bastaba para llenar los templos. Ahora, se ha dicho hasta la saciedad que ya no se puede esperar a que la gente venga a las iglesias; hay que salir a su encuentro, allí donde esté. Ésta es la conversión pastoral que se ha propuesto en el borrador de documento final. Por este motivo, y por primera vez, la Conferencia convocará hoy una gran misión continental, que, como explicó el Prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal franciscano Cláudio Hummes, mostrará que la Iglesia «busca a las personas porque las ama». Esta misión –aclaró– debe «escuchar a las personas: que sientan que se las toma en cuenta, que se las ama, que se las reconoce, para luego dar paso al diálogo, a la lectura del Evangelio, a la oración, para encontrar salidas a sus preguntas y a sus necesidades espirituales y materiales…».
«No se trata solo de llevar doctrina –aclaró– ; se trata de llevar vivencias, estilos de vida y ejemplos». Y añadió: «Tenemos que encontrar al ser humano. De la misma forma que tenemos que encontrarnos con Jesucristo, tenemos también que encontrarnos con las personas, llegando a los sentimientos». En este sentido, «las visitas domiciliarias –reveló– serán un método, pero no el único». Esta misión saldrá al encuentro de esos católicos poco evangelizados, pero no de una forma proselitista ni antiecuménica, según se ha subrayado.
Una caricia de amor a los pobres
Así se comprende también el principio de la opción preferencial por los pobres, ratificado por Benedicto XVI en la inauguración del acontecimiento. El documento final dedica mucho espacio a los excluidos de la globalización: a esos rostros morenos y curtidos por las desigualdades y que padecen con frecuencia injusticias desde el Caribe hasta la Tierra de Fuego. Entre ellos, los emigrantes (en particular a Norteamérica y Europa, auténtico fenómeno de masas), los afroamericanos y los indígenas suelen pagar un precio regado de lágrimas y de sangre. Por este motivo, el mensaje que hoy se leerá se dirigirá de manera especial a ellos.
En este contexto y con este espíritu, Benedicto XVI aclaró, en su Audiencia General del pasado 23 de mayo, las interpretaciones que se hicieron de su discurso de inauguración de la Conferencia. Describiendo la apertura del alma indígena al cristianismo, afirmó en esa ocasión que «el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña». Representantes indígenas y políticos iberoamericanos, como el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, reaccionaron criticando al Papa y exigiendo que pidiera perdón a los indígenas.
El Papa, sin embargo, no había hecho un análisis de la delicada cuestión de la colonización y evangelización de América. Por este motivo, aclaró la cuestión explicando que «el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano». Y añadió: «No es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a la población indígena, pisoteadas a menudo en sus derechos fundamentales». Ahora bien, «el deber de mencionar esos crímenes injustificables, condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y teólogos como Francisco de Vitoria, de la Universidad de Salamanca, no debe impedir reconocer con gratitud la maravillosa obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones» a lo largo de estos siglos. «El Evangelio en el continente –constató el Santo Padre– se ha transformado, de este modo, en el elemento clave de una síntesis dinámica que, con matices diversos según las naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos». Los obispos reunidos en Aparecida han recogido también esta conclusión de Benedicto XVI: «Hoy, en la época de la globalización, esta identidad católica sigue presentándose como la respuesta más adecuada, a condición de que esté animada por una seria formación espiritual y por los principios de la doctrina social de la Iglesia».
Es necesario, ante el relativismo imperante, presentar a Cristo, «el Dios de rostro humano, nuestro auténtico y único Salvador», afirmó el Papa Benedicto XVI al recibir, la semana pasada, a los participantes en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana. En relación con el reciente Family Day que reunió en Roma a cientos de miles de personas en defensa de la familia, el Papa dijo que «esta iniciativa del laicado católico, pero compartida también por muchos no católicos, ha contribuído a hacer que todos vean el significado y el papel de la familia en la sociedad, frente a una cultura que se engaña pensando que favorece la felicidad de las personas insisitiendo unilateralmente en la libertad del individuo».