La función por hacer - Alfa y Omega

La función por hacer

Javier Alonso Sandoica

Acabo de ver La función por hacer, la adaptación realizada por Miguel del Arco y Aitor Tejada, a partir de la obra Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello. A mí ya no me impresiona Miguel del Arco, como no me impresiona el sol cuando, después de la lluvia, se pone como loco a encender todos los árboles.

Del Arco tiene una sensibilidad mayúscula para crear vida en el escenario, y se le ha reconocido con muchos galardones. Este mismo año, se ha llevado el VII Valle-Inclán de Teatro, por su montaje de la obra De ratones y hombres, de John Steinbeck. Si la vieron, la recordarán de manera indeleble, como me paso a mí, como aún me pasa. Pues restan diez días para que los madrileños, y los más próximos a la capital, tengan la suerte de ir al teatro de La Abadía para ver la función.

Del Arco ha dado suelta a mucho Pirandello en su adaptación de la pieza. Están sus frases y está su atmósfera. Hacía tiempo que no se me cruzaban, por el mismo carril del alma, el humor y el drama de forma simultánea. No es normal que seis personajes busquen la representación de su propia obra con la exclusión de los actores, y que les pidan sitio, mendigando la representación de sí mismos por sí mismos. Tanta hilaridad, fundida con lo dramático de lo que allí se cuenta, genera un hechizo imborrable.

Decía Pirandello que el misterio de la creación artística es el mismo misterio del nacimiento. Una mujer desea convertirse en madre, pero el deseo por sí sólo, por más intenso que sea, no basta. «De igual modo, un artista recibe muchos motivos de la vida, y no puede jamás decir cómo y por qué uno de estos motivos entra en su fantasía y se convierte en una criatura viva». Y en el embroque de los diálogos hay tanto del hombre…

¿Cómo se calman los remordimientos por el mal realizado? «¿El remordimiento? –dice un personaje–. No lo he calmado en mí sólo con las palabras. Cualquiera se viste de dignidad frente a los demás, pero dentro de sí sabe todo lo que hay de inconfesable. Se cae en la tentación, para luego erguirse rápidamente, quizá con un poco de prisa, para restituir entera y sólida, como una lápida sobre la tumba, nuestra dignidad, para ocultar y sepultar a nuestros propios ojos cualquier rastro y el recuerdo mismo de la vergüenza. ¡Y así somos todos! ¡Únicamente falta el coraje para decir estas cosas!».

Miguel del Arco nos dice mucho de Pirandello, y éste, del hombre.