Hoy, Dios nos habla de la misión. ¿Cuáles son los puntos de referencia de la misión cristiana? El primer elemento es la alegría. Estamos llamados a ser portadores de alegría, de la consolación de Dios y su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. ¡Para que nuestra misión sea fecunda, hay que sentir la consolación de Dios y transmitirla! Hay personas que tienen miedo de esta ternura de Dios, pero no tengáis miedo. La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de la misericordia.
El segundo punto de referencia de la misión es la Cruz de Cristo. Si permanecemos dentro de este misterio, estamos a salvo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión, como del desánimo ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad pastoral no procede ni del éxito ni del fracaso, sino de conformarse con la Cruz de Jesús, salir de sí mismos y darse: la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz con Cristo– la que garantiza la fecundidad de nuestra misión.
Finalmente, la oración. La Iglesia no es nuestra, sino de Dios. Cuántas veces nosotros los consagrados pensamos que es nuestra, ¿eh?… Hacemos lo que se nos ocurre… Pero no es nuestra, es de Dios. Así pues, la misión es, sobre todo, gracia, y pierde su fecundidad, e incluso se apaga, cuando se interrumpe la conexión con el Señor. La evangelización se hace de rodillas. El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las estructuras, está siempre al acecho. Jesús, en la víspera de cada decisión, se recogía en oración intensa y prolongada.
A los seminaristas, novicias y novicios (7-VII-2013)