María Teresa Compte: «En la Iglesia cuesta reconocer que se han cometido abusos»
Tres años después de su creación, Betania ha atendido a 112 víctimas en entornos religiosos. Su presidenta denuncia que la revictimización «es sistémica»
En febrero cumplieron tres años de vida de Betania. ¿Cuál es el balance?
Nuestra actividad central ha sido la atención a las víctimas. En total han sido 112. Todas han sufrido abuso sexual en contexto religioso. Además, hemos fortalecido la asociación e incorporado a nuevos profesionales. Ahora somos 27.
¿Quién trabaja en Betania?
Hay un equipo de personas en acogida y escucha. Favorece que haya comunicación, que se genere un ámbito de seguridad y confianza y que esto ayude a clarificar las demandas de la víctima. También hay juristas que ofrecen asesoría canónica y civil, personas que están centradas en el acompañamiento –y en el acompañamiento espiritual– y otras que trabajan en los procesos de reparación.
¿Qué piden las víctimas?
Hay un porcentaje de personas que quieren que los hechos se conozcan y se reconozca la injusticia. Otras dicen que no están preparadas para afrontar el proceso, pero buscan que alguien tome nota. Las hay que solicitan orientación legal o buscan iniciar un proceso de reparación. Y hay un grupo importante que nos pide ayuda porque ya han acudido a la institución en la que se cometieron los abusos y no han sido atendidos como se merecen.
Trabajan también en la reparación.
Facilitamos en un primer momento la toma de conciencia de la víctima, que tiene que ver con la recuperación de la memoria y la asunción de lo sucedido para dejar de ser una víctima. Ser víctima tiene que ser algo transitorio, no puede ser una identidad. Y la Iglesia no puede no ser parte activa en el proceso de dejar de ser víctima. Por eso, es importante que la institución en la que se cometieron los abusos asuma su responsabilidad. No hablamos de culpas ni de causas penales, sino de responsabilidad en el sentido de hacerse cargo del daño que se infligió a esa persona.
Tienen un acuerdo con maristas. ¿Cómo es la relación con la Iglesia?
Somos una asociación civil e independiente y nuestra relación es con las víctimas. Es verdad que hablamos con todos. Trabajamos con las personas que han sufrido abusos, pero para cerrar el círculo de la victimización es necesario que las instituciones participen en la reparación. Somos el tercero que facilita estos procesos.
¿Es más grave el abuso sexual en un contexto religioso?
El trauma espiritual y religioso es devastador. Las víctimas ponen la imagen del tsunami. Se ponen en tela de juicio la confianza espiritual y la confianza en la institución, y se produce una alteración de la imagen de Dios. Los agresores convierten, de manera más o menos explícita, a Dios en su cómplice.
¿Cuáles son los factores de riesgo?
La edad, la asimetría por edad o posición institucional, la confidencialidad. También la confianza espiritual, ya que en las relaciones intraeclesiales no hay reciprocidad entre quien ejerce la autoridad y la otra parte; y la cultura sacramental, pues el agresor puede sellar en la confesión el silencio de la víctima.
¿Cómo hacer frente a todo esto?
Reconociendo el problema. En la Iglesia nos cuesta mucho reconocer que este mal se ha cometido dentro de nuestra casa. La tentación es apartar la mirada, porque no soportamos confrontarnos con este mal. Al mal hay que mirarlo de frente. Esto les pasa a todas las instituciones. Siendo cierto que la Iglesia no es la institución con mayor incidencia de abusos sexuales, sí tiene la mayor victimización secundaria, la que se perpetra contra las personas que llaman a sus puertas y han sido silenciadas o no han encontrado respuesta; es sistémica.
¿Hay tareas pendientes?
La Iglesia trabaja en prevención y protección, pero se ha olvidado de que la prevención también es de la revictimización. No hay programas ni proyectos para proteger a las víctimas reales. Otro desafío es facilitar la creación de servicios profesionales estables y con recursos que atiendan a las víctimas. Esto ya existe en Irlanda a través de una fundación independiente, profesional y con una dotación presupuestaria.
¿Qué le parecen las comisiones que se han creado en nuestro país?
Ya dijimos que España tiene excelentes profesionales para hacer frente a una comisión independiente que quiera conocer este problema. Sobre los procesos abiertos, veremos cuando se cierren.
¿Conoceremos la verdadera dimensión de este drama?
La magnitud no la vamos a conocer, tampoco las cifras reales, porque hay muchas personas que no lo van a contar nunca. Pero hay que hacerles justicia.
La comisión que estudia los abusos en la Iglesia portuguesa sigue dando pasos importantes. En cuatro meses ha recibido 326 casos, ha tenido encuentros con víctimas, entrevistas directas con todos los obispos y reuniones con la Conferencia Episcopal Portuguesa y la Conferencia de Institutos Religiosos de Portugal, así como con congregaciones religiosas, según confirma a Alfa y Omega el coordinador de la comisión, Pedro Strecht. También ha mantenido contacto con organizaciones civiles, con las comisiones de España y Alemania, y con el padre Hans Zollner, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores.
Además, ha puesto en marcha un equipo de historiadores y archiveros que estudian los archivos de la Iglesia, así como acciones formativas con jóvenes. Una de las últimas propuestas fue un evento público sobre los abusos a menores que clausuró Javier Cremades, de la comisión española.