Así ha sintetizado el diario Corriere della Sera la larga vida de Giulio Andreotti, que acaba de fallecer en Roma, a los 94 años de edad. En portada, lo define como el símbolo del poder. Amigos y adversarios han reconocido su excepcional estatura política, que ha marcado una época entera no sólo de Italia, sino de la Europa actual. En el pésame a su viuda, el cardenal Bertone, secretario de Estado del Papa Francisco, lamenta «la pérdida de tan autorizado protagonista de la vida política italiana, válido servidor de las instituciones, hombre de fe e hijo devoto de la Iglesia». El cardenal Bagnasco, presidente del episcopado italiano, habla de «un verdadero estadista». Fue un buen amigo de España. Le gustaba la ironía, y sostenía que, «en política, hay más dráculas que donantes de sangre», y que «el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene…». También decía que era de mediana estatura, pero que no veía gigantes alrededor; y que la malicia de los buenos es peligrosísima. Ante las polémicas, ironizaba: «Me achacan todo, menos las Guerras Púnicas»; y concluía: «No basta tener razón, hace falta tener también alguien que te la dé». Se consideraba póstumo de sí mismo. Descanse en Paz.