Una canción de Pascua en el velatorio de Shireen
La periodista muerta de un disparo en Cisjordania investigaba y contaba la información con «objetividad» y también «con humanidad», además de con una dedicación que nacía de sus valores cristianos, asegura el obispo William Shomali
Una vez que la periodista Shireen Abu Akleh, corresponsal de Al Jazeera en Palestina, cubría la noticia de la destrucción de la casa de una familia palestina, «empezó ella misma a buscar a los hijos entre los escombros». «Su estilo era la objetividad al investigar la verdad y contarla, y lo hacía no solo con exactitud, sino también con humanidad». Por eso «a la gente le gustaba», afirma a Alfa y Omega el obispo auxiliar del Patriarcado latino de Jerusalén, William Shomali. Abu Akleh murió el 11 de mayo mientras cubría una operación de las Fuerzas de Seguridad de Israel en Jenin (Cisjordania). Según su compañero Ali Samouri, que resultó herido, la causa fueron disparos israelíes.
«Mucha gente no sabía que Shireen era cristiana», apunta Shomali. Intentaba no mezclar esta faceta de su vida en su trabajo. «Pero su dedicación nacía de esos valores». El mismo día 11, el obispo visitó en Jerusalén a la familia de la periodista, junto con el obispo ortodoxo Atallah Hanna. Cada uno hizo una oración «y la gente participó, hasta el punto de que una mujer nos pidió que cantáramos Cristo ha resucitado, un célebre himno de Pascua».
En un comunicado, el Patriarcado latino de Jerusalén reclamó el día 12 «una investigación exhaustiva y urgente de todas las circunstancias» de su muerte, y que «los responsables sean llevados ante la justicia». La periodista «era un ejemplo del deber y una voz fuerte para su pueblo».
También condenó, junto con el Patriarcado griego y el resto de iglesias de Tierra Santa, «la violenta intrusión de la Policía israelí en el cortejo fúnebre», el viernes en Jerusalén, atacando a los palestinos que sacaban su féretro del Hospital de San José. Para las iglesias cristianas, el modo en el que «irrumpieron en una institución sanitaria cristiana» con «porras, granadas de humo y pelotas de goma», hasta el punto de que los portadores casi dejaron caer el ataúd, es «un uso desproporcionado de la fuerza» y una falta de respeto contra la Iglesia.