No salgo de mi asombro: resulta que, de repente –¿por qué será?–, a la oposición socialista le han entrado unas ganas irresistibles de pactar con el Gobierno del PP, pero curiosamente tiene que ser si el Gobierno retira la Ley de Educación, la del Aborto y la de Sanidad. Y, ¿un jamón no? Esto es algo así como cuando, de niños, jugábamos y nos decíamos aquello de Si no me lo das, no te ajunto… Por más esfuerzos que hago, no consigo recordar que el partido socialista, cuando ha gobernado –y ha gobernado más que el doble de tiempo que el PP–, haya cedido ni tanto así a cualquiera de las solicitaciones de la oposición. De hecho, desde la Transición hasta hoy, todas las Leyes de Educación que ha habido han sido socialistas; es decir, que la Educación en España ha estado regulada por leyes socialistas con diversos nombres, con diversa letra, pero con la misma música. Hubo una Ley Pilar del Castillo que no llegó a entrar en vigor, porque lo primero que hicieron los socialistas al entrar en el Gobierno fue derogarla.
Es más que llamativo que, en esta tertulia televisada, en aquélla y en la de más allá, uno oiga reiteradamente que, «en aborto y en nación, no se pueden plegar velas». Pero resulta que luego las pliegan todas. ¿Alguien me puede explicar por qué la gente sensata tiene la innegable sensación de que hay solución para muchas cosas, pero que, con cesiones, enjuagues y blandenguerías, no hay solución que valga? ¿La mayoría absoluta no podría acabar con esa larga sucesión de impunidades que nos avergüenzan a todos los españoles? Lo que está ocurriendo en Andalucía, sin ir más lejos, es la prueba del nueve de lo que estoy diciendo: mil millones de euros volatilizados en corrupción, el mayor índice de paro juvenil, uno de los mayores índices de fracaso escolar… Algo tendrán que ver los dirigentes políticos socialistas que ininterrumpidamente, desde la Transición hasta hoy, vienen gestionando esa querida región. ¿O no? Bueno, pues todavía se permiten esos dirigentes intentar dar lecciones de ética y de democracia a los demás.
Mientras tanto, tristemente, muy tristemente, las cosas que deberían ser noticia de primer orden no son destacadas en telediarios y tertulias y, en cambio, pasan a primer plano y a la portada de los periódicos que se dicen responsables el histórico beso de dos homosexuales que se unen en París –¡gran conquista de la sociedad francesa!–, o la monumental desvergüenza de un muchachito brasileño que sabe jugar al balón como nadie y cobra por ello algo así como lo que cobran juntos todos los jóvenes parados en Cataluña, o lo que podría resolver el problema de los que no cobran. Es un mundo al revés, totalmente descabellado; luego está Garzón, que cobraba en B de Defensa y de Interior 12.000 euros al mes; o el Gobierno de Revilla que ocultó, en Cantabria, impagos de más de 200 millones de euros; o los diputados andaluces que se suben el sueldo de tapadillo; o el escandaloso coste de las televisiones autonómicas, por ejemplo TV3 en Cataluña, que Mas defiende «porque es instrumento de país»; o los partidos políticos que se reparten 13 millones mientras Italia elimina su financiación pública; o el Ministerio de Sanidad subvencionando a la Federación estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales; o el famoso chocolate del loro que ahora se ha convertido en gin tonic de la cafetería del Congreso de los Diputados, que a ver si muere de una vez el loro del chocolate y del gin tonic porque aquí no ganamos para loros. Menos mal que surge alguna noticia buena, como esa de 100.000 parados menos, o la despedida del presidente del Tribunal Constitucional que se va –bien ido sea– elogiando las virtudes del Estatuto de Cataluña.
Y luego, para que no falte nada, está la habitual guinda de El País –ni un día sin veneno– con una doble página, en coincidencia con La Vanguardia de Barcelona, ¡qué casualidad!, hablando de «los Acuerdos de la discordia» y de «un singular Concordato». Pues verán ustedes, los Acuerdos Iglesia-Estado fueron Acuerdos, y Acuerdos permanecen; la única discordia la ponen, erre que erre, los bedoyas y los julianas.