La revolución espiritual de Hollande - Alfa y Omega

La revolución espiritual de Hollande

El Gobierno francés ha sido denunciado ante el Consejo de Europa por la desmedida represión policial contra los manifestantes a favor de la familia natural, a quienes se equipara a violentos de extrema derecha. El siguiente frente de la agenda laicista de los socialistas franceses es la escuela. El ministro de Educación prepara una nueva asignatura obligatoria de moral pública, mientras circulan por Internet declaraciones suyas de 2008, en las que defendía una «revolución espiritual» que erradique el catolicismo de Francia y concluya la obra iniciada por la Revolución en 1789

Ricardo Benjumea
Concentración de vehículos por la liberación del joven Nicolás Bernard-Busse, junto a la Ópera de París, el 30 de junio pasado.

El italiano Luca Volontè, presidente del Grupo Popular Europeo en la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, y otros 23 diputados de diversos partidos y nacionalidades, solicitaron, la pasada semana, al Consejo de Europa que investigue la dura represión del Gobierno de Francia contra los defensores de la familia natural. Los hechos han sido documentados por el European Centre for Law and Justice (ECLJ), organización no gubernamental de inspiración cristiana que defiende los derechos humanos ante diversos organismos internacionales. Su Director General, el abogado francés Grégor Puppninck, presentó, con Volontè, un amplio informe del ECLJ que documenta decenas de casos de violencia policial desmedida contra los manifestantes pro familia, como cargas indiscriminadas, o el uso injustificado de gas lacrimógeno, empleado contra familias con niños, personas mayores e incluso discapacitados.

Hubo actuaciones desmedidas contra Vigilias de oración juveniles y, entre el 24 y el 26 de mayo, unas 350 personas de la Manif por tous fueron detenidas y encerradas hasta 3 días, para después, en la inmensa mayoría de los casos, tener que ser liberadas sin cargos. Por esas mismas fechas, unos violentos disturbios en París, provocados por hinchas de fútbol, dieron lugar a sólo 11 arrestos policiales.

El caso paradigmático es el del joven Nicolás Bernard-Busse, organizador de Vigilias de oración, que ante una carga policial, el 16 de junio, se refugió en un restaurante. La policía lo acusó de resistencia a la autoridad. Fue condenado a 4 meses de prisión. En la cárcel, se le trasladó a una celda de aislamiento, supuestamente por su propia seguridad, hasta que las protestas llamaron la atención de varios diputados franceses que pusieron el grito en el cielo. Incluso partidarios del matrimonio homosexual han criticado este ensañamiento. Desde la jerarquía eclesial, el obispo de Bayona ha denunciado que los cargos contra el joven «parecen surrealistas, y la pena, desproporcionada».

El domingo, decenas de vehículos se concentraron en París para exigir la liberación del joven, lo que supuso un cierto éxito de la Manif por tous, después de algunas semanas de reveses mediáticos, tras el asesinato del joven antifascista Clément Méric a manos de un grupo de cabezas rapadas. Desde el Gobierno y la prensa, se acusó a los manifestantes de crear el caldo de cultivo de homofobia e intolerancia que condujo a esta tragedia, lo que generó sospechas y divisiones internas en el movimiento pro familia. La pasada semana, se hizo público un vídeo con las imágenes del incidente, que contradicen esa interpretación. Fue Méric quien comenzó la trifulca. Un skinhead respondió propinándole un golpe, y el puñetazo le provocó al joven una caída fatal. En todo caso, este lamentable suceso fue ajeno al debate sobre el matrimonio.

La nueva religión del secularismo

La Manif pour tous es un pacífico y heterogéneo movimiento, del que forman parte incluso activistas homosexuales contrarios a la redefinición del matrimonio. Pero es la Iglesia –laicos católicos, con el apoyo de los obispos– la que claramente ha liderado la movilización. Y es la Iglesia también el gran adversario a batir por el Gobierno socialista.

El objetivo es completar la inacabada Revolución Francesa, de 1789. Así lo explicó, en 2008, el actual ministro de Educación, Vicent Peillon, en una entrevista, de la que circulan estos días imágenes por la web. «No se puede construir un país libre con la religión católica», afirma. Ya no es posible implantar en Francia el protestantismo, «como han hecho otras democracias». Es necesario «inventar una religión republicana. Esta nueva religión es el secularismo», que debe traer una «revolución espiritual». La gran batalla está en la escuela, que «tiene que eliminar del niño todos los lazos pre-republicanos para enseñarle a ser ciudadano. Es como un nuevo nacimiento, una transubstanciación que opera en la escuela y por la escuela, la nueva Iglesia con sus nuevos ministros, la nueva liturgia y sus nuevas tablas de la ley».

Las frases podrían ser tomadas por simples divagaciones, de no ser porque el presidente Hollande ha encargado a Peillon que diseñe una nueva asignatura obligatoria en las escuelas para la transmisión de la moral pública, similar a la Educación para la ciudadanía española. El asunto fue abordado, en diciembre, en un Encuentro de la Laicidad, organizado por el Grupo Socialista en la Asamblea Nacional, que sirvió para coordinar las estrategias laicistas del Gobierno y de la mayoría parlamentaria. Además de Peillon, participó la ministra de Justicia, Christiane Taubira, autora de la ley del matrimonio homosexual.

Otro asunto en la agenda ideológica del Gobierno es la eutanasia. El lunes, el Presidente Hollande reafirmó su intención de avanzar «en la dirección de la dignidad humana», pese al reciente informe del Comité de Ética que rechaza tanto la eutanasia como el suicidio asistido.