Las elecciones presidenciales francesas van a dar mucho de qué hablar. De hecho, ya están dando mucho de qué hablar. En la vida política francesa ha aparecido un nuevo actor. Se trata de Eric Zemmour, un periodista, comentarista televisivo y ensayista que anda pisándole los talones a Le Pen. Zemmour es un polemista nato que coquetea con asuntos graves.
Hace poco más de un mes se atrevió a dudar de la identidad francesa de dos de los niños asesinados en 2012 en la escuela judía de Toulousse porque sus padres decidieron enterrarlos en Israel. Ni ellos pertenecen a Francia, dijo Zemmour, ni su asesino, Mohamed Merah, enterrado en Argelia. La cuestión judía encandila a Zemmour, quien no duda en hablar una y otra de vez de la Francia de Vichy y del caso Dreyfus. Ambas cuestiones le han enfrentado a Bernard Henry Levy. Ambos son judíos. Y, sin embargo, ¡qué lejos están el uno del otro! Levy representa una ciudadanía democrática. Zemmour, una ciudadanía identitaria. El primero defiende a los cristianos de Nigeria de manera denodada. El segundo airea a diestro y siniestro una idea identitaria de Francia centrada en su esencia cristiana.
Como cuenta La vie, muchos líderes del catolicismo conservador francés arropan a Zemmour, como testimonian las fotos de un acto multitudinario celebrado el pasado día 19 de octubre. Su líder es Orban. Otra de las cuestiones que le han enfrentado a Levy. Es muy interesante escucharlos en sus debates porque ambos reproducen, en cierto modo, cuestiones no resueltas que parecen arrastrarse desde el siglo XIX. El cristianismo no es funcional al orden sociopolítico. Y eso no acaban de entenderlo muchos católicos, que creen que con un líder como Zemmour sus intereses pueden llegar al Elíseo. Es la eterna gran tentación del catolicismo: buscar a la política cuando se sabe minoría y se siente amenazado. Mientras eso sucede, en Francia y fuera de Francia, la presencia pública del cristianismo, que no es política, languidece a marchas forzadas. Para muestra, un botón. El cristianismo es un tema en la batalla electoral francesa y ni un solo cristiano se bate en la escena política.