El abanico - Alfa y Omega

Nunca es tarde para aprender cosas. Oí hace unos días que la Iglesia es como un abanico. El abanico tiene muchas varillas, todas ellas unidas por un clavo en un extremo. Cuánto más se van separando las varillas, el clavo que las une tiene que hacer más fuerza. También las varillas están unidas en la parte de arriba con un lienzo que va pegado a cada varilla y deja espacio entre varilla y varilla. Ese lienzo puede llevar un dibujo o, a veces, sencillamente una frase.

Creo que es cierto: La Iglesia se parece a un abanico. Todas las varillas son los hombres que formamos la Iglesia, todas confluyen hacia el clavo, que en este caso es Dios. Podemos llegar a Dios por sitios distintos, por varillas distintas. Lo más importante es ir por tu varilla sabiendo bien hacia dónde vas. Hay un lienzo, el mundo del ser, la naturaleza humana, la conciencia, que une todas las varillas. El lienzo nos une a todos, lo llevamos pegado en nosotros, en nuestro corazón. En el lienzo hay espacios entre varilla y varilla que te permiten soltura, libertad. Si te separas del lienzo, descompones el abanico; si te sueltas del clavo, Dios, se rompe el abanico.

Todas las varillas llevan su camino y al mismo tiempo van en armonía con las demás. Una varilla sola nunca puede formar un abanico. Si el abanico tiene pocas varillas, o un clavo malo, seguramente ventilará poco, se romperá pronto y será casi inútil.

Tú debes escoger tu varilla, ir en ella en armonía con las demás, no perder tu camino y que siempre te lleve al mejor clavo, a Dios. No tires demasiado del lienzo porque lo puedes romper y te puedes romper a ti mismo; más aún, puedes romper otras varillas.

No busques ser la primera varilla; si es así, has de saber que la primera varilla tiene que ser más fuerte que las otras; tienes que saber que no está agarrada nada más que en una parte, la otra la tiene al descubierto. Todas tiran de ella, puede romperse más fácilmente y, sobre todo, puede soltarse del clavo (Dios). Si se suelta del clavo, esta varilla puede ser cortada y tirada a la basura. No olvides nunca: El que quiera ser el primero, sea vuestro servidor.

Pidamos y aprendamos a vivir en la Iglesia como las varillas del abanico, unidas caminando al mismo ritmo dentro de los espacios de libertad que nos deja el lienzo. Si vamos en armonía, limpiaremos el aire, apagaremos los sofocos y, sobre todo, formaremos un conjunto armonioso y bonito. Si vamos unidas, el mensaje que demos será entendible, tendrá sentido.

Hay que tener en cuenta que la varilla va siendo cada vez más fina conforme se acerca al clavo, se ha ido desgastando por el camino en favor de las demás varillas, para que todas tengan espacio para llegar al clavo, a Dios.

También hay que tener en cuenta que el clavo, Dios, por donde están unidas las varillas, es de hierro fuerte. En cambio, el lienzo, el mundo, es más débil y frágil, se puede romper más fácilmente, aunque mientras exista el clavo tiene fácil recomposición. El abanico funciona bien, se puede abrir y cerrar, ventila bien siempre que las varillas estén bien unidas y sujetas al clavo. El lienzo que nos une es el mundo, la naturaleza humana; cuanto más nos alejamos del clavo, son mayores nuestras posibilidades de rompernos. El clavo es Dios, y Él es nuestra fortaleza.

Teresa Martínez Espejo