Elecciones presidenciales y parlamentarias en Chile. Directamente desde la ONU...
Tras dirigir los primeros pasos de la agencia de las Naciones Unidas para la Mujer, la ex Presidenta de Chile doña Michelle Bachelet vuelve a su país dispuesta a implantar allí la ideología y agenda de género de la ONU. Su previsible victoria en las elecciones presidenciales del próximo domingo puede suponer un cambio radical en un país que se ha convertido en referencia en la defensa de la vida y la familia. Y el tsunami puede afectar a toda Iberoamérica
Belén espera a su hijo para Navidad. Nada noticioso, salvo porque, tras este nombre ficticio, hay una niña chilena de 11 años, violada por su padrastro. Su caso, aireado y convenientemente manipulado el verano pasado por el lobby abortista, fue visto por muchos como un intento de preparar a la sociedad chilena para el cambio que traerán las elecciones de este domingo. La figura de la probable ganadora, la expresidenta doña Michelle Bachelet, contrasta con la de esta pequeña que, a pesar del trauma que vivió, nunca quiso abortar y, ahora, se encuentra bien de salud, protegida por su abuela y por el Estado.
Tras dejar el Gobierno en 2010, Bachelet ha sido la primera Directora Ejecutiva de la agencia de la ONU para las Mujeres. Ahora vuelve a su país, imbuida de la ideología de género de Naciones Unidas. «Creemos que siempre tuvo esta agenda –explica doña Patricia Gonnelle, de Red por la Vida y la Familia Chile–, pero tras su paso por la ONU volvió con la obligación de implementar un sistema como el español: aborto total, matrimonio homosexual con adopción, Educación para la ciudadanía… Tiene un discurso ideológico que pretende explicar todos los males con el parámetro de la lucha de clases y lucha de sexos. Es obsoleto, pero tiene la virtud de ser muy entendible por las personas de menor educación».
País estrella para bien… y para mal
El cambio que supondría la elección de Bachelet no es menor. Chile es, quizá, el país de Iberoamérica con los logros provida más interesantes. En 1989, tras casi 60 años de aborto, lo prohibió totalmente. En 2011, el chileno Instituto MELISA ofreció a los provida de todo el mundo una importante arma argumental, al confirmar, tras un amplio análisis estadístico, que esto no había empeorado la salud materna. Antes, en 2007, el país también vio nacer Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida y la Familia, asociación internacional que une a políticos de distintos partidos.
Hechos que han convertido a Chile en referencia para el bien, pero que parecen disolverse sin que se sepa muy bien cómo. No es sólo Bachelet: siete de los nueve candidatos sostienen posturas similares. Incluso su única adversaria significativa por la derecha, Evelyn Matthei, se ha distanciado del Presidente Piñera y ha mantenido una postura ambigua.
Pero el tsunami no se quedará en Chile. «Tenemos –subraya Patricia Gonnelle– una de las tasas más altas de crecimiento económico del continente. Se nos percibe como un país estable, rico y no corrupto. Es un país estrella muy mirado por sus vecinos. De caer Chile» en la cultura de la muerte, «tendremos un efecto dominó» en todo el continente.
Cuando, a finales de la década de los 60, se instaló en Chile una discusión ideológica a la cual la opinión pública no estaba acostumbrada, escasas personas en la clase política y dirigente, así como en la alta burguesía, se encontraban en condiciones de imaginar que este país, geográficamente ubicado en el finis terrae del mundo, se transformaría muy luego en un hervidero de la guerra fría, situación que se prolongaría incluso después de bien caído el Muro de Berlín. Los éxitos del auge económico y de la transición democrática esconden hoy, a los ojos de esos mismos estamentos, lo que advirtiera con clarividencia profética Augusto del Noce: cuando se hubieren hecho realidad –con todas las contradicciones que se quieran enumerar– las categorías culturales de la sociedad opulenta, el inmanentismo propio del pensamiento gramsciano sería el factor mentalmente dominante en la alta burguesía, vale decir, el modelo de la sociedad entera.
Chile, como todas las naciones iberoamericanas, posee un rico patrimonio de religiosidad popular, mayoritariamente católico. Los tres millones de jóvenes apostados para acompañar al Papa Francisco en Copacabana son la expresión de una juventud que, en este país, como en los vecinos, haciendo camino a través de los muchos carismas nacidos al viento del Concilio, siguen a Pedro adonde quiera que vaya. Pero también ese pueblo, al margen de una que otra iniciativa bien lograda en el campo de la familia y del derecho a la vida, no tiene casi expresión en el ámbito político, transversalmente capitalizado por el discurso pragmático economicista y el nihilismo cultural. Así, en un contexto donde los problemas antropológicos no parecen alcanzar mucha comprensión ni suscitar pasión, atrapado entre el realismo de las cifras que esgrime con destreza la ex ministra Matthei y el realismo mágico que representa la figura protectora de la ex Presidenta Bachelet, el cansancio con el statu quo favorece a ésta. La inusitada proliferación de candidaturas secundarias, con sus excéntricos discursos, son tan sólo experiencias testimoniales, avaladas en su existencia por aberrantes innovaciones legislativas.