«Como los discípulos, reunidos con María, la Madre de Jesús, vivamos sincera e intensamente este momento de oración. Dispongámonos a recibir, en el Año de la fe, el Rocío del Espíritu Santo, para que nos haga testigos creíbles del Evangelio en medio de nuestro mundo»: así dijo monseñor Vilaplana, obispo de Huelva, en la homilía de la Misa de Pentecostés, ante cientos de miles de fieles que habían acudido, un año más, a la romería de la Virgen. Y les recordó las palabras que el Beato Juan Pablo II pronunció, hace 20 años, desde el balcón que mira a la marisma, cuando habló de «coherencia para que nuestra fe se refleje en nuestra vida y demos testimonio de una fe que se hace cultura. Sería una pena que esta cultura cristiana vuestra, profundamente enraizada en la fe, se debilitara por inhibición, o por cobardía, al ceder a la tentación de rechazar o despreciar los valores cristianos que dan savia a las raíces del Rocío».