Una asignatura apasionante
En plena polémica por la situación en que queda la clase de Religión en la LOMCE, algunos obispos, en sus Cartas pastorales, denuncian las irregularidades a las que es sometida esta materia y animan a los alumnos a elegirla
+ Antonio Algora, obispo de Ciudad Real:
Según la nueva Ley de Educación, la nota de la clase de Religión, en Primaria y en Secundaria, va a contar para la nota media del alumnado. Hasta ahora, el esfuerzo de los alumnos de Religión no era reconocido como lo son las demás asignaturas, pues la nota no servía para nada en términos de eficacia académica. Esta ha sido la historia de una discriminación que han sufrido los católicos en estos últimos años, a pesar de que la clase de Religión católica ha sido respaldada por el 90 % de los padres en la Escuela Primaria y hasta el 44 % en la Secundaria. La nueva Ley de Educación, que, por cierto, suprime la asignatura de Religión en el Bachillerato, ha desatado el pim-pam-pum de los partidos que se llaman de izquierdas contra el muñeco de la Iglesia, como si el Gobierno fuera un obediente discípulo de la misma. Me temo que, como casi siempre, cuando hablan de Iglesia, se refieren solamente a los obispos. Y es aquí donde deseo señalar que el derecho de libertad religiosa ha sido ejercido en las últimas décadas, repito, por el 90 % de los padres de alumnos en la Primaria y por el 44 % en la Secundaria. En números absolutos, fuera del sistema educativo, cuando hablamos de Iglesia estamos hablando del 75 % de los españoles, que, de 47 millones de la población española, son 35 millones y pico.
Creo que serán los padres de los alumnos los que se alegrarán de que el esfuerzo de sus hijos sea reconocido con una nota que valga para establecer en términos exactos el curriculum académico de sus hijos. Además, el tiempo que ha durado esta discriminación, nadie ha podido señalar la clase de Religión como transmisora de radicalismos fanáticos: ahí están los manuales empleados, respetuosos y tolerantes con otras opciones; y ahí están los resultados en los alumnos que han cursado la asignatura. En mi experiencia de tratar con ellos en la clase, cuando he sido invitado por los profesores en uso de su libertad de cátedra, he visto a muchachos y muchachas de lo más normal.
El pim-pam-pum desatado contra la Iglesia se ha concretado en los propósitos de romper los Acuerdos Iglesia-Estado (apoyados cuando se firmaron ya en la Democracia –1979– por la práctica unanimidad de las Cortes), que dejarían a los católicos, repito: 35 millones y pico, fuera del juego democrático en muchos aspectos; y también en la amenaza de quitar la enseñanza de la Religión en el sistema educativo. Maniobras políticas que, hasta ahora, no se han llevado a efecto cuando llegan a los Gobiernos del Estado y de las Autonomías, pero que van desgastando el tejido democrático tratando de confundir a la gente llamando privilegios de la Iglesia a lo que es respeto a los derechos democráticos de los españoles que se confiesan católicos.
Es cierto que se nos mira con lupa a los obispos cuando expresamos nuestra opinión, que espero pueda ser libremente ejercida en el futuro, y que, en más de una ocasión, se maniobra para que aparezcamos lejos y separados del resto del pueblo de Dios que es la Iglesia. Pero tengo la certeza de que el grito silencioso de los padres va a seguir siendo la renovada petición de que sus hijos reciban la enseñanza de la Religión católica.
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+ Casimiro López, obispo de Segorbe-Castellón y Presidente de la Comisión de Enseñanza, de la CEE:
Hemos vuelto a escuchar muchas cosas inexactas y confusas sobre la clase de Religión y sobre la posible alternativa. No os dejéis confundir. Todo sigue básicamente igual para vosotros, los padres. Podéis –y bien sabéis que los padres católicos debéis– inscribir a vuestros hijos a la clase de Religión o, en su caso, procurar que ellos mismos se inscriban. Que nadie os estorbe ni engañe. Es vuestro derecho propio y constitucional. El Estado, la Administración educativa de la Comunidad, los colegios y los institutos tienen la obligación de facilitaros el ejercicio real de este derecho fundamental, que a vosotros os asiste y a nadie perjudica. Pedidlo aunque no os lo ofrezcan u os intenten disuadir. El estudio de la Religión en la escuela es un instrumento precioso para que los niños, adolescentes y jóvenes crezcan en el conocimiento de todo lo que significa su fe cristiana, a la par que van desarrollando sus saberes en otros campos. Comprenderán que creer en Dios ilumina las preguntas más profundas que ellos mismos llevan en el alma, como cuál es nuestro origen, qué hacemos en esta vida y cuál es el sentido último de la existencia humana; asimismo, comprenderán que Jesucristo es la revelación plena del misterio de Dios y del ser humano, por lo cual es el modelo para su existencia. En la clase de Religión, conocerán y podrán adquirir una serie de principios y criterios, de virtudes y de valores, sin los cuales el ser humano queda expuesto en su vida al albur de modas y de manipulaciones; en estos momentos de crisis y de corrupción en tantos órdenes de la vida, deberíamos volver a valorar la necesidad que tenemos todos de principios éticos y morales para superar bien la crisis no sólo económica, sino también y, sobre todo, la crisis moral y social que padecemos.
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+ Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela:
La Iglesia que, desde siempre, ha mostrado gran inquietud por la educación de la infancia y la juventud, no puede ni quiere quedar al margen de la preocupación de amplios sectores de nuestra sociedad que desean mejorar las leyes educativas. Reconoce que la escuela es un medio privilegiado para la formación integral del hombre en cuanto que ella es un centro donde se elabora y se transmite una concepción específica del mundo, del hombre y de la Historia. Ve, por tanto, en la calidad educativa el mayor bien para la persona humana, urgiendo el desarrollo no sólo de los aspectos pedagógicos, científicos o técnicos, sino también de la formación integral en la que no puede olvidarse la dimensión trascendente.