«¡Todos somos hermanos!»: el grito del Papa y los refugiados - Alfa y Omega

«¡Todos somos hermanos!»: el grito del Papa y los refugiados

«La paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón, no es posible. Cada uno de nosotros debe hacer algo», ha exhortado este domingo el Papa Francisco a los desplazados de la República Centroafricana. Lo hacía poco después de pedir la clase dirigente que ayuden al país «a progresar en la reconciliación, el desarme, la consolidación de la paz, la asistencia sanitaria y la cultura de una sana administración». Han sido las dos caras de la moneda de las primeras horas de la tercera etapa de su viaje a África

Redacción
Foto: CNS

«¡Todos somos hermanos!». Entre cantos, gritos de alegría y aplausos, los centroafricanos que viven en el campo de desplazados de Saint-Sauveur, en Bangui, han repetido esta frase, siguiendo la invitación que el Papa Francisco les había lanzado en italiano. En Saint-Sauveur viven 75.000 del cerca de un millón de desplazados que han tenido que abandonar sus hogares a causa del conflicto que desde hace tres años golpea la República Centroafricana, la tercera etapa del viaje de Francisco a África. La visita a este campo ha sido la primera parada del Santo Padre con el pueblo centroafricano; y aunque su sola presencia ya gritaba un mensaje de paz, no ha dejado pasar la ocasión sin pronunciar un pequeño saludo en italiano, después de escuchar el saludo de una joven.

Foto: CNS

Rodeado de niños, el Papa ha empezado diciéndoles que había visto todos los carteles que habían escrito para darle la bienvenida, y en los que se leían palabras como «paz», «perdón», «unidad», y «amor». Y ha continuado: «Nosotros debemos trabajar y rezar y hacer todo por la paz. Pero la paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón, no es posible. Cada uno de nosotros debe hacer algo. Os deseo, a vosotros y a todos los centroafricanos, la paz, una gran paz entre vosotros. Que podáis vivir en paz sea cual sea la etnia, la cultura, la religión, la situación social. ¡Pero todos en paz! ¡Todos! Porque todos somos hermanos. Lo decimos juntos. Y por eso, porque todos somos hermanos, queremos la paz».

«Vengo a la República Centroafricana como peregrino de paz y me presento como apóstol de esperanza», rezaba la cuenta en Twitter del Papa a primera hora de la mañana del domingo. Después de un vuelo de cerca de tres horas desde Uganda, el avión de Alitalia en el que viajaba Francisco aterrizó en torno a las diez en el aeropuerto de M’Poko, en Bangui. El mismo aeropuerto se encontraba rodeado de barracas de desplazados internos. El Santo Padre descendió del avión entre el polvo, un calor sofocante, y la mirada atenta de los cascos azules de la ONU que intentar guardar la paz en el país y durante estos días garantizan la seguridad del Papa en la etapa más peligrosa de su viaje.

Camino de reconciliación

Después de la ceremonia de acogida, la primera actividad del Papa fue la visita de cortesía a la Jefa del Estado de Transición, Catherine Samba-Panza, y su encuentro con la clase dirigente y el cuerpo diplomático. El Papa agradeció a la clase dirigente del país y a la comunidad internacional, al comienzo de su discurso, sus esfuerzos para que la República Centroafricana vuelva poco a poco a la normalidad; y acto seguido manifestó su deseo de que «las diversas consultas nacionales que se mantendrán dentro de pocas semanas, permitan que el país emprenda serenamente una nueva fase de su historia».

Al final de sus palabras, volvió a exhortar «vivamente» a todos estos actores «a proseguir cada vez más por el camino de la solidaridad, deseando que su obra, junto a la acción de las autoridades centroafricanas, ayude al país a progresar, especialmente en el ámbito de la reconciliación, el desarme, la consolidación de la paz, la asistencia sanitaria y la cultura de una sana administración en todos los niveles».

Unidad, dignidad y trabajo

El resto del discurso del Obispo de Roma giró en torno a las tres palabras que forman el lema de la República Centroafricana: unidad, dignidad y trabajo. La unidad es condición esencial para la paz, pero ha de ser una unidad en la diversidad. «Se ha de vivir y construir teniendo en cuenta la maravillosa diversidad del mundo circundante –dijo el Papa– evitando la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar, del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a nuestra religión. La unidad requiere, por el contrario, crear y promover una síntesis de la riqueza que cada uno lleva consigo. La unidad en la diversidad es un desafío constante que reclama creatividad, generosidad, abnegación y respeto por los demás».

«Hay que hacer todo lo que sea posible para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana», dijo Francisco en la segunda parte de su discurso. Quien tiene los medios para vivir una vida digna, «en lugar de preocuparse por sus privilegios, debe tratar de ayudar a los pobres para que puedan acceder también a una condición de vida acorde con la dignidad humana». Dicho empeño se debe concretar en el «acceso a la educación y a la sanidad, la lucha contra la desnutrición y el esfuerzo por asegurar a todos una vivienda digna». Esto debería estar en primer lugar para un desarrollo atento a la dignidad humana.

Una justa gestión de los recursos naturales

Además, el Papa dijo que el trabajo sirve para mejorar las condiciones de vida de las familias y para mejorar una tierra bendecida con abundantes recursos. Hablando de los recursos el Santo Padre también señaló la responsabilidad de los actores internacionales en África: «Me gustaría llamar la atención de todos, ciudadanos, autoridades del país, socios internacionales y empresas multinacionales, acerca de la grave responsabilidad que les corresponde en la explotación de los recursos medioambientales, en las opciones y proyectos de desarrollo, que de una u otra manera afectan a todo el planeta. La construcción de una sociedad próspera debe ser una obra solidaria».

Por último, el Papa renovó el compromiso de la Iglesia «de contribuir cada vez más a la promoción del bien común, especialmente a través de la búsqueda de la paz y la reconciliación». Y añadió que no tiene dudas en que las autoridades centroafricanas, actuales y futuras, se esforzarán sin descanso para garantizar a la Iglesia condiciones favorables para el cumplimiento de su misión espiritual.

RV / Redacción

Texto completo del Santo Padre a la clase dirigente y al cuerpo diplomático

Excelentísima Jefa del Estado de Transición,
distinguidas autoridades,
miembros del cuerpo diplomático,
representantes de organizaciones internacionales,
queridos hermanos obispos,
señoras y señores:

Lleno de alegría por encontrarme con ustedes, quiero en primer lugar expresar mi profundo agradecimiento por la afectuosa acogida que me han dispensado y agradezco a la excelentísima Jefa del Estado de Transición por su amable discurso de bienvenida. Desde este lugar, que de alguna manera es la casa de todos los centroafricanos, y a través de usted y de las demás autoridades del país aquí presentes, me complace manifestar mi simpatía y cercanía espiritual a todos sus conciudadanos. Saludo también a los miembros del cuerpo diplomático y a los representantes de las organizaciones internacionales, cuyo trabajo evoca el ideal de solidaridad y de cooperación que se ha de promover entre los pueblos y las naciones.

En este momento en que la República Centroafricana se encamina, poco a poco y a pesar de las dificultades, hacia la normalización de su vida social y política, piso por primera vez esta tierra, siguiendo los pasos de mi predecesor san Juan Pablo II. Vengo como peregrino de la paz, y me presento como apóstol de la esperanza. Por este motivo, felicito a las diversas autoridades nacionales e internacionales, con la Jefa del Estado de Transición a la cabeza, por los esfuerzos que han realizado para dirigir el país en esta etapa. Deseo ardientemente que las diferentes consultas nacionales, que se celebrarán en las próximas semanas, permitan al país entrar con serenidad en una nueva etapa de su historia.

El lema de la República Centroafricana, que resume la esperanza de los pioneros y el sueño de los padres fundadores, es como una luz para el camino: «Unidad – Dignidad – Trabajo». Hoy más que nunca, esta trilogía expresa las aspiraciones de todos los centroafricanos y, por tanto, es una brújula segura para las autoridades que han de guiar los destinos del país. Unidad, dignidad, trabajo. Tres palabras cargadas de significado, cada una de las cuales representa más una obra por hacer que un programa acabado, una tarea que llevar a cabo sin cesar.

En primer lugar, la unidad. Como todos saben, éste es un valor fundamental para la armonía de los pueblos. Se ha de vivir y construir teniendo en cuenta la maravillosa diversidad del mundo circundante, evitando la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar, del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a nuestra religión. La unidad requiere, por el contrario, crear y promover una síntesis de la riqueza que cada uno lleva consigo. La unidad en la diversidad es un desafío constante que reclama creatividad, generosidad, abnegación y respeto por los demás.

Después, la dignidad. Este valor moral, sinónimo de honestidad, lealtad, bondad y honor, es el que caracteriza a los hombres y mujeres conscientes de sus derechos y de sus deberes, y que lleva al respeto mutuo. Cada persona tiene una dignidad. He escuchado con agrado que la República Centroafricana es el país «Zo Kwe zo», el país donde cada uno es una persona. Hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana. Y el que tiene los medios para vivir una vida digna, en lugar de preocuparse por sus privilegios, debe tratar de ayudar a los pobres para que puedan acceder también a una condición de vida acorde con la dignidad humana, mediante el desarrollo de su potencial humano, cultural, económico y social. Por lo tanto, el acceso a la educación y a la sanidad, la lucha contra la desnutrición y el esfuerzo por asegurar a todos una vivienda digna, ha de tener un puesto principal en un plan de desarrollo que se preocupe de la dignidad humana. En última instancia, la grandeza del ser humano consiste en trabajar por la dignidad de sus semejantes.

La tercera, el trabajo. A través del trabajo ustedes pueden mejorar la vida de sus familias. San Pablo dijo: «No corresponde a los hijos ahorrar para los padres, sino a los padres para los hijos» (2 Co 12, 14). El esfuerzo de los padres pone de manifiesto su amor por los hijos. Ustedes, centroafricanos, pueden mejorar esta maravillosa tierra, usando con responsabilidad sus múltiples recursos. Su país se encuentra en una zona que, debido a su excepcional riqueza en biodiversidad, está considerada como uno de los dos pulmones de la humanidad. En este sentido, y remitiéndome a la encíclica Laudato si’, me gustaría llamar la atención de todos, ciudadanos, autoridades del país, socios internacionales y empresas multinacionales, acerca de la grave responsabilidad que les corresponde en la explotación de los recursos medioambientales, en las opciones y proyectos de desarrollo, que de una u otra manera afectan a todo el planeta. La construcción de una sociedad próspera debe ser una obra solidaria. La sabiduría de sus gentes ha comprendido siempre esta verdad y la ha expresado en este refrán: «Aunque pequeñas, las hormigas son muchas y por eso almacenan un gran botín en su nido».

Sin duda resulta superfluo hacer hincapié en la importancia crucial que tiene la conducta y la gestión de las autoridades públicas. Ellas deben ser las primeras que han de encarnar en sus vidas con coherencia los valores de la unidad, la dignidad y el trabajo, y ser un ejemplo para sus compatriotas.

La historia de la evangelización de esta tierra y la historia socio-política del país dan fe del compromiso de la Iglesia con los valores de la unidad, la dignidad y el trabajo. Recordando a los pioneros de la evangelización de la República Centroafricana, saludo a mis hermanos obispos, responsables de continuarla en la actualidad. Junto a ellos, renuevo el propósito de esta Iglesia particular de contribuir cada vez más a la promoción del bien común, especialmente a través de la búsqueda de la paz y la reconciliación. La búsqueda de la paz y la reconciliación. No me cabe duda de que las autoridades centroafricanas, actuales y futuras, se esforzarán sin descanso para garantizar a la Iglesia unas condiciones favorables para el cumplimiento de su misión espiritual. Así podrá contribuir todavía más a «promover a todos los hombres y a todo el hombre» (Populorum progressio, 14), por usar la feliz expresión de mi predecesor, el beato Papa Pablo VI, que hace casi 50 años fue el primer Papa de los últimos tiempos que vino a África, para alentarla y confirmarla en el bien, en el alba de un nuevo amanecer.

Por mi parte, deseo ahora reconocer los esfuerzos realizados por la Comunidad internacional, aquí representada por el cuerpo diplomático y los miembros de varias Misiones de las organizaciones internacionales. Les animo fervientemente a que sigan avanzando todavía más en el camino de la solidaridad, con la esperanza de que su compromiso, unido al de las Autoridades centroafricanas, sirva para que el país progrese, sobre todo en la reconciliación, el desarme, la preservación de la paz, la asistencia sanitaria y la cultura de una buena gestión en todos los ámbitos.

Por último, me gustaría expresar de nuevo mi alegría por visitar este hermoso país, que situado en el corazón de África está habitado por un pueblo profundamente religioso y con un rico patrimonio natural y cultural. Veo que es un país bendecido por Dios. Que el pueblo de Centro África, así como sus líderes e interlocutores, aprecien el verdadero valor de estos dones, trabajando sin cesar por la unidad, la dignidad humana y la paz basada en la justicia. Que Dios los bendiga a todos. Gracias.