La Iglesia no se olvidará de las familias del Villa de Pitanxo
Las parroquias de Marín y Bueu y la diócesis de Tui-Vigo, que se han volcado con los afectados por el naufragio con acompañamiento, apoyo logístico y oración, ofrecerán un programa para afrontar el duelo una vez se retiren el foco mediático y las instituciones
Si Sorolla hubiese conocido el naufragio del Villa de Pitanxo habría exclamado el título de una de sus pinturas más famosas, en la que dos pescadores atienden a un tercero herido: «¡Aún dicen que el pescado está caro!». Cuántas veces lo habrán pensado durante las faenas en alta mar Fernando, William o Juan Antonio, que perdieron la vida en aguas de Terranova y cuyos cuerpos han sido recuperados junto a otros seis. O los doce desaparecidos. Igual que Juan, Eduardo o Samuel, a quienes el mar ha dado una segunda oportunidad.
«Es una actividad para gente dura. A las condiciones de trabajo hay que añadir que los que trabajan en la flota de altura y gran altura –fuera de los caladeros nacionales– pasan mucho tiempo apartados de sus familias, entre uno y cinco meses. Además, la pandemia ha hecho que algunos no hayan podido volver a casa en un año», afirma María Elvira Larriba, delegada de Apostolado del Mar y directora del Stella Maris en la diócesis de Tui-Vigo. Larriba conoce bien la realidad del mar pues, aunque lleva solo un año en esta responsabilidad diocesana, antes había sido portavoz de Pesca en el Senado por el PP y había participado en distintos proyectos en el puerto de Vigo. Sabe también cómo se sienten las esposas de los pescadores, pues tiene contacto con la asociación Rosa dos Ventos, que nació bajo el amparo del Apostolado del Mar, a través de la que mujeres de marinos reclaman condiciones dignas para sus maridos.
Por todo esto, querían estar presentes para ofrecer su apoyo en uno de los naufragios más graves de las últimas décadas. En un primer momento, y ante la activación de todas las instituciones, optaron por no estorbar, aunque sabían que tarde o temprano la relación con las familias iba a llegar. En Vigo, en concreto, vivían algunos de los peruanos embarcados. «Nos invitaron a una Eucaristía en la parroquia de Nuestra Señora de la Paz, donde se venera una imagen del Señor de los Milagros, una devoción muy arraigada en el país sudamericano. Allí pudimos contactar con alguna familia y, a medida que vamos conociendo los detalles, nos damos cuenta de la dimensión de la tragedia. La cantidad de mujeres que se quedan solas, el número importante de hijos…», añade Larriba.
En estas primeras semanas, tanto el Stella Maris como la Delegación de Migraciones de Tui-Vigo, con el sacerdote Alberto Montes al frente, se han puesto a disposición de los afectados. Por ejemplo, han ayudado a sufragar los gastos del traslado de familiares desde Perú a Galicia. «Desde el primer momento nos ofrecimos para escuchar y para ayudar en cuestiones logísticas», añade Montes.
Además, ya tiene previsto, una vez pasen algunas semanas más, poner en marcha, en colaboración con el Centro de Escucha San Camilo de Vigo, Pontevedra y Madrid, un programa para ayudar a las familias a gestionar el duelo. «Hay apoyos específicos para niños y también para mayores. Hay una abuela que ha perdido a tres familiares», reconoce la directora del Stella Maris. También habrá un funeral en la catedral, con fecha por determinar, presidido por el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro, que es, además, el promotor de Stella Maris.
En Marín, donde se agolparon los focos por ser la base del buque, el dolor todavía se respira en el ambiente. La tragedia ha estado muy presente en la novena en honor a Jesús Nazareno, que concluye este viernes, y que, con motivo del 70 aniversario de la cofradía del mismo nombre, ha sido predicada por todos los obispos gallegos. «Está marcada por la realidad. Pedimos al nazareno que nos ayude en el sufrimiento y nos sintamos acompañados», afirma el párroco de Santa María del Puerto, David Mohedano.
Pero, además de la oración, la Iglesia en Marín está haciendo una labor callada, fuera del foco mediático, con las familias del entorno de la parroquia. Incluso están pendientes, a través de Cáritas, de las necesidades económicas que estas puedan tener. Tanto Mohedano como el párroco de la cercana Bueu, David López Moldes, estuvieron en todo momento a disposición de los psicólogos y en contacto con las autoridades para hacer de enlace con las familias y ayudar en lo posible.
El párroco de Bueu rememora el clima de silencio y tristeza durante el funeral de uno de los tripulantes en una de sus parroquias. «Muchos vemos el mar como algo divertido, pero los marineros y sus familias saben que hay riesgo», añade. Larriba se suma a las peticiones para que sigan buscando los cuerpos, reclama agilidad en los trámites y anima a la empresa armadora a ser generosa. «Nos queda acompañar a las familias, rezar por ellas y ponerlas en las manos de la Virgen del Carmen», concluye López Moldes.