Evangelizar la modernidad
Dios y Estado, laicismo y laicidad en Europa es el tema elegido para la Asamblea plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), que ha reunido en Bratislava, del 3 al 6 de octubre, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa, para reflexionar sobre los asuntos que preocupan a la Iglesia en el continente europeo y sobre el avance del secularismo en Europa
El laicismo es uno de los fenómenos que han surgido tras los cambios que ha sufrido la relación entre la Iglesia y el Estado en las últimas décadas, y que ha llevado a los obispos del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), reunidos el pasado fin de semana en Bratislava, a reflexionar sobre las consecuencias de las injerencias del Estado en los valores cristianos, especialmente en el campo de la educación de las jóvenes generaciones y de la promoción de la familia.
Durante la Asamblea, los obispos europeos han debatido también sobre los nuevos cambios que la Iglesia ha vivido precisamente durante el Año de la fe. La renuncia de Benedicto XVI y la elección de Papa Francisco han traído a la Iglesia un momento de gracia, que ha permitido reflexionar profundamente sobre las dificultades que afectan a la Iglesia universal. Los obispos han destacado, en particular, el ejemplo misionero de Papa Francisco, que puede dar a la Iglesia un nuevo impulso para la nueva evangelización en el continente.
Como explicaba el Presidente del CCEE, el cardenal Peter Erdö, «ante una ciudad secularizada y recelosa con la Iglesia, es necesario proponer el anuncio entusiasta del testimonio de Cristo. Una sociedad que vive como si Dios no existiese necesita de un anuncio alegre y lleno de esperanza».
En cierto modo, explicaba el cardenal Erdö en la sesión de apertura, la Iglesia asiste a un creciente «rechazo a la herencia cristiana» que es la base de nuestra cultura. Así, se buscan «nuevas formas de unidad, sea en el poder o en un cierto estilo de vida», una homologación que trae consigo «un relativismo moral» que lleva a la crisis familiar y moral que sufre el continente.
En este sentido, el Presidente de la Conferencia Episcopal belga, monseñor Andrè Joseph Leonard, recordaba que Europa «es el continente más pequeño» pero, al mismo tiempo, «el más rico cultural, lingüística y espiritualmente». Una homologación que no tenga en cuenta esta riqueza, no puede sino «destruir la solidaridad natural» del hombre.
Monseñor Leonard explicaba así que la laicidad del Estado, o la separación Iglesia-Estado, es «algo necesario» y fundamental para la vida en comunidad. No obstante, los poderes públicos en Europa y algunos grupos sociales ejercen «una cierta presión» sobre la Iglesia para que la religión pase a ser «puramente privada».
Sin embargo, monseñor Leonard recordaba que la religión, especialmente la cristiana, se expresa también en el ámbito público; y que es necesario que la Iglesia participe en el debate público y tenga «su propia voz» para defender los valores que se encuentran en la naturaleza humana.
Con todo, monseñor Leonard recordaba que la Iglesia no debe proporcionar «argumentos bíblicos» para sostener su postura, sino «argumentos racionales» que puedan ser aceptados por la opinión pública y que permita un debate abierto sobre todas las cuestiones que afectan al hombre y a la sociedad. De hecho, explicaba, la participación de la Iglesia en el debate publico es, a veces, incluso insuficiente ante una sociedad indiferente ante el fenómeno religioso.
La profesora Emilia Hradovec, docente de Historia en la Universidad de Viena, recordaba, durante el debate de la Asamblea, que en diferentes ámbitos de la vida social se muestra una «pretensión de construir una imagen exclusivamente negativa de la Iglesia y de la fe».
Ante esta situación, según explicaba la profesora, la respuesta de la Iglesia no debe ser de aislamiento ante la sociedad, sino de apertura al debate sobre las cuestiones principales que afectan a los valores cristianos. Así, los cristianos deben mostrar «su propia identidad, basada en su fe y en la esperanza cristiana» a la sociedad moderna.
De hecho, aseguran los obispos de Europa, los cristianos son «portadores de una esperanza que el mundo busca». Una esperanza que debe dar a los cristianos «la valentía de afrontar las situaciones difíciles con un espíritu de apertura ante las preguntas de las personas», siguiendo así «la misión evangelizadora de la Iglesia».
El deber de comunicar la fe
Los obispos proponen de este modo a los cristianos de todo el continente permanecer en una actitud positiva y propositiva frente a las dinámicas sociales. De hecho, como explicaba el cardenal Angelo Bagnasco, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, la Iglesia «tiene un patrimonio» que los cristianos «tienen el deber de llevar a las instituciones con respeto y convicción, porque forma parte de nuestra identidad, tanto cristiana como europea».
Así, explicaba el cardenal Erdö que la misión de la Iglesia hoy «no es olvidar las dificultades de otros tiempos, o soñar con un futuro paradisíaco en este mundo, sino evangelizar la modernidad y la post-modernidad» para, como explicaba el Vicepresidente del CCEE, el arzobispo polaco monseñor Josef Michalik, «despertar una concepción del hombre que no se conforma con las cosas materiales», sino que sabe «mirar dentro de sí mismo y alimentar la sed de Dios, de belleza, de valores espirituales que está inscrita en cada hombre».
Durante la Asamblea, los obispos europeos han recordado también a los fallecidos en la tragedia de Lampedusa, donde han fallecido casi 200 personas y han desaparecido 250, y han hecho un llamamiento a los países europeos para exigir «una solidaridad efectiva» para que situaciones como la de Lampedusa «no se repitan».
Rocío Franch