Nuncio en Armenia: «La religión, parte del rompecabezas en Nagorno y fuerza de paz»
José A. Bettencourt está estrenando la nueva nunciatura abierta en octubre en Ereván. Espera que le permita seguir de cerca el diálogo y promover la paz en Nagorno Karabaj a un año del alto del fuego
La apertura de una nunciatura en Armenia parece uno de los pasos más importantes dados por la diplomacia vaticana últimamente, especialmente considerando que no era estrictamente necesario pues ya existían relaciones bilaterales y un nuncio (con sede en Georgia). Es fácil ver por qué este fortalecimiento de las relaciones interesa a Armenia, un país en una posición de debilidad económica y política, que se puede beneficiar del apoyo de la Santa Sede. ¿Pero por qué es una prioridad para esta, no estando conectada con las grandes cuestiones globales?
La apertura de la nunciatura apostólica en Ereván lleva considerándose mucho tiempo, incluso desde que san Juan Pablo II nombró al primer nuncio en 1992. La Santa Sede siempre ha mostrado una preocupación particular por la región del sur del Cáucaso, mostrando su apoyo y solidaridad desde que estos países declararon su independencia en 1991. La Santa Sede fue entre los primeros que la reconocieron. Las grandes cuestiones globales están siempre enraizadas en cuestiones locales. Las que afectan a las naciones en el sur del Cáucaso son cuestiones globales porque la región limita con muchos otros países y siempre ha sido una región importante para los encuentros de todo tipo; basta pensar que estamos en la ruta histórica de la antigua ruta de la seda. Es un auténtico punto de encuentro entre pueblos.
¿Qué cree que quería decir el sustituto para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado del Vaticano, Edgar Peña Parra, cuando durante su vista dijo que la apertura de la embajada también quería ser «un símbolo para la comunidad internacional»? ¿Le preocupa a la Iglesia que Armenia esté siendo ignorada o dejada de lado?
El Papa Francisco ha hecho llamamientos incesantes de un diálogo constructivo para alcanzar la paz en toda la región del sur del Cáucaso, en particular este último año en la región de Nagorno Karabaj. Desea que las misiones diplomáticas papales sean un signo concreto de sus llamamientos y su solidaridad con las necesidades de la gente. Junto con la nunciatura apostólica en Tbilisi (Georgia) y la oficina diplomática en Bakú (Azerbaiyán), es un importante mensaje para la comunidad global de naciones, para que sea sensible y se implique en buscar una forma de diálogo y de paz en la región. Este conflicto se ha prolongado demasiado. Las declaraciones de su excelencia Peña Parra claramente reiteran los deseos del Papa Francisco. La Iglesia desea que después de un conflicto tan largo se pueda encontrar la paz para el beneficio de toda la región.
¿El hecho de que el presidente Sarkissian fuera el primer embajador de Armenia ante la Santa Sede favorece este fortalecimiento de las relaciones?
Sí. La apertura de la nunciatura en Armenia es resultado de varios elementos, incluyendo el hecho de que sea la primera nación católica, una larga y rica relación histórica, una cercana relación ecuménica con la Iglesia apostólica Armenia, la presencia de un embajador residente de Armenia ante la Santa Sede, la presencia en Roma del representante personal del catolicós (patriarca) ante la Iglesia católica, la duradera solidaridad de la Iglesia católica con las necesidades de la población Armenia, entre otros.
La Iglesia católica ha estado presente en Armenia antes de su independencia, durante y después. Primero con las Misioneras de la Caridad, el ordinariato católico armenio, la congregación de los Mequitaristas [de rito armenio, N. d. R.], el hospital católico en Ashotz de los camilos (fundado después del devastador terremoto de 1988), el apostolado de las Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción… Todo son hilos de la hermosa guirnalda que ha existido a lo largo del tiempo entre la Santa Sede y Armenia.
¿Qué ventajas tiene la apertura de una nunciatura en Ereván, además del hecho de que le permitirá estancias más largas y frecuentes en el país?
La nunciatura apostólica estará encabezada por un encargado de negocios permanente, un diplomático de la Santa Sede, también con la presencia de un nuncio. Significa que ahora podemos contar con un equipo permanente que ayudará con la gestión cotidiana de la misión diplomática y que podremos atender mejor las numerosas peticiones que se nos presenten. También significa que podemos ser más sensibles a las cuestiones presentes, particularmente las relacionadas con cuestiones humanitarias y sociales que están en el corazón del pontificado de Francisco.
De hecho, ya se está preparando el proyecto de una misión diplomática más amplia en el futuro. ¿Qué incluiría?
Como nuncio, no llegué a Armenia con instrucciones específicas de abrir una nunciatura en Ereván. Nos pusimos a la escucha y servicio de la nación Armenia. La futura misión pontificia en Armenia depende del mismo principio de escucha y servicio, con la bendición del Romano Pontífice. En su forma actual, temporal, la nunciatura está situada en un modesto espacio alquilado de 250 metros cuadrados, donde tenemos la cancillería, oficinas, zonas de reunión y la residencia. Nos ofrece las condiciones mínimas para reunirnos y acoger a nuestros interlocutores. Más aún, nos permite ser más sensibles a las realidades actuales y estar atentos al diálogo en curso en el que está implicada Armenia. Nos permiten estudiar cómo proyectar mejor una misión diplomática permanente.
Se ha hecho mucho hincapié en el hecho de que esto abre la puerta a una cooperación más amplia e intensa entre la Santa Sede y el Gobierno armenio. ¿En qué se centrará?
La dignidad humana siempre está en el centro de la cooperación de la Santa Sede. El Papa Francisco ha sido particularmente sensible a la difícil situación de quienes se en forzados a huir debido a conflictos y otros problemas sociales. La Iglesia católica sigue construyendo sobre el heroico trabajo de tantas comunidades religiosas e instituciones que trabajan en la región. Seguiremos apoyándoles en su misión para llevar ayuda, diálogo y cooperación a distintos niveles. Esperamos que la nunciatura sea un facilitador ecuménico y civil, nacional e internacionalmente. Está en el centro de la capital nacional, donde los funcionarios, los diplomáticos, representantes comerciales, estudiantes, familias y niños encuentran un lugar donde actuar. Nos situamos en el patio de la nación, donde la cooperación se vuelve un empeño natural y diario en la búsqueda de la dignidad humana.
¿Está el Vaticano abierto a ofrecer de forma directa o indirecta apoyo en cualquier área relacionada con el conflicto en la región, como algunos políticos armenios han solicitado en el contexto de la apertura de la embajada? Peña Parra habló de un «apoyo abierto a las cuestiones en la agenda del Gobierno de Armenia». ¿De qué forma se podría manifestar este apoyo?
El Papa Francisco fue el primer líder mundial en llamar a la paz en los mismos inicios del conflicto de Nagorno Karabaj en los inicios [del conflicto fronterizo] de julio de 2020. Durante el último año ha hablado en numerosas ocasiones a favor de seguir la vía del diálogo y la paz en la región. El Pontífice se ha hecho presente a Armenia, incluso de forma simbólica, asistiendo con la pandemia de COVID-19 en la región.
La Santa Sede ha estado atenta a las peticiones que se le han hecho. Para atenderlas, debe existir un acuerdo de todos los afectados sobre su implicación. Con esto en mente, hay áreas en las que la Santa Sede podría tener algo único que aportar en las discusiones. Una de estas áreas es asistir a la iniciativa de la UNESCO para proteger el patrimonio cultural del pueblo armenio en la región. Gracias al Consejo Pontificio para la Cultura, la Santa Sede ha sido invitada a participar en esta propuesta. Hay otras propuestas concretas que se están manejando con prudencia para obtener los mejores resultados para todos. La Santa Sede se ha puesto al servicio de lograr la paz, que es la primera y principal condición para el desarrollo.
¿Esta implicación ayudaría a conseguir protección para las iglesias, algunas históricas, que están bajo amenaza en las áreas de Nagorno Karabaj que tras el conflicto han pasado a manos de Azerbaiyán?
Ha pasado un año desde el alto el fuego. El después ha dejado muchas preguntas sin contestar, incluido la delimitación de las fronteras, el regreso de los prisioneros de guerra, cómo se implementará el alto el fuego, etc. Muchas de estas cuestiones todavía se tienen que resolver.
El Consejo Pontificio para la Cultura ha aceptado trabajar con la UNESCO en el área de preservar el patrimonio que es un bien común para toda la humanidad. Es más, durante la visita oficial del presidente de Armenia al Vaticano, el Consejo Pontificio se ofreció para estudiar, preservar y promover el rico legado dejado a la humanidad por la nación armenia en el contexto al que acertadamente se refiere. El Consejo Pontificio está estudiando y poniendo en marcha las estructuras apropiadas que asistirán en estas cuestiones. También existe la necesidad de lograr acuerdos entre todas las partes implicadas para facilitar el amplio alcance del trabajo que pretende abordar junto con otras instituciones.
¿Cuál es la situación actual en Artsaj? ¿Hasta qué punto se ha aplicado el acuerdo de alto el fuego del 9 de noviembre de 2020? Además de las tensiones políticas y militares, han detectado intentos de crear problemas o acosar a los cristianos para intentar que abandonen la región?
No he visitado Nagorno Karabaj. Dado que los armenios se identifican abrumadoramente como cristianos y que Armenia afrontó el presente conflicto, la religión está implicada. La información existente llega de informes y de la red de información que llega a esta nunciatura. Hay agencias internacionales que han tenido acceso a la región, que estuvieron bien situadas durante el conflicto y que están en mejor posición para comentar esto.
¿En qué situación se encuentran los desplazados durante el conflicto, especialmente en las zonas entregadas a Azerbaiyán, como Hadrut y Shushi? ¿Han podido volver a sus hogares? ¿Tiene la Iglesia proyectos en marcha para asistirlos, tanto en Nagorno como a los que se han desplazado a Armenia?
En diciembre de 2020, inmediatamente después del alto el fuego, vine a Armenia a reunirme con las autoridades, los desplazados, los huérfanos y las víctimas de la guerra. Gracias a varias agencias católicas locales e internacionales y a agencias de ayuda humanitaria internacional se ha hecho mucho para ayudar. Y queda mucho por hacer. Estamos particularmente agradecidos a Cáritas, a las Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción y al ordinariato católico armenio por su labor de ayuda a los desplazados, los huérfanos y las víctimas de la guerra con sus familias. Las cicatrices son profundas y el sufrimiento es real. Tenemos justo delante de nosotros el desafío de acompañar a las familiar que perdieron a sus jóvenes, caídos durante el conflicto, a las que tienen problemas para cuidar a los heridos y a las que han perdido sus medios de vida. Hay proyectos concretos para asistirlas. También hay mucha buena voluntad para ayudar.
Un signo de esperanza en las últimas semanas ha sido el encuentro interreligioso en Moscú con el presidente de la Oficina Musulmana del Cáucaso, el catolicós (patriarca) armenio y el patriarca ortodoxo ruso. ¿Podría la Iglesia católica jugar un papel en esta promoción de la paz que está partiendo de distintas religiones, sobre todo al poder ser vista como un actor más global y menos vinculado a una nación concreta?
Este encuentro fue otro paso muy positivo en el proceso de diálogo por la paz en curso. La religión debe ser una fuerza para la paz. También es parte del rompecabezas. Esperamos ver más iniciativas de este tipo y encuentros de seguimiento que desarrollarán la confianza y crearán mejores condiciones para el diálogo. Sabemos que hay canales de comunicación facilitados también por las autoridades armenias.
El secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, Paul R. Gallagher, tiene prevista una visita a Moscú a mediados de noviembre, en la que se encontrará con el ministro de Exteriores y autoridades tanto civiles como eclesiásticas. Hay que ser realistas, el conflicto de Nagorno Karabaj es antiguo y complejo. Todavía quedan muchas cuestiones por resolver y se tienen que dar las condiciones adecuadas. La Iglesia católica siempre se ha puesto al servicio de construir puentes y facilitar los procesos de paz.