El enigma Pasolini
Todavía se sigue creyendo, algunos han escrito libros al respecto, que el asesinato de Pasolini fue asunto de Estado, porque era un intelectual que incomodaba a todos y debía estar bajo tierra, para que dejara de molestar a los aparceros de la sociedad del bienestar. Lo mataron hace ahora cuarenta años, a veinte kilómetros de Roma, en la playa de Ostia. Él decía que por encima de todo era escritor mucho antes que cineasta. Fue muy prolífico, gustaba de la narrativa, el artículo periodístico, el verso, el ensayo. No podía estarse intelectualmente quieto, era una afán desbordante por expresar razonablemente la vida.
Muchas veces definimos a las personas con una etiqueta que ponemos en el exterior de la campana de vidrio donde las encerramos. Eso hemos hecho con Pasolini. Dijimos de él que era comunista y ateo y nos quedamos tan contentos. Cuando nos ponemos en serio con sus escritos, caemos en la cuenta que era un enamorado de la vida como pocos seres humanos. He ahí su etiqueta. Nunca he oído argumentos tan vigorosos y profundamente sentidos en favor del no nacido como los suyos. Su Evangelio según San Mateo está considerado por el Vaticano como la mejor película sobre la vida de Cristo y Teorema fue galardonada con el Gran Premio de la Oficina Católica Internacional del Cine. Estaba entusiasmado con la criatura humana, hasta el punto de creer que el hombre era capaz de todo, hasta de salir por sí mismo de cada error. Sin embargo, fue testigo de cómo el subproletariado que tanto defendía se aburguesaba, como también se aburguesaron los partidarios de la Revolución Rusa. De ahí que le entusiasmara la vida de los primeros cristianos y se extrañara de su perseverancia en una manera de vivir por un ideal que al italiano se le escapaba.
Simone Weil dejó escrito que el ser humano tiene dos fuerzas que actúan sobre él: la Gracia y la gravedad. La primera viene del Cielo, es la apoyatura sobrenatural. La segunda es la que hace que el hombre no pueda actuar por sí mismo sin agotarse, aburguesarse, cansarse. Por eso, Pasolini quería abrir una puerta lateral en su vida para entrar en el hecho religioso. Recomiendo vivamente Nueva York (Editorial Errata Naturae), un libro de entrevistas al escritor cuando visitó en un par de ocasiones la ciudad de los rascacielos. Allí responde sobre todo a las preguntas sobre la presencia de Dios en la realidad y la condición sagrada del ser humano.