El Papa visita la casa Viva los ancianos: «Es bello ser anciano»
Benedicto XVI abandonó, el lunes, los muros del Vaticano para visitar, «como obispo de Roma, pero también como anciano», una comunidad de personas mayores y lanzar un mensaje profundamente bíblico: «¡Es bello ser anciano!»
En medio de la crisis económica, que golpea también a los mayores, el Santo Padre afirmó: «En toda edad, hay que saber descubrir la presencia y la bendición del Señor y sus riquezas. ¡Nunca hay que dejarse apresar por la tristeza! Hemos recibido el don de una larga vida. Vivir es hermoso, también a nuestra edad, a pesar de los achaques y de ciertas limitaciones. Que en vuestro rostro se refleje siempre la alegría de sentiros amados por Dios, nunca la tristeza».
El gesto del Santo Padre tiene lugar en pleno Año del envejecimiento activo y de solidaridad entre generaciones, convocado por el Parlamento europeo. El centro que visitó Benedicto XVI, cercano al Vaticano, en el monte Gianicolo de Roma, constituye uno de los cientos que ha creado en Roma, Europa y en el resto del mundo la Comunidad de San Egidio, movimiento eclesial fundado en 1968 por el historiador Andrea Riccardi, hoy ministro del Gobierno italiano para la Cooperación Internacional y la Integración. Con estos centros, la Comunidad de San Egidio huye del modelo de las residencias para ancianos masificadas. Se trata más bien de comunidades en las que los ancianos viven en apartamentos individuales, compartiendo servicios comunes y disfrutando de momentos de encuentro, amistad y ayuda mutua.
Cuando el Papa llegó en coche a la residencia, varios mayores se encontraban asomados a sus ventanas, adornadas con geranios, saludándole con la mano y con una sonrisa. Se trata de personas que han perdido su casa por problemas económicos, o que a causa de problemas de salud necesitan una asistencia cercana y programada. En nombre de todos ellos, saludó al Papa Enrichetta, una señora que ha superado ampliamente los ochenta años, casi ciega, motivo por el cual vive en uno de estos apartamentos. «Nuestra vida, como ancianos, está llena de problemas», le dijo. «Para salir me tienen que ayudar y acompañar», pero todo cambia con la «amistad, de los jóvenes y de los que no son tan jóvenes», explicó. «No me da vergüenza decir que, gracias a los ancianos, he aprendido lo que significa la amistad. He aprendido lo que significa amar al prójimo, como pide Jesús, en particular a quien es débil». Estas amistades, concluyó Enrichetta, hacen que nuestra vida sea hermosa.
Quien acoge a los ancianos, acoge la vida
Benedicto XVI respondió a la anciana lanzando un llamamiento para que las familias y las instituciones públicas hagan todo lo posible para que «los ancianos puedan permanecer en su propia casa. Su sabiduría de vida es una gran riqueza. La calidad de una sociedad, diría de una civilización, se juzga también por la manera en que se trata a los ancianos y por el lugar que se les da en la vida común». Y subrayó: «Quien deja espacio a los ancianos, deja espacio a la vida. ¡Quien acoge a los ancianos acoge la vida!» El propio Papa, al despedirse, se acercó a un micrófono, para reconocer con espontaneidad: «Salgo rejuvenecido por este encuentro con los ancianos».