«Quiero hacer la voluntad del Señor»
Benedicto XVI presidió, el pasado domingo, la celebración eucarística de inicio de su pontificado. Replanteó el mensaje que, hace algo más de 26 años, lanzara Juan Pablo II: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!»
Profunda emoción sobria. En estas tres palabras se podría sintetizar el ambiente que respiraron los más de 400.000 peregrinos que, el pasado domingo, participaron en la misa de solemne inicio de pontificado de Benedicto XVI.
«En este momento no necesito presentar un programa de gobierno», reconoció el Papa Joseph Ratzinger con sinceridad desarmante, durante la homilía. «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él».
Fue una celebración inédita. Todos sus símbolos, redescubiertos en sus más pequeños detalles, a la luz de la tradición de siglos, buscaban subrayar la dimensión petrina (de San Pedro) del ministerio del obispo de Roma. El inicio sorprendió por su sencilla genialidad. El nuevo Papa, acompañado por los Patriarcas de Oriente, se detuvo en oración ante el tropheum apostólico, donde se encuentra el sepulcro del primer obispo de Roma, bajo el baldaquino de la basílica de San Pedro.
El palio de Benedicto XVI es diferente al de los últimos Papas, pues asume la forma del palio de Papas de hace más de un milenio. Ha sido diseñado con la inspiración de los mosaicos medievales de algunos templos de Roma. Mucho más grande que el utilizado por Juan Pablo II, recuerda las imágenes de Jesús, buen pastor, pues el Papa lo porta sobre los hombros, como si se tratara de llevar una oveja perdida.
El Anillo del Pescador era el otro poderoso signo de la celebración que acompañará todos los días al nuevo obispo de Roma. Se trata de una insignia propia del obispo desde el primer milenio. El anillo del nuevo Papa, a diferencia de sus predecesores, lleva grabado el mismo símbolo que el sello papal de plomo, utilizado por el Pontífice para sellar documentos: la imagen de san Pedro, la barca y las redes.
Sólo después de haber rezado ante los restos de Pedro, el Papa apareció ante una multitud entusiasmada que desbordaba la plaza. Con paso lento, pero decidido, el teólogo de Baviera llegó hasta esa plaza, en la que fue martirizado aquel pescador, para recibir su mismo ministerio. La homilía, interrumpida en 39 ocasiones por los aplausos, mencionó en varias ocasiones a Juan Pablo II.
Las novedades de la celebración fueron muchas. En esta ocasión, el rito de la obediencia, protagonizado en el pasado por los cardenales, que se arrodillaban ante el nuevo Papa, fue realizado por doce personas: tres cardenales, un obispo, un sacerdote, un diácono, un religioso y una religiosa, un matrimonio y dos jóvenes recién confirmados, provenientes de todos los continentes, en representación de toda la Iglesia.
Reyes y Jefes de Estado
En la toma de posesión del austero Papa que se inspira en el espíritu de san Benito, participaron 140 delegaciones oficiales, entre las que destacaban los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía.
Después de que Benedicto XVI recorriera la Plaza de San Pedro en un coche blanco descubierto para despedirse de los peregrinos, regresó a la basílica vaticana para saludar a los dignatarios. Por la tarde, se reunió con su hermano Georg, también sacerdote.
Fue significativo el que las representaciones ecuménicas fueran del más alto nivel. La Comunión Anglicana estaba representada por el mismo Primado Rowan Williams, arzobispo de Canterbury. Entre los numerosos representantes de las Iglesias ortodoxas se encontraba el metropolitano de Éfeso, del Patriarcado de Constantinopla, Chrysostomos, y en representación del Patriarcado de Moscú, el metropolitano de Smolensk y Kaliningrado, Kirill. Había también representantes metodistas, luteranos, pentecostales…